La Liga de la Justicia Campestre

Puerto del Calatraveño

Un precio del aceite en caída libre desde hace meses hace muy difícil la supervivencia de un sector olivarero, que verá esta campaña reducida su producción de zumo de oliva hasta un 27%

NO es un pájaro. No es un avión. Es Superzureraman, indestructible hombre de acero que no teme a la desverdecida kryptonita que trae al campo cordobés por la calle de la desesperanza. Sin necesidad de cabina donde transformarse en superhéroe del agro, el valiente aventurero que se esconde bajo la identidad de delegado provincial de Agricultura, Francisco Zurera, siempre está dispuesto a enfrentarse en una lucha a muerte contra el Lex Luthor de turno cuyos últimos sabotajes han condenado, por ejemplo, al aceite que produce Córdoba a mantener unos precios por debajo del umbral de la rentabilidad, con el consiguiente caos apocalíptico que parece vislumbrar el sector. Ya lo dijo hace unos días su compañero en la Liga de la Justicia Campestre José Luis Aquaman Gutiérrez -que se esconde tras la identidad secreta de secretario provincial de la Unión de Pequeños Agricultores- las tropelías del supervillano están dejando fritas las cuentas corrientes de los más humildes olivareros con pérdidas de hasta 480 euros por hectárea. Esas zancadillas del Luthor que dibujan las cuatro multinacionales que se han hecho con el control del mundo oleícola se han traducido, además de en la caída sin red de los precios, en las subidas de las de combustibles, fitosanitarios o salarios. Demasiadas armas contra las que luchar con algo más que astucia.

El campo peligra y todos confían en Superzureraman para saque a relucir sus superpoderes y aporte las soluciones necesarias. Saben de sus exitosas aventuras pasadas contra los enemigos del agro. Sin ir más lejos, no olvidan aquella épica cruzada que emprendió para acabar con una plaga de conejos que asolaba la Campiña Sur y la Subbética y que no había forma humana de aniquilar. Los bichitos, radioactivos ellos por su forma superanimal de reproducirse como si sólo vivieran para imitar al porno star barrigón y bigotudo Ron Jeremy, avanzaban poblando la zona y demoliendo vides, olivos y todo hierbajo que encontraban a su paso. No resultaba eficaz ni la rapidez infinita de Flash -el asajano Ignacio Fernández de Mesa- en su incansable lucha por intentar buscar la colaboración gubernamental con la que enfrentarse contra la madre de todas las acciones roedoras, ni tampoco resultaban eficientes las armas de Aquaman, ni las del Detective Coagiano -Francisco Garrido para los terrícolas-. Hasta que llegó él para producirle a los conejos la gran mesomatosis a base del supersoplido susurrante traducido en un podéis coger las escopetas, cazadores, y marchar en paz para dejar fritos a esos invasores de paletos pronunciados.

Tampoco olvidan aquella otra aventura en la que controló una rara epidemia que se extendía como el aceite en agua y que les dejaba a las ovejas la lengua azul condenándolas al cementerio y a sus dueños a la quiebra. ¿Quién dijo quiebra? Superzureraman buscó con éxito fondos debajo de las piedras y hasta en el [Martín] Sol[er] que marca las funciones de su identidad humana como consejero personal.

La Liga de la Justicia sabe que ahora tiene que estar más unida que nunca porque los malos que tienen amenazados a la razón de sus trabajos no descansan -si acaso tan sólo un par de capítulos para volver a las 200 y pico viñetas-. Se llamen Luthor, Joker, Dos Caras o aunque tan sólo sean pequeños delincuentes, siempre deben estar alerta. Todos tienen un trabajo que cumplir. Y si no que se lo pregunten a Batman -cuya identidad secreta hasta que leas esto es la de subdelegado del Gobierno de ZP [no confundir con Zurera P]-. El hombre de la máscara de murciélago se ha empleado a fondo, con la ayuda de sus linternas verdes -otrora superhéroes del tricornio-, contra los chorizillos profesionales del robo de fruto en los tajos. No obstante, La Liga sabe que sola no puede acabar con el Luthor del monopolio oleícola. Continuará...

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