Algallarín quiere mantener su esencia: así es este singular pueblo cordobés de colonización
Alto Guadalquivir
El Ayuntamiento recupera varias fuentes históricas y lanza ayudas para rescatar la arquitectura típica original
En Algallarín, una entidad local autónoma (ELA) de 570 vecinos perteneciente a Adamuz, las paredes siguen siendo blancas y las calles conservan el sabor que tuvieron cuando el municipio nació en la década de los 50 del pasado siglo XX. Aunque, de alguna manera, las casas podrían ser aún más blancas y ese sabor especial que lo hace único podría estar más acentuado. "El Ayuntamiento apuesta por recuperar lo tradicional y la esencia del municipio", recalca la alcaldesa, Encarnación Jiménez (PSOE), y para ello ha convocado una línea de subvenciones para que los vecinos rescaten la esencia del entramado urbano.
Algallarín es una localidad de colonización de gran unidad arquitectónica y estética realizada por el arquitecto madrileño Carlos Arniches Moltó. Entre el caserío destaca la iglesia, nombrada de San Felipe y Santiago, o la entrada al municipio, con un arco típico de su arquitectura. También se conservan varias fuentes primitivas y sus casas con fachadas blancas y arcos muy singulares.
Los primeros colonos llegaron en agosto de 1952 para preparar y modificar los terrenos donde se levantaría el nuevo pueblo. Aproximadamente durante algo más de tres años, la mayor parte de ellos, así como gente proveniente de otros pueblos que participaron en su construcción, se instalaron en unos barracones próximos al núcleo, entre los animales y con unas condiciones de habitabilidad pésimas. El grueso de la población llegó en 1956, cuando ya estaba prácticamente terminado; procedían de Pedro Abad, Guadalcázar o Córdoba capital, estos últimos agricultores cuyas tierras habían sido expropiadas para construir la nueva Universidad Laboral. En 1958, se constituyó como entidad local menor dependiente de Adamuz, en cuyo término municipal se asienta.
Ahora, para mantener esa arquitectura colonial intacta, el Ayuntamiento propone la tercera línea de ayudas a los vecinos, lo que les permite la mejora estética de las fachadas de las viviendas originales. La idea es eliminar zócalos de azulejos o revestimientos, que en pasadas décadas han ido coloreando el municipio.
Según el expediente, consultado por El Día, el importe de la subvención será del 100% del presupuesto de las obras que se destinen a este fin, y con un máximo de 1.500 euros por inmueble, en el caso de eliminación de alicatados para devolverlas a su estado originario; 500 euros por inmueble, en el caso de actuaciones de reparación de paramento y pintado de fachada, y 300 euros en el caso de pintura integral.
Además de estas subvenciones para las viviendas, el Ayuntamiento ha podido recuperar fuentes, crear edificios nuevos siguiendo la misma arquitectura o mejoras en la zona del cementerio. "Una de las cosas más importantes ha sido recuperar todas las fuentes que en su momento se perdieron", incide la alcaldesa. La de la Plaza Mayor, construida por antepasados, o la fuente de la plaza de la Constitución, han devuelto al municipio el ruido del agua, tan esencial en algunos momentos de su corta historia.
Y no solo eso. Todos los años, excepto los dos de pandemia, se realiza en el mes de octubre una cita que aborda las raíces del municipio: "Es un día en el que todos participamos en unas jornadas lúdico-festivas y en el que se pone en valor la arquitectura que tanto nos caracteriza", explica Jiménez. A la espera de que se apruebe la siguiente subvención, el Ayuntamiento de Algallarín no baja los brazos y sigue luchando por mantener esa estética tan singular, pues como dice la alcaldesa, "no hay nada más bonito que lo original".
Un recorrido por la localidad
Las casas de esta pequeña localidad cordobesa son de tipología pareada, con una o dos plantas de altura, encaladas de blanco y, en general, muy amplias. Se distribuyen en manzanas y un recorrido por el municipio permite distinguir cuatro tipologías.
Las llamadas tipo A son las más frecuentes. Tienen una sola planta, con tres dormitorios, cocina-comedor, aseo y dos porches. En su fachada, lo más característico es un porche de arco muy rebajado, a través del cual se vislumbra la puerta de acceso a la vivienda y una ventana. De los tres volúmenes en que se divide la vivienda, el central tiene mayor altura y está rematado con una azotea, mientras los bloques laterales tienen la caída de la cubierta de manera opuesta.
El tipo B es el patrón de vivienda con cuatro dormitorios. Es muy característico el zaguán, cubierto con una pérgola que se apoya sobre un pilar y queda compartido por las viviendas adosadas.
Con respecto al tipo C, estas viviendas son de una planta y cuentan con cinco dormitorios y un salón-comedor. La fachada muestra una gran horizontalidad, con un gran juego de volúmenes. En el bloque central se abre una ventana partida con celosía, fusionando en la fachada los espacios de cada casa y que actualmente, por desgracia, no se ha conservado en ninguna vivienda. Las puertas de acceso a las viviendas quedarían más a los extremos, insertas en unos zaguanes con arcos rebajados.
Por último, el tipo D cuenta con un prototipo de viviendas de mayor tamaño, que disponen de seis habitaciones, un aseo y salón-comedor distribuidos en dos plantas. Su mayor peculiaridad reside en que anula el sentido tradicional de fachada, quedando la puerta de entrada oculta, acodada en el interior de un porche.
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