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Las aguas agrias vuelven a fluir en Villaharta, un municipio enclavado en plena Sierra Morena cordobesa que a principios del siglo XX se convirtió en meca nacional del turismo de salud por la calidad de sus manantiales ferruginosos, que llegaron a competir con los de Vichy (Francia) o Spa (Bélgica). La localidad, de apenas 620 habitantes y que tuvo su propio Gran Hotel, ahora una colección de ruinas monumentales en mitad del bosque, excava en este pasado esplendoroso para que las fuentes que se esconden en su subsuelo vuelvan a aflorar. Es como un sueño Belle Epoque que empieza a materializarse.
“Por Villaharta pasaron presidentes del gobierno, ministros, toda la burguesía, los obispos… La gente venía con caras blancas, con la muerte en los talones. Y se iba con la cara rosita”, relata el alcalde, Alfonso Expósito (PSOE), que lleva años buceando en este pasado para intentar que forme parte del presente y, sobre todo, del futuro. Hace poco, el Ayuntamiento contrató a la consultora Aguas y Medio Ambiente (AGMA) Asesoría Industrial dos estudios, uno hidrogeológico para el aprovechamiento de las aguas y otro jurídico administrativo para ver en qué situación se encuentran, a quién pertenecen.
Fruto de estos, recientemente se ha realizado el primer sondeo a 70 metros de la histórica fuente de Malos Pasos, un topónimo esclarecedor que retrata la dificultad para alcanzarla y la de tobillos que se han quedado por el camino. El resultado ha sido esperanzador: “Ha salido un agua extraordinaria, con un caudal de 1.800 litros a la hora”, dice con orgullo el primer edil. A través de una nueva conducción, el agua se ha llevado al antiguo quiosco de Malos Pasos, recuperado a principios de siglo, donde ya es posible beber este agua tan especial que en las primeras décadas del siglo XX atrajo a este rincón de Córdoba a tantos veraneantes. "Tiene el típico sabor de las burbujitas del carbónico y tiene un poco el color del hierro, del óxido. En la boca pica un poco", describe el primer edil.
En Villaharta llegó a haber cuatro balnearios, los más populares el de Fuente Agria y el de Santa Elisa, con su Gran Hotel. Se anunciaban en prensa y competían entre sí para quedarse a los clientes enfermizos y achacosos que llegaban desde toda España para tratar enfermedades como la diabetes, las jaquecas o los vértigos, males para los que la Medicina todavía no había encontrado remedios. Toda la localidad llegó a vivir de esto, y el empleo básico consistía en traer y llevar a la gente a la estación o en acercarla a las fuentes.
La historia comienza en 1865, cuando Elías Cervelló y Chinesta, natural de Alborique (Valencia), ayudante facultativo del Cuerpo Nacional de Obras Públicas, llega a la zona como encargado de la construcción de 20 kilómetros de la carretera Granada-Badajoz. El 13 de agosto llega a Villaharta y queda sorprendido por la constante concurrencia de personas a las aguas agrias de los manantiales cercanos. Unido a la idea de que la carretera podía pasar cerca y de que se estaba construyendo el ferrocarril Córdoba-Belmez con estación en El Vacar, lo hizo pensar. Seis años tardó en poder comprarle las tierras al duque de Alba debido a las reticencias iniciales de este, y en 1876 se inauguró la primera fonda de Fuente Agria, el inicio de un negocio florenciente.
La Exposición Farmacéutica de Madrid de 1882 supuso la presentación en sociedad de estas aguas, y de hecho recibieron la medalla de bronce. Los análisis realizados entonces por varios químicos de la Escuela Nacional de Minas atestiguan que en su composición había ácido carbónico y silúrgico, cloro, bicarbonato sódico, calcio, magnesio, óxido férrico y niveles "muy notables" de potasa.
Los expertos celebraron: "Contienen más ácido carbónico que todas las de igual clase que en España existen y más que las de Vichy (Francia), Porla (Suecia) y Espá (Bélgica) que ocupan el primer lugar en el extranjero. Existen también más cantidad de óxido de hierro y bicarbonato de sosa, cal y magnesio que en las de Marmolejo, Puerto Llano y Lanjarón. Las demás sustancias que las forman se encuentran en la proporción más ventajosa que se pueda desear. Si se une esto a la presencia de ácido sulfúrico, cloro, amoniaco y potasa, dan como resultado que las aguas de Villaharta ocupan uno de los primeros puestos entre todas las de su especie conocidas y estudiadas".
El negocio estaba hecho. Burgueses, nobles, políticos, comerciantes y religiosos llegaban a Villaharta para sumergirse en las aguas y para beberlas. Cervelló también montó un negocio de exportación de líquido embotellado. El recipiente grande lleno de 0,75 litros costaba en el balneario 0,75 pesetas, mientras que si se compraba en Córdoba o en el resto de España había que pagar 1,25 pesetas. La venta en Córdoba capital tenía lugar en farmacias, al igual que en la provincia (Lucena y Montilla). Se exportaba a Madrid, Málaga, Sevilla, Cádiz, Granada, Valencia, Barcelona, Jaén, Huelva, Zaragoza o Valladolid. E incluso cruzó el Atlántico, con pedidos desde La Habana (Cuba) y Montevideo (Uruguay).
De aquel momento esplendoroso queda una colección de ruinas, fotografías, postales de época y tres fuentes diseminadas en el término municipal: la del Cordel, la de Malos Pasos -recuperada- y la de la Boca del Infierno, en propiedad privada y que quedó malograda, pues las aguas agrias se mezclaron con las dulces y perdieron sus propiedades. Y, como reflejo del pasado, está el balneario Aguas de Villaharta, inaugurado hace pocos años y que, gracias a una autorización del Ayuntamiento, ya aprovecha las aguas de Malos Pasos, lo que le ha permitido ampliar servicios.
La ambición del municipio, sin embargo, es mucho mayor: "Estamos en un proceso de reconocimiento de todo lo que hemos hecho y queremos que las aguas tengan el reconocimiento como minero medicinales. El siguiente paso será un informe de hidrología médica, que determine las acciones concretas sobre el organismo humano y las indicaciones terapéuticas concretas. Hay que ratificar con la ciencia actual lo que se conocía en el siglo XIX", explica el alcalde. Y el fin último, dice el primer edil, es articular un "programa piloto y pionero" con el visto bueno de la Consejería de Salud y bajo la supervisión médica de turismo de salud y que Villaharta vuelva a ponerse en el mapa como en el periodo de la la Belle Epoque.
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