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Álvaro Romero
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Juan Rosales, de 46 años, el asesino confeso de su mujer, Piedad Cruz, en la madrugada del 2 de julio de 2019 en Rute ha asumido este lunes los hechos ante el jurado popular, lo que implica aceptar una condena de 21 años de prisión: 20 años por asesinato y un año más por maltrato habitual. Ha aceptado asimismo una orden de alejamiento respecto a sus hijos durante 35 años; además, pierde la patria potestad. A preguntas de su letrado, Francisco Muñoz Usano, el procesado ha expresado su arrepentimiento y que sigue un tratamiento psiquiátrico.
Según el relato del Ministerio Público dado por bueno, durante el matrimonio, antes incluso del año 2011, el acusado sometió a su víctima a un clima de humillación y sumisión en el que constantemente se producían insultos, vejaciones y amenazas, lo que llevó a la propia víctima a poner fin a la relación y a pedir ayuda al Instituto Andaluz de la Mujer, que apreció en ella "signos compatibles con una situación de maltrato psicológico".
Sin embargo, meses después la relación volvió a reanudarse y con ella también las agresiones verbales, las humillaciones y las amenazas. Dos meses antes de que su marido la matara, Piedad había empezado a trabajar en una empresa propiedad de su hermano y, a mediados de junio, le comunicó que quería poner definitivamente fin a su matrimonio.
Y ahí, según el relato del fiscal, se reanudó el acoso. El acusado nunca aceptó la decisión de que la relación se terminara y lo que hacía era llamarla por teléfono o ir a su domicilio para intentar retomar la convivencia de pareja. El acusado estaba convencido de que ella había tomado la decisión influenciada por su familia para romper la relación con él y que, además, había empezado una relación con otra persona.
El día en el que Juan mató a Piedad, ella estaba con sus hijos y sus familiares. Él le hizo varias llamadas a lo largo del día conminándola a volver a casa, algo que ella hizo ya por la tarde. Al llegar a su casa se lo encontró en el interior de la vivienda y se produjo una fuerte discusión. La víctima le dijo que dejara de llamarla y de buscarla, que no iban a reanudar la relación.
El acusado salió de la vivienda a las 23:00 acompañado de uno de sus hijos y tomó la decisión de matarla. Volvió a la casa de a víctima a la 01:00 del 2 de julio, accedió usando su llave, bajó al sótano, donde guardaba sus herramientas y subió al dormitorio donde acabó con la vida de la víctima asfixiándola y golpeándole brutalmente con una herramienta.
Una vez cometido el crimen, le tapó la cara, se duchó, bajó las persianas de la casa, recogió a sus hijos y huyó llevando a los menores hacia Madrid en coche. Una vez allí, desayunaron juntos en una cafetería y el propio acusado llamó a la Guardia Civil desde allí para confesar el crimen e indicar a los agentes dónde se hallaba la víctima. El asesino ingresó en prisión el 4 de julio de 2019.
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