El arte del esparto sigue vivo
El taller artesanal de esta familia montoreña se sitúa en la calle Corredera

Son tres hermanos, solteros y llevan viviendo toda una vida del arte del trenzado del esparto enclavados en una pequeña casa de la calle Corredera de Montoro, antiguo eje del comercio montoreño donde tenían sus talleres zapateros, impresores o carpinteros. El portal de la casa sirve de exposición para los trabajos que Alfonso, de 72 años, sigue realizando con sus manos grandes y fuertes y, como él dice, "estaré trabajando el esparto hasta que mi cuerpo diga basta".
Su hermano Juan, de 82 años, ya no trabaja en la espartería y su hermana Anita, de 83, siempre se ha dedicado a cuidar de los dos, aunque ahora es Alfonso el que apoya a sus dos hermanos mayores "aunque los tres estamos llenos de achaques". La espartería comenzó con su abuelo a principios de los años 30 del pasado siglo. Éste, en un principio, sólo confeccionaba capachos para los molinos de aceite, pero el padre de estos tres hermanos aprendió el arte del trenzado del esparto (la pleita) para realizar todo tipo de enseres que en aquellos años eran de utilidad para las labores del campo como serones, barcinas para las ovejas, esportones para el acarreo de la aceituna o serillos (antes de la llegada del saco) con su tapa. Con estos conocimientos el padre de Alfonso, Juan y Anita se independizó al contraer matrimonio con su madre, Juan comenzó a realizar labores con la pleita a los 11 años, Alfonso también hacía sus pinitos desde los 15 aunque su meta era ser cartero. Con la muerte de su padre a los 63 años Alfonso tuvo que entrar a ayudar a sus hermanos con la espartería y las labores agrícolas en el olivar propiedad de la familia.
Pero llegó la mecanización del campo y lo que antes eran labores realizadas para utilizarlas en el trabajo diario pasó a ser elementos decorativos o de utilidad para las casas. Así, desde ese momento, los hermanos Hidalgo Moreno pasaron a realizar serones o aguaerillas que se colocaban en las motos para transportar todo tipo de cosas, persianas para los balcones y ventanas o almacenar alimentos en la despensa, esterillas, paneras, lámparas, hueveras, etc. Estos artículos, aunque también el montoreño los compra para su casa, al día de hoy, atraen más al turista que visita Montoro "aunque de todas maneras esto no está bien pagado y además es un capricho, aunque tengan su utilidad" resalta Alfonso.
En sus manos, y con la única ayuda de una gran aguja y unas tijeras, las rudas trenzas de esparto se convierte en una canasta, en un marco para un espejo o, incluso, en un burrito con sus aguaeras. Es la voz cantante de los tres hermanos, de verbo fácil y dando esa entonación que denota el orgullo y el dominio del oficio, Alfonso se queja "de que siempre te ponen pegas al precio, tú crees que una labor que se ha tardado cuatro horas en realizase, más el material, se le tenga que poner un precio de 10 euros". Y añade: "lo que pasa es que a mi me sirve de distracción; que voy a estar mano sobre mano". Pero el futuro de la espartería está claro: la desaparición, "cuando ya no pueda hacer nada, dice Alfonso, se acabó". Preguntado por enseñar el oficio a algún aprendiz o de forma oficial mediante algún taller o escuela de empleo Alfonso lo tiene claro. "Esto no lo quiere nadie por qué está muy mal pagado; además, yo no me puedo comprometer a dar clases porque mis hermanos me necesitan cada dos por tres y no podría tener un ritmo continuo de enseñanza". Alfonso asegura que le han encargado labores de una espartería de Córdoba y que dijo que no "por no poder cumplir los plazos que me pondrían". Se queja amargamente de que "lo que se vende hoy en los chinos le quita todo el valor a lo artesano". Él mismo va a la provincia de Almería a por el esparto que es recogido "por dos personas mayores que también les sirve de distracción", añade Alfonso.
El día que los hermanos Hidalgo Moreno cierren la espartería únicamente quedarán en la calle los hermanos Mohedo, con sus zapatos, botas y zahones, de reconocido prestigio. Los últimos en una calle que poco a poco ha ido cediendo terreno a otros ejes comerciales. Pero esa es otra historia.
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