Cuando Joselito se achispó con Montilla-Moriles y mil historias más de vinos y majuelos

Campiña Sur

El periodista montillano Manuel Bellido compila en su primer libro innumerables referencias poco conocidas que vinculan los vinos cordobeses con la literatura, el cine y la televisión

En las páginas conviven Vargas Llosa con Paco Rabal, Sara Montiel, Rafael Alberti, el Gran Capitán, Vainica Doble, Raúl del Pozo, San Juan de Ávila, Pérez Galdós o Gerald Brenan

Joselito, en la montillana Bodega Baena, en 1957.
Joselito, en la montillana Bodega Baena, en 1957. / González

En 1957, Joselito rodaba en Priego de Córdoba Saeta del ruiseñor y, entre toma y toma, el equipo tuvo tiempo de escaparse a Montilla para visitar las desaparecidas Bodegas Baena, cuyo propietario, Antonio Baena Panadero, amigo del director, se ocupó de surtir el rodaje de la película. Hay una fotografía de Manuel González, corresponsal entonces de la Agencia Efe, que inmortaliza aquella visita: el niño de la voz de oro, que tenía 13 años, sujeta un medio de vino vacío con media sonrisa y mirada pícara sobre una bota recién firmada. "Soy el pequeño ruiseñor, si bebo vino de Baena es cuando canto mejor".

Esta historia, fotografía incluida, es una de las muchas que recoge el periodista Manuel Bellido (Montilla, 1959) en su primer libro, Arte vinario y otros majuelos, un recorrido amplísimo por el Montilla-Moriles en los libros, el cine y la televisión, algunas de sus pasiones.

"No es el libro de un historiador, ni de un académico. Es una aproximación, un trabajo periodístico", aclara con modestia el autor, que se muestra "sorprendido" por las "muchísimas cosas por descubrir" sobre esta materia. Y otras tantas, aunque sabidas, llaman la atención al verlas condensadas unas tras otras en las mismas páginas. Por ejemplo, que San Francisco Solano, el patrón montillano, era "radicalmente abstemio", como lamentó el escritor peruano Fernando Iwasaki en su pregón de la Fiesta de la Vendimia. O cómo en Juncal, novela y serie de televisión protagonizada por Paco Rabal, el montilla se "enseñorea" en Sevilla para escarnio del jerez. O cómo un cartel de Cruz Conde se cuela en la última secuencia de La Violetera, que elevó a una esplendorosa Sara Montiel al rango de diva.

Manuel Bellido, en el estudio de Canal Sur esta semana.
Manuel Bellido, en el estudio de Canal Sur esta semana. / El Día

El trabajo es, como reconoce el autor, hijo del confinamiento, aunque resultado de décadas de aprendizaje, lecturas, cine, música y catas. "Tenía notas desde hace años, aunque eran ideas dispersas. Pero la pandemia cambió mi vida y de ponto dispuse de muchísimo tiempo libre. Ya no salía a la calle, no iba a conciertos, a cines, teletrabajaba... El día 13 de marzo, unas horas antes del estado de alarma, no me lo hubiera creído, pero era el momento de hacerlo", recuerda. La estructura total, con tres partes que repasan la relación del vino cordobés con la literatura, el cine y la televisión, y una narración final más confesional sobre un sorprendente hallazgo en un rastro de Málaga, ya estaba terminada en la desescalada. El Ayuntamiento de Montilla dio el visto bueno a su publicación y las 300 páginas de este gran reportaje periodístico ya se pueden devorar.

El título fue la última decisión: "He querido reivindicar vinario con V, que es un término aceptado pero en desuso. En los siglos XVIII y XIX sí era habitual, pero frente a esta manera de escribirlo se ha alzado binario con B, que no tiene nada que ver". Aquí parafrasea a Violeta Parra: "Odio las matemáticas y amo los remolinos". Y luego están los "majuelos", otro término en desuso que habla de raíces: "En Montilla es una viña pequeña".

Bellido, inmerso estos días en la vorágine del Festival de Cine de Málaga, lanza una pregunta como invitación a la lectura. "¿Qué tienen en común Azorín, Raúl del Pozo, Pilar Miró, Manolo Summers, el Caballero Audaz, Chucho Valdés, Diego de Alvear…?". Sí, que todos han bebido el Montilla-Moriles. Así que su esencia, sin duda, debe haber influido en su obra, en su vida. También están Rafael Alberti, el Gran Wyoming, Gerald Brenan, Pedro Almodóvar, Pablo García Baena o Antonio Ferres, por cuya obra Tierra de olivos siente especial admiración y que falleció, nonagenario, días antes del estallido de la pandemia.

Francisco Umbral al teléfono

Francisco Umbral, otro de los fieles a los caldos del Sur de Córdoba, abre el volumen. El propio Manuel Bellido, que forma parte de esta anécdota, la rememora. Corría 1980. "El profesor Antonio López, que me lleva un año, y yo, entonces periodistas imberbes, quisimos renovar el boletín de Feria que se había hecho hasta entonces. Es alucinante la cantidad de gente que colaboró y que luego ha tenido una vida muy fructífera. Están Carmen Calvo, Pepe Calvo...".

Pero, sobre todos, está Paco Umbral: "Entonces era la referencia como columnista, ensayista, novelista. Era el periodista por excelencia". Lo contactaron por teléfono y Umbral dijo sí a la colaboración, un breve texto que iba a ser la apertura del boletín. Pero la fecha de imprenta llegaba y no había rastro del texto. "Seguimos apretando y un día nos cogió el teléfono su señora. Nos dijo que lo llamáramos a una hora y Umbral se puso al teléfono. No tenía nada, pero improvisó y nos dictó unas líneas. Es incalculable el valor que tiene ese texto, en pocas líneas da las claves del Montilla-Moriles y de la época". El texto íntegro se reproduce como arranque del libro: "...Montilla se le sube uno a la cabeza, como un amontillado, como la esperanza misma, que también emborracha", se despidió Umbral.

Un año más tarde, en 1981, con motivo del primer aniversario del asesinato de John Lennon, el Teatro Garnelo de Montilla organizaba un festival conmemorativo. Y de nuevo Bellido barrió para casa, como cuenta en el libro. Vainica Doble, el irrepetible e inclasificable dúo formado por Carmen Santoja y Gloria van Aerssen, puntal del pop español, presentaban su disco El eslabón perdido en el colegio mayor San Juan Evangelista de Madrid. Allí se plantó el periodista, entonces estudiante, y las convenció para actuar en Montilla: "Estuvieron a punto de no venir, y hasta el día de antes dudaban", relata. Finalmente, ofrecieron el único concierto que se les recuerda en Andalucía en toda su trayectoria. "Qué poca costumbre tenían del directo, qué pánico sentían, que en mitad de El tigre del Guadarrama se equivocaron en la letra y tuvieron que volver atrás". Aquel día, las Vainica terminaron en la marisquería La Caracola, en la Tercia.

La conclusión al terminar el libro es que el vino y la cultura conforman un binomio infalible: "Y esa relación se mantiene por completo. La prueba es que entre las películas citadas se encuentra Ane (David Pérez Sañudo, 2020), que aunque hablada en euskera tiene conexión andaluza. Y entre las cosas que la familia protagonista se lleva al País Vasco para que el desarraigo no sea completa están sus vinos. Tradicionalmente, en los cinturones industriales del País Vasco, Cataluña y Valencia era donde más se vendía el Montilla-Moriles". También hay referencias en La trinchera infinita (2019).

Arriba y abajo de la Gran Vía

Un autobús atraviesa la Gran Vía de Madrid en los años 50 con un rótulo de Moriles.
Un autobús atraviesa la Gran Vía de Madrid en los años 50 con un rótulo de Moriles. / Cas Oorthuys

De cómo la publicidad ha ayudado a perpetuar el nombre de Montilla-Moriles también da cuenta el periodista. Fue, de hecho, la primera Denominación de Origen de España que se embarcó en una gran campaña publicitaria con un slogan inolvidable que se metió en el habla popular: "La elección es bien sencilla, o Moriles o Montilla". Y fotografías de autores como Cas Oorthuys o Isabel Steva Hernández Colita inmortalizan la presencia de los vinos cordobeses en las calles de Madrid o Barcelona casi por casualidad, porque formaban parte del día a día.

Las propias bodegas, a título individual, encargaron costosas campañas de publicidad que el autor ha revisitado y en algunos casos, literalmente recuperado porque estaban desaparecidas, como los spots de Montulia, omnipresentes en las décadas de los 60 y los 70 del pasado siglo. Era la época dorada del blanco y negro, cuando millones de personas se asomaban sin posibilidad de elección a Televisión Española. Un código QR inserto en las primeras páginas del libro permite visionar los anuncios y asomarse a aquellos momentos únicos.

Cuando Paco Rabal almorzó en Las Camachas

En el libro hay mucho más. Por ejemplo, un encuentro del autor con el inmortal Paco Rabal en Las Camachas, tras un almuerzo durante el rodaje de la serie Juncal, en la que aparecen las bodegas Alvear. Tuvieron la oportunidad de conversar durante unos minutos y la entrevista se emitió en Radiocadena Española en Cabra, la emisora en la que trabajó entre 1983 y 1989. Desde la barra, distanciada del comedor, se escuchaban las risotadas de los comensales por las anécdotas que contaba Rabal. "Ha sido un menú espléndido, estupendo. Todos hemos comido cordero a la miel", le relató. La entrevista completa se transcribe en el libro.

Paco Rabal, en un fotograma de 'Juncal', en Alvear.
Paco Rabal, en un fotograma de 'Juncal', en Alvear. / El Día

Parafraseando a Manolo Cobos (Historia de la hostelería de Córdoba, Almuzara, 2009), dice que el restaurante montillano era "la antesala del lujo marbellí". "Y lo sigue siendo. Se han hecho dos circunvalaciones pero los coches se siguen desviando para pararse a comer. El libro de firmas es deslumbrante, y uno de los que tenían verdadera adoración era Jaime de Armiñán", recuerda Bellido.

Quien no admitió probar bocado en su escapada a Montilla fue el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que protagoniza una de las historias más hilarantes. Ocurrió en julio de 1995. El escritor, que estaba sometido entonces a una dieta de adelgazamiento en la Clínica Buchinger de Marbella, quiso visitar la casa de su admirado Inca Garcilaso. Bellido narra al detalle cómo pronto sintió el impulso de sentarse en el escritorio de trabajo del Inca para fotografiarse, aunque "lo más llamativo es que apenas se mojó los labios con el vino de la antigua bodeguita en su empeño por perder kilos": "Entre Garcilaso y el vino de Montilla me quedo con los dos", escribió sin embargo en una bota.

Firma de Vargas Llosa en la bodega de la Casa del Inca en Montilla.
Firma de Vargas Llosa en la bodega de la Casa del Inca en Montilla. / El Día

Otro de los lugares citados donde surgen momentos indescriptibles al amparo del vino y del arte es el lagar Cabriñana, célebre por su colección de botas firmadas por músicos que el autor define como un "Twitter bodeguero". "Es el viejo arte de estampar la firma con una filosofía de vida condensada en cuatro o cinco palabras. El dueño, Pepín Carbonero, tiene la buena costumbre de retintarlas para que no se pierdan". Hay firmas de Chucho Valdés, P. P. Arnold o Sabino Méndez, entre muchos otros, y algunas de estas fotografías se han integrado en el volumen. El periodista de Canal Sur recuerda especialmente una larga tarde con Raúl Rodríguez, el hijo de Martirio, y Rafalillo Amador, quienes protagonizaron una larga jam session de ocho horas: "Fue apoteósico"

- Manuel Bellido presenta Arte vinario y otros majuelos. El Montilla-Moriles en los libros, el cine y la televisión el 22 de junio a las 20:00 en Bodegas Campos.

Al rastro sin ser rastrero

"En el rastro está todo, absolutamente todo, hasta lo más insospechado", relata el periodista Manuel Bellido, aficionado a rebuscar en las cubetas de vinilos, otra de sus "aficiones enfermizas". "Mi relación arranca en Madrid, y al llegar a la costa por azar encontré que había algo mixto, entre lo castizo y el cosmopolitismo de la Costa", cuenta. Una mañana, por casualidad, se topó con unas fotografías perdidas sobre la canonización de San Juan de Ávila en El Vaticano en 1970. Eran objetos personales de Mónico Pérez-Olivares, alcalde de aquel momento. Fue una revelación: "Me sentí llamado a recuperar todo lo que allí ocurrió. Del juego de fotografías se había publicado una y el resto estaban en el suelo en el rastro. Las llevé al Archivo Municipal y las dejé depositadas. En una carpeta estaban los entresijos de cómo se fraguó que Montilla estuviera tan bien representada". Todo está contado en el majuelo que cierra el libro: el barril con el que el municipio obsequió al Papa, quién lo hizo, cómo se talló, qué montillanos estuvieron presentes... La historia se recupera ahora.

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