El muro de Facebook que da refugio solidario a dos familias ucranianas en Torrecampo
Los Pedroches
Olga Panchuk, de 38 años, y María Mazur, de 34, y sus hijos comparten la casa que sufraga el Ayuntamiento
Ambas reciben 600 euros mensuales de los vecinos, más los gastos de internet, electricidad y agua

Una publicación en un grupo cerrado de Facebook ha desencadenado un movimiento de solidaridad popular que sostiene el acogimiento de dos familias ucranias en la pequeña localidad de Torrecampo. Se trata de dos familias que llegaron a Madrid el 2 de junio pasado, vía Varsovia desde la frontera con Ucrania, y que han encontrado refugio en esta población de 1.020 habitantes, según el padrón municipal a 1 de enero de 2021, incrustada en plena dehesa de Los Pedroches y limítrofe con Ciudad Real.
Olga Panchuk, de 38 años, y María Mazur, de 34, son las dos cabezas de familia que comparten la casa que sufraga el Ayuntamiento de Torrecampo, cuya alcaldesa, Paqui Alamillo (PSOE), considera "un orgullo ver cómo los ciudadanos se han volcado desinteresadamente para ayudar a unas familias que lo están pasando mal".
A la iniciativa en la red social y a la respuesta ciudadana, en Torrecampo se une un tercer factor que permite el asentamiento a más de 4.300 kilómetros de su residencia en Dnipró de Olga y sus hijos Konstia, de 16 años, y Rosa, de 9, y a unos 3.900 de su casa en Ivánkiv, de María, con Ana, de 12 años, y Eugenia, que no tiene los dos.
Iryna Kuzmenko, también ucraniana, llegó a la localidad por amor, se marchó tras el fallecimiento de su marido y regresó más tarde para reactivar la panadería que él regentaba. "Iryna es un pilar fundamental del proyecto", afirma Tomás Romero, el torrecampeño que tomó la iniciativa de colgar en el muro del Facebook del pueblo la pregunta de quién estaría dispuesto a poner cinco euros mensualmente durante un año para ayudar a una familia.
Su implicación desde lejos, ya que trabaja en Málaga, le vale también el reconocimiento de Iryna: "Bueno, Tomás sí que es un pilar fundamental", le devuelve el piropo en el patio de la casa que comparten las familias.
Tomó la iniciativa porque "recientemente he escrito la vida de mi abuelo como refugiado y sabía lo que él dejó atrás cuando en la Guerra Civil tuvo que abandonar su pueblo, su familia, dejar todo lo que amaba, todo lo que tenía y salir huyendo".
Reciben 600 euros mensuales de los vecinos, más los gastos de internet, electricidad y agua y "cualquier cosa que vaya surgiendo en este camino", refiere Tomás.
Los mantienen ocupados sabedores que la barrera idiomática y el acogimiento en un pueblo de mil habitantes (el grupo de Facebook tiene 2.041 miembros, el doble que el municipio) le produce un impacto añadido al abandono de su entorno y seres queridos.
La familia de María procede de una población de unos 20.000 habitantes. La más grande de la comarca, Pozoblanco, pasa levemente de los 17.000. La de Olga proviene de la cuarta ciudad más poblada de Ucrania, con un millón de habitantes, donde hay edificios en los que habitan más personas que en Torrecampo.
La expatriación, más allá de los sentimientos, no les hace sentirse incómodos en este pueblo en el que "todos nos conocemos y al final hace que seamos empáticos", dice su alcaldesa, y donde la ayuda "está en el gen, en el DNI tiznao", como se conoce coloquialmente a los naturales de Torrecampo.
La atención es suma (Paqui Alamillo telefonea sobre la marcha por una gotera en un lavabo), pero la delicadeza es exquisita. Una de las familias no tenía como destino Torrecampo, pero a nadie se le escapa cuál.
Aún en Barajas, la otra familia que iba a Torrecampo, gestionada por una ONG catalana, preguntó a Esteban, que se sumó al proyecto tras un me gusta en Facebook y porque al ser empleado de banca la cuenta donde se recoge el dinero no paga comisiones, si iban a un lugar big (grande, en inglés) o small (pequeño). Al responder que iba a un sitio very small (muy pequeño), sacaron las maletas del coche.
Tras los momentos de confusión, en el mismo Barajas había una familia que quien tenía que ir a recogerla no se había presentado. Hoy vive en Torrecampo, donde llegaron de madrugada, junto a la otra, que viajó en otro coche conducido por Mar, la esposa de Esteban.
"Les duele el alma, pero les gusta vivir aquí", resume Iryna, que hace de intérprete. "Están muy contentos, no paran", aunque "las costumbres son diferentes".
Olga Panchuk agradece el trato y que cualquier cosa se solucione enseguida, porque "tengo a muchos amigos y conocidos que están en otros países y ninguno están tan seguros y tan bien como nosotros".
El apoyo de Iryna es esencial. "Tengo tres hijos, que son españoles, pero hablan también ucraniano y están con ellos, sobre todo la primera semana, en que no sabían nada del idioma, no conocían a nadie".
"Han tenido gran suerte con usted", le inquiere el periodista a Iryna. "Bueno, sí", responde, bajando la mirada en un manifiesto gesto de modestia. "Un poco, no, mucha", sentencia Tomás.
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