Lucena expresa su devoción aracelitana en un día de la Virgen de suspiros y contrastes

Subbética

Velas encendidas en los balcones lucentinos anunciarán una procesión aplazada por la pandemia

Lucena mantiene la opción de celebrar este año las Fiestas Aracelitanas

El santuario de la Virgen de Araceli, lleno de flores. / El Día
Manuel González

03 de mayo 2020 - 14:25

Espontáneos e íntimos altares; flores, naturales y de cartulina, e innumerables colgaduras materializan en Lucena una fe de génesis aracelitana. La inapelable evaporación de las fiestas patronales remueve devociones estancadas y engrandece la exteriorización de un fervor mariano deslumbrante en Roma y resguardado en el santuario.

El primer domingo de mayo es el día de la felicidad lucentina. Una alegría de esencia colectiva, retratada en los rostros y exultante en velas, cohetes y pétalos. El quebranto de vidas y la aflicción de almas que inflige el coronavirus perturban un vacío externo compensado por expresiones incontenibles de adhesión a la Virgen de Araceli. En este tiempo de revelación primaveral, multitud de lucentinos, de convencidas creencias o movidos por una tradición secular que, puntualmente, sustenta sus tribulaciones, comprenden la fuerza universal del refugio instituido como altar del cielo.

Lamentos y súplicas, evocaciones y anhelos y tanto la paciencia como el desasosiego han amoldado los desbordantes sentimientos que se derraman en los perímetros digitales. Testimonios sencillos, indisimulados en los trances escarpados, y símbolos de un vínculo, de base religiosa o fundamento identitario, corroborado, en las dificultades, como indómito.

Altar en la calle Mesón. / M. González

Siete mujeres prolongan la renovación juvenil de la cercanía a la Virgen y retienen sus lágrimas por un caudal infinito de percepción aracelitana. La voz dulce e inconfundible de Lourdes Fuentes reprime un pregón, aplacado en un viernes, origen, en 2020, del mes de María, y que eclosionará, en fecha aún indeterminada, proclamando “certeza y esperanza”. Una oración literaria que incidirá en la preponderancia de “lo que no puede cuantificarse” ni palparse como tangible. Aprecia una reverberación de “la necesidad de aferrarnos especialmente a nuestras creencias, a la raíz, a lo que verdaderamente consideramos importante”.

En un imaginario diálogo con el pueblo aracelitano, verbaliza que “la Virgen siempre ha estado ahí, durante siglos, escuchando dramas y consolando todo el dolor que pueden sentir sus hijos”. A modo de preludio, aguardando su relato en el presbiterio de San Mateo, se dirige a la Virgen de Araceli solicitándole “fuerzas, ilusiones y energías”, desde un plano personal y colectivo.

La resistencia a replegar las heterogéneas emociones que emanan de la comunidad unificada en la Virgen de Araceli ha resplandecido, inconformista, entre un sábado, en cualquier circunstancia, de ofrenda de promesas, agradecimientos e imploraciones. Dibujos desde la inocencia infantil y espléndidas composiciones en los balcones han intentado suplir el vistoso y brillante itinerario que, naciendo en el Paseo de Rojas, culmina en el templo de la Plaza Nueva.

Calle Las Torres. / M. González

Silenciados los fuegos artificiales, los fandangos y sus guitarras hermanadas y los cantos aracelitanos en la calle El Peso, el primer domingo de mayo del año 2020 ha emitido sus propios sonidos. La salutación de los Campanilleros de la Aurora, en los segundos iniciales de una madrugada contradictoria; el himno de José María Pemán atravesando ventanas, y las melodías exquisitas, embriagadoras y elegantes de la Misa del Campo Andaluz, encumbrada por la Coral Lucentina y el conservatorio Maestro Chicano Muñoz han sostenido las palpitaciones sustanciales.

"La Virgen está más cerca cuando sus hijos sufren"

“La Virgen, que es madre, está más cerca que nunca cuando sus hijos sufren”, ha afirmado el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en el santuario, delante de la Virgen de Araceli, durante la homilía de una misa restringida en asistencia física y multitudinaria en los corazones huérfanos. El prelado cordobés, entre sobrios cestos de flores enviados por distintas entidades, principalmente cofradías, ha defendido que ha de prevalecer “el gozo, a pesar de tanta sordina o motivo para las lágrimas” porque “es el día de la Virgen de Araceli y estamos todos muy contentos”. Repetidamente, ha tributado “honor y reconocimiento” a los fallecidos, especialmente a quienes entregaron su vida mientras desempeñan profesiones básicas.

Dobladas las túnicas blancas y recogidos los cordones rojos, los santeros de Miguel Ángel Redondo se entrecruzan aliento y confianza. “Unas veces me animan ellos a mí y otras, yo a ellos”, confiesa el manijero de la Virgen de Araceli en su Día. Traslada tranquilidad a sus 35 hombres y reitera, rezándole a la patrona, que “lo más importante es que, cuando tenga que llegar, estemos bien y estemos todos”. Concibe la procesión “entre flores y rodeada de gente”. Premisas que solo concurren “en primavera”.

El primer domingo de mayo "no se puede aplazar"

El primer domingo de mayo “no se puede aplazar, tiene su día, como el Viernes Santo, los Reyes Magos o Nochebuena”, expone. Aclara que “respeta y acatará” cualquier decisión de la cofradía”, y, simultáneamente, no oculta, por “honestidad”, que sueña con emplazar a su cuadrilla, recorrer el paseíllo y procesionar a la Madre de la Sierra de Aras, festejando su onomástica, el 2 de mayo del 2021.

Centenares de velas prenderán sus llamas a las ocho de la tarde en los hogares lucentinos. “Hacemos todo lo posible, como podemos, para hacer llegar a la Virgen de Araceli a los devotos y estamos contentos por el seguimiento dentro de una situación desagradable”, insiste el hermano mayor de la cofradía, Rafael Ramírez. Promesas intransferibles sí subirán hasta la ermita y el manto del Patronato y las plantas de María cobijarán ruegos que, entre la angustia, el convencimiento y la veneración, suplicarán salud y trabajo.

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