Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
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Vega del Guadalquivir
Una mañana de hace varias semanas, un autobús cruzó la avenida principal de la barriada de Los Mochos, en Almodóvar del Río. Los vecinos observaron con extrañeza cómo bajaban hombres trajeados y mujeres enjoyadas. También llegaron coches de distintos puntos de España. Cargaban regalos y alegría pese a estos tiempos inciertos. El motivo de la cita: una pedida nupcial que reunió a alrededor de 300 personas y que, coinciden las fuentes consultadas, sería el origen principal del foco de covid-19 que ya ha causado 119 positivos en el municipio de la Vega, donde la tasa de contagios por cada 100.000 habitantes se eleva hasta los 1.499 casos. La Consejería de Salud ha acordado este martes, 6 de septiembre, el confinamiento del municipio.
La fiesta, comentan los vecinos, duró varios días y las consecuencias de aquel encuentro, como ya ha ocurrido en tantas ocasiones durante esta segunda ola con bodas, bautizos y comuniones variopintas, están aflorando ahora, transcurrido el tiempo de incubación. Las fotografías que circulan por los grupos de wasap retratan a personas con y sin mascarillas, música, cante. La novia lucía de blanco inmaculado, diadema plateada, pedrería, plumas. Una señora con mandil festivo cumplió el rito de rociarla con pétalos de rosas.
Los Mochos es ahora una barriada adormecida bajo el cielo pesado del otoño, nada que ver con aquel jolgorio. “Esto es una ruina muy grande”, cincela a bocajarro Toñi, la dueña del mesón Los Faroles. Con “esto” se refiere al virus, aunque no hace falta nombrarlo. A la entrada del salón un bote de desinfectante y un rollo de papel descansan un momento sobre un barril.
“Esto es criminal”, interviene Pedro Cabrera, un tertuliano de 91 años que cada mediodía acude al bar a tomarse un medio de vino. Entre sorbo y sorbo se pone la mascarilla: “No recuerdo nada así, y hay que tener cuidado mientras dure la tormenta”, aconseja. Fuera, en la terraza, continúa la charla. “Primero fue la pedida y luego se celebró un cumpleaños. La fiesta duró tres días”, aporta un testigo zarandeando una vara.
Las vías del tren dibujan una cicatriz gigante entre Almodóvar y la barriada de Los Mochos, donde viven un millar de personas; apenas hay seis kilómetros, aunque la distancia parece mayor. El Ayuntamiento solicitó hace unas semanas que la Junta de Andalucía incluya al municipio en su programa de intervención social, donde ya están Las Palmeras y distintos barrios de Baena, Palma del Río o Peñarroya-Pueblonuevo, y el SARS-CoV-2 no ha hecho sino evidenciar ciertos problemas. Fuentes consultadas constatan que se han puesto varias denuncias por incumplimientos de la cuarentena. Un hombre, por ejemplo, fue sorprendido cuando vendía melones: “Es que estoy bien”, cuentan que respondió cuando fue interpelado.
A lo lejos, sobre el cerro, el Castillo parece levitar entre la bruma de la Vega con el caserío desparramado a sus pies. En la atmósfera se vive una víspera continua. No se sabe de qué exactamente, pero de algo malo como ya es costumbre. Más positivos, sí. Confinamiento general, eso era. Nuevas restricciones. La última visita a la familia. La última quedada con los amigos.
“Los medios de comunicación sois carroñeros”, espeta con acritud la dependienta de la panadería La Abuela. “Esto no es pandemia, es plandemia. Todo es una mentira, se están cargando a la gente”, argumenta a las puertas del establecimiento, parapetada tras la mascarilla con un discurso negacionista. “Es mentira que el centro de salud esté saturado. Directamente es que no te atienden”, aventura de manera conspiranoica. A unos metros, Vanesa, la cuponera del barrio de la Peña, intenta repartir suerte. “Desde que empezaron a conocerse los datos, la gente tiene miedo y no sale a la calle. Se nota en las ventas”, asume. Cada día, el terminal electrónico ofrece un número al azar y el barrio lo juega. Pero no hay suerte.
A la vuelta de la esquina, el bar Izquierdo sirve para testar la salud y el ánimo del municipio, es una especie de cribaje sin virólogos. “La facturación ha caído a la mitad”, dicen casi al unísono Charo y Fiti, la cuarta generación de propietarios. El negocio, fundado en 1920, se ha hecho centenario este año, aunque la pandemia no ha permitido celebrarlo. Durante el confinamiento, aprovecharon para habilitar una terraza más grande en un solar contiguo, pero las restricciones han hecho que se mantenga a medio gas. Antes de todo esto, muchos de los turistas que llegaban al Castillo bajaban luego al municipio a comer en el Campero o a probar los famosos riñones al jerez del bar Izquierdo, era un buen plan. “Ahora no hay turistas”. Y los clientes locales, asustados por el reciente foco, tampoco llegan.
“Hay mucho menos movimiento”, corrobora la carnicera de la calle Antonio Espín, una de las arterias comerciales de este municipio de 7.937 habitantes. “Los clientes vienen y se llevan más cantidad para guardar y no tener que salir tanto a la calle”, explica. Cuenta que hace unos días un hombre entró en el establecimiento sin mascarilla. “Tenemos que llegar a esta situación para darnos cuenta de lo que está ocurriendo”, advierte. Aunque reconoce que la inmensa mayoría de los clientes cumplen la norma: llevan protección, guardan la distancia de seguridad y, en los últimos días, esperan a las puertas.
Como en Los Mochos, la actividad en Almodóvar del Río se ha reducido de manera sustancial desde hace varios días. Aunque los comercios siguen abiertos, todos coinciden en que tienen menos ajetreo. Los corrillos en la calle se dispersan rápido y las terrazas apuran la jornada a medio gas. Ahora, con el confinamiento, será mucho peor.
A la alcaldesa, Sierra Luque (IU), le cuesta llegar al Ayuntamiento entre consulta y consulta a matacaballo. A la puerta de la casa consistorial, la recibe una trabajadora termómetro en mano: “Aquí somos todos iguales. Es el protocolo”, dice la regidora. En las dependencias municipales no faltan las mamparas y los dispensadores de gel hidroalcohólico. Son algunas de las medidas que se han implementado a lo largo de los meses para que Almodóvar del Río sea un municipio seguro. A partir de ahora son muchas más.
De hecho, los contagios han estado muy controlados hasta que hace unos días la situación se desbocó, como a lo largo del verano ocurrió en Montilla, Montalbán, La Rambla o Belalcázar, localidades que ya han superado sus rebrotes. En Almodóvar, los parques y jardines están cerrados y la celebración de las fiestas en honor a la Virgen del Rosario se ha canceladado, recuerda Luque.
La primera edil, que ha solicitado refuerzos de personal para el centro de salud, subraya que la inmensa mayoría de los vecinos cumplen las recomendaciones y respetan las medidas sanitarias, y que los bares y restaurantes se encuentran muy implicados. Al tiempo, ha enviado un mensaje a aquellos que no lo hacen. “El problema llega cuando cierran y hay quien decide seguir la fiesta en otro sitio”, advierte. Porque el virus puede estar en cualquier lugar, hasta en una furgoneta llena de melones.
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