Piedra Luenga, el gigante de roca de la Campiña de Córdoba que busca protección

Medio ambiente

El Ayuntamiento de Montilla negocia con los propietarios la cesión de la mole para garantizar su preservación

Un recorrido fotográfico por la roca, que sigue subiendo en altura

Piedra Luenga emerge entre olivares en Montilla. / Robles

Piedra Luenga asoma en la Campiña de Córdoba como un monumental diente de roca que muerde el paisaje. Puede parecer un colmillo o un incisivo, según desde donde se mire y la imaginación que se le eche. O incluso una lengua que hace una burla, no en vano hay quien la llama así por su similitud. Lo cierto es que este gigante pétreo de forma alargada o luenga -de ahí su denominación- es un símbolo de Montilla, término municipal donde emerge desde las profundidades de la tierra.

Plantado en mitad del paraje de la Campiñuela, de camino a la Sierra, a seis kilómetros del casco urbano, llegar a Piedra Luenga es una especie de viaje iniciático para cualquier montillano. Se tome el camino que se tome, desde la fuente del Grajo o desde Fuente Álamo, la senda se termina y hay que cruzar olivares y viñas hasta llegar a su pie. Una vez allí, rodearla, tropezar, asomarse a la brecha de la antigua mina de oligisto, el dilema de trepar a la cima o no.

Pese a su carácter único en toda la Campiña cordobesa y a su condición de símbolo, la conservación de la mole rocosa es desde hace décadas un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento, prácticamente atado de pies y manos al tratarse de un bien privado. Y las reiteradas peticiones a la Junta de Andalucía para que lo declare Monumento Natural no han surtido efecto pese a sus innegables valores ambientales y patrimoniales, como subraya la concejala de Medio Ambiente del Consistorio montillano, Raquel Casado (PSOE). Ahora, en un enésimo intento por garantizar su preservación, el Ayuntamiento negocia con los propietarios la cesión del bien. La tarea, no obstante, no parece fácil, como reconoce la responsable municipal.

Otra vista de la roca. / Robles

“Nos está costando mucho trabajo. Se encuentra en una finca privada y la piedra tiene varios dueños”, resume Casado. Inicialmente se pensaba que los titulares eran tres; el Ayuntamiento abrió conversaciones que llegaron a buen puerto pero, al mover los papeles en el registro, se descubrió que eran muchos más. Seis o siete, aún no está claro, fruto de herencias divididas a lo largo de las generaciones. Casado insiste, no obstante, en que las conversaciones para lograr la cesión continúan, y el equipo de gobierno tiene puestas sus esperanzas en “superar todos los obstáculos” para que Piedra Luenga pueda formar parte del patrimonio del pueblo montillano. Estos líos con la propiedad, de hecho, fueron los que llevaron a la Junta a poner reparos a su declaración como Monumento Natural: “Había que establecer un perímetro alrededor, y ahí sí hubo un problema con los dueños, ya que les suponía renunciar a parte de sus cultivos”, resume la concejala.

De manera paralela, el Ayuntamiento ultima la inclusión de Piedra Luenga en el programa Paisajes con Historia de la Diputación de Córdoba, del que ya forman parte las fuentes que refrescan el término municipal. Esto supondrá señalizar una ruta de senderismo con paneles para acercar la historia del enclave y sus características. La instalación será inminente, avanza Casado.

Compuesta de materiales dolomíticos, calizas y areniscas rojas, la roca tiene su origen en la era triásica y, según algunos geólogos, puede seguir subiendo en altura gracias a la interacción de la placa africana con la euroasiática. En este punto de la Campiña cordobesa, con el caserío de Aguilar de la Frontera en la lejanía, el peñón rompe la tierra y aflora a la superficie como un hito en el paisaje que desde tiempos inmemoriales ha llamado la atención.

Una mina prehistórica

En su vertiente sureste, de hecho, se localizó un filón de oligisto (material rico en hierro, del que puede poseer hasta un 70%), que según algunos autores ya pudo ser explotado por pobladores calcolíticos y del que luego sacaron rendimiento los romanos, según una publicación de Carlos Cantos en la Revista de Estudios de Ciencias y Humanidades. “Es probable que esto fuese así, pero, en tal caso, quizá no explotaran el oligisto, sino que se concentraran en el cobre, pues parece ser que en este afloramiento apareció cobre asociado al oligisto. Tal hipótesis pudiera verse avalada por el hecho de que en las inmediaciones de la roca y del yacimiento romano se ha documentado un asentamiento campaniforme”, dice el investigador de la Universidad de Córdoba.

Grieta de acceso a la mina de Piedra Luenga. / Robles

Se desarrollase o no esta explotación prehistórica, lo más factible es que el grueso del filón fuese extraído en época romana. En lo tocante a la modernidad, en el último tercio del siglo XIX existen diferentes referencias expresas. En 1868, se elabora un plano de demarcación de la mina de hierro titulada San Francisco Solano, y algunas décadas más tarde, en 1900, el Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos reseña que "se han solicitado sesenta pertenencias a la mina de hierro Petra, del sitio de Piedra Luenga". La última referencia de la que se tiene constancia es de octubre de 1934, momento en que se renuncia a la explotación del recinto llamado Los Cuatro Borrachos, en el mismo paraje, según el estudio de Cantos Ortiz. Parte del peñón, además, fue demolido en su mitad cuando se construyó la carretera de Cabra. Ahí adquirió su forma actual.

Un precinto rudimentario que todos los excursionistas saltan separa en la actualidad la tierra firme de la grieta de un metro de ancho que servía de acceso a la mina. Cuando uno llega a Piedra Luenga, suele haber alguien asomado a la oscuridad rebuscando en el abismo y un padre gritándole a un niño nervioso para que no se acerque más, pero es inevitable querer alcanzar el centro de la tierra con la mirada. La hendidura, la escombrera de arena rojiza y los cernícalos que sobrevuelan las cabezas suelen desatar la imaginación. Y luego está la tentación de saltar la brecha y coronar la cima de la pequeña mole, de entre 25 y 30 metros, donde a los valientes y a los temerarios -el riesgo de despeñarse es real, no suban sin calzado adecuado- les espera un libro de visitas y un selfie con vistas privilegiadas a la Campiña.

Lo mejor es rodear la piedra, eso no entraña peligro, para descubrir sus dos caras. La del acceso a la mina, al Sur, es soleada y seca, sin más vegetación que un forrajal por el que a veces se asoma una perdiz. Su opuesta, al Norte, es umbría y húmeda, una pared vertical inaccesible de la que cuelgan higueras y donde anidan las aves, un pequeño paraíso para los líquines y los musgos. Y es que desde el punto de vista medio ambiental Piedra Luenga, sus dos caras, constituyen un pequeño paraíso en medio de una Campiña desolada, con “una importante flora y fauna autóctonas que hacen de este lugar uno de los parajes más singulares de la provincia”, según destaca el propio Ayuntamiento.

El paraje se caracteriza por una gran cantidad de aves que anidan en la roca y, entre las especies vegetales de la zona, destaca la presencia de una densa vegetación herbácea a los pies de la roca, como tomillares, esparragueras o helechos de escaso porte. También se encuentra una gran higuera y varios almendros.

Durante un año completo, Jorge Pino, un montillano de 36 años, visitó la roca en reiteradas ocasiones para hacer transectos, muestreos de fauna que le permitieron dibujar un panorama completo de qué atesora Piedra Luenga y el paraje de la Campiñuela, por donde serpentea el arroyo homónimo. Estas visitas evidenciaron la existencia del milano real, una rapaz considerada en peligro de extinción; del sisón común, vulnerable, o del aguilucho cenizo, igualmente vulnerable.

También documentó ejemplares de alzacola, un pájaro pequeño que suele anidar en las viñas, y de rapaces más comunes, como el águila calzada, el busardo ratonero, colonias importantes de cernícalo y ejemplares de águila culebrera, que se siente atraída por la gran cantidad de reptiles que hay en el entorno. En concreto, se han clasificado culebras de herradura, bastardas, de escalera y viperinas. En el arroyo también hay galápagos y en la hendidura de la mina, en determinadas épocas del año, pueden verse colonias de murciélagos. Respecto a los mamíferos, en la Campiñuela habitan gran variedad de mustélidos, como tejones, ginetas y garduñas, lo que completa un ecosistema variado que casi no encuentra parangón en toda la comarca.

Una gama de vinos ecológicos como homenaje

Piedra Luenga forma parte del imaginario colectivo de la localidad de Montilla, un símbolo natural en el corazón de una campaña medioambientalmente devastada tras siglos de cultivos agresivos. Prueba de este carácter emblemático es que la roca da nombre a un grupo de montañismo e, incluso, a la gama de vinos ecológicos de Bodegas Robles, amparados por la Denominación de Origen (DO) Montilla-Moriles. “Este paraje ha sido y sigue siendo hoy el máximo exponente de paraje natural que existe en la Campiña Sur por la biodiversidad en su flora, por la variedad en su fauna, por su historia y por su fragilidad ambiental”, explica el gerente de las bodegas, Francisco Robles, quien destaca que el dibujo que aparece en las etiquetas de su apreciado vino es “un paraje existente y visitable”.

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