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Los Pedroches
Apenas tiene 355 habitantes y a estas alturas de 2020 puede decirse que a El Guijo lo ha tocado la varita de la diosa Fortuna. Porque este pequeño municipio de Los Pedroches constituye algo así como la resistencia numantina al coronavirus, un auténtico fortín, la única localidad cordobesa que, desde el inicio de la crisis sanitaria, no ha registrado ni un solo caso de covid-19.
Un hecho que para los guijeños supone un respiro para que la vida continúe tranquila, lo que no es óbice para que se sigan manteniendo en todo momento las medidas de seguridad e higiene. Si algo tienen claro los vecinos es que deben cuidarse mucho por ellos y por sus familias. El Guijo es el segundo municipio más pequeño de Córdoba, solo por delante de Fuente La Lancha.
En este contexto, existe un motivo muy claro para todos los vecinos, la residencia de mayores Santa Ana, donde 28 residentes son cuidados con todas las medidas pertinentes, debe ser inexpugnable para el virus. En pleno estado de alarma, nueve de sus trabajadoras se confinaron con los mayores para evitar todo contacto con el exterior. Pasado aquello, se siguen manteniendo unas medidas muy estrictas para que siga estando libre del virus. Desde el Ayuntamiento se colocaron unas vallas alrededor de la residencia para evitar la entrada de gente a los patios, un espacio que para los residentes supone un respiro a su alargado confinamiento. Las visitas de los familiares están permitidas, cuidando mucho las distancias con los residentes, algo que para ellos es fundamental para mantenerlos animados.
La vida cotidiana en El Guijo sigue su curso. El hecho de que solo exista una tienda de alimentación y dos bares hace que las aglomeraciones de gente no sean uno de los problemas en la localidad. Sin embargo, muchos de sus vecinos trabajan en Pozoblanco, adonde se desplazan diariamente, pero siempre cuidándose mucho para mantener ese estatus de pueblo libre de coronavirus.
El curso escolar ha comenzado sin contratiempos, la veintena de alumnos mantiene las distancias en unas clases amplias y un patio dividido por zonas, aunque la vida en el exterior es distinta. Ellos pasean y juegan por las calles siempre con las mascarillas y habiéndose adaptado a la perfección a unas nuevas medidas de higiene que parecen haber llegado para quedarse.
Los vecinos se paran a charlar cuando se encuentran por las calles, siempre distantes y con las mascarillas. Estar libre del virus hasta el momento es una alegría contenida que puede quebrarse cualquier día, pero hasta entonces, la tranquilidad de saberse seguros les da una sensación de seguridad que quieren seguir manteniendo por mucho tiempo más.
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