Dos Hermanas, el castillo que espera a ser desenterrado en una loma de la Campiña de Córdoba
Patrimonio
El Ayuntamiento de Montemayor prepara una nueva fase de los trabajos de recuperación de la fortaleza, que se centrarán en el lienzo sureste
El objetivo es descubrir el patio central y la zona de dormitorios y hacer visitable todo el conjunto
En una loma de la Campiña de Córdoba, rodeado de tierras fértiles y a tiro de piedra del cauce del Carchena, que zigzaguea entre el paisaje, el castillo de Dos Hermanas lleva dormido varios siglos. Despuntan un par de torres y un portalón monumental que se abre al campo y que, en la lejanía, encuadra el caserío de Montemayor a ocho kilómetros de distancia. Aunque lo llamativo es que lo más interesante de la fortaleza aún no se ve: está sepultada bajo toneladas de tierra, esperando a ser despertada tras siglos de un sueño pesado. El Ayuntamiento lleva años intentándolo, y ahora prepara la quinta intervención en el entorno, que será inmediata.
“Los nuevos trabajos se centrarán en el muro sureste para que no se desplome. Es lo más urgente”, explica el concejal de Cultura y Patrimonio Histórico, Antonio Soto (IU). Despertar a este gigante de piedra, hacerle un lifting a la loma de Dos Hermanas, no es una empresa fácil ni barata. Y el Ayuntamiento, en los últimos cinco años, ha invertido en torno a 250.000 euros; la nueva incursión arqueológica supondrá un desembolso de 60.000 euros, una inversión “importante” para un municipio de este tamaño en el que está siendo clave el respaldo de la Diputación de Córdoba, subraya el alcalde, Antonio García.
Desenterrar el castillo de Dos Hermanas, recomponerlo, es un reto ilusionante para esta localidad de 3.800 habitantes que, precisamente, nació aquí, a orillas del Carchena. “Queda mucho trabajo pero merece la pena. Es el origen de nuestra población, nuestra seña de identidad”, argumenta el concejal, quien confía en que la musealización del entorno se produzca más pronto que tarde.
Así, en fases sucesivas, se excavará el patio de armas y se buscará la zona de dormitorios. Ambos espacios yacen sepultados bajo dos metros de tierra, pero se sabe que están ahí, razona el responsable municipal. Y se espera, además, que el estado de conservación sea bueno, al igual que las caballerizas, ya desenterradas, y que “son espectaculares”. Quien se acerque hasta el lugar tiene la posibilidad de contemplarlas: “Los pesebres para las bestias se distinguen perfectamente”, dice Soto.
El pórtico de entrada, que ahora cuenta 1,70 metros de altura, uno de los elementos constructivos que más llama la atención ahora mismo, también bajará dos metros: “Por ahí se entraba a caballo. Si ahora es monumental, lo será mucho más”, anuncia el concejal visualizando el efecto sobre un paisaje amplio y domesticado durante siglos. Al fondo se vislumbra una fuente monumental que no para de soltar agua y los eucaliptos que bordean el cauce del Carchena, sorprendentemente cristalino. “Aunque Dos Hermanas es más que un yacimiento. Es un parque arqueológico”, avisa.
Desde época prerromana
Los estudios desarrollados hasta ahora avalan que estas tierras estuvieron ocupadas de manera ininterrumpidas desde época prerromana hasta el siglo XVI, de acuerdo a la hipótesis esbozada por Javier López, Santiago Rodero y José Manuel Reyes. En la publicación Primeros resultados de la excavación del castillo medieval de Dos Hermanas, los expertos exponen, además, que la tesis sobre una total despoblación del lugar en el siglo XIV es “infundada”. De hecho, constatan un grado de conservación elevado de las estructuras halladas en el interior de los muros que igualmente la investigación consideraba arrasado y amortizado hasta sus cimentaciones, pues se pensaba que con sus piedras don Martín Alonso de Córdoba edificó su castillo señorial en Montemayor a mediados del siglo XIV. Todo lo contrario. Ambos coexistieron: “Salvo las torres y la puerta, el resto se mantiene en un estado más que aceptable”, explican. Solo hay que desenterrarlo.
“Uno de los resultados que más ilusión genera es la constatación de niveles de suelo en torno a menos 1,80 metros respecto a la cota actual, lo que se traduciría en la presencia de estancias con al menos 1,50 metros de alzados conservados. Esto es realmente positivo, pues significa que el arrasamiento del castillo no es así en todos los sectores y que su futura valoración podría contar con espacios intramuros originales”, insisten los expertos. Es decir, bajo la tierra esperan vanos, tabiques, abrevaderos, suelos…
Al mismo tiempo, quedan muchas incógnitas por despejar. Como la planta exacta del recinto fortificado, de las líneas defensivas perimetrales, de las torres, de la posible entrada en recodo, de la disposición de la torre albarrana… Son cuestiones que las futuras excavaciones tendrán que responder.
Sí se sabe con certeza que la fundación del castillo es de “indudable” factura islámica, entre los siglos XII y XIII. De este momento se conserva el zócalo de piedra y parte del alzado de tapial de la planta y del muro sur. Más tarde, en un momento bajomedieval cristiano, se produce el otro gran momento constructivo de la fortaleza. Se amplían las defensas y se restaura, y se interviene en las cabellerizas, dotándolas con nueve pesebres. Estas estancias se conservan en un magnífico estado y se consideran un referente del modo de distribución y vida dentro de un castillo durante el periodo medieval. A partir del siglo XVII se confirma el abandono, saqueo y desmonte de parte de las estructuras y la progresiva colmatación por tierras que ahora cubren las hierbas de la primavera.
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