Tres años del crimen sin resolver de Alfonso 'el Copado' en Villaviciosa de Córdoba: silencio y muchos interrogantes
Sucesos
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Cuando el cuerpo sin vida de Alfonso Copado, de 55 años, fue encontrado tirado en un camino de Villaviciosa de Córdoba no supieron que se trataba de Alfonso, ni siquiera que estaba desaparecido. Hace ahora tres años. La violencia empleada lo dejó irreconocible. El agresor utilizó como arma la cepa de una vid y se ensañó con su víctima. Y, antes de abandonar el cadáver, se preocupó de dejar lo que parecía una rudimentaria cruz construida con palos. La escena del crimen desconcertó a los propios investigadores por su inusitada brutalidad y por los detalles turbadores. ¿Estaban ante algún tipo de ritual? ¿Quién pudo emplear tal nivel de crueldad? ¿Cuál fue el móvil del crimen?
La mayoría de estos interrogantes, y muchos otros, siguen sin resolverse a día de hoy, aunque desde la Comandancia de la Guardia Civil de Córdoba aseguran que la investigación continúa abierta. Eso sí, sumida en el más absoluto hermetismo. Mismo silencio que mantiene el juzgado de instrucción -fuentes del TSJA confirman que las diligencias previas se mantienen abiertas y que el caso está en fase de investigación- y mismo silencio que se vive a pie de calle en esta tranquila comunidad de 3.300 habitantes situada en plena Sierra Morena, que aguanta la respiración desde entonces esperando un desenlace que no llega.
Para profundizar en la historia, hay que remontarse al 27 de enero de 2021. Un hombre que paseaba un perro a las afueras de la localidad encontró el cuerpo en el margen de un camino en torno a las 15:00 de aquel día. La zona fue acordonada de inmediato y la unidad operativa de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Córdoba se hizo cargo de la investigación, que -insiste el Instituto Armado- continúa su curso. Aunque, tres años después, poco o nada se sabe sobre lo que ocurrió, en manos del Juzgado de Instrucción número 2 de Córdoba.
En las horas siguientes al hallazgo del cadáver -llama la atención que el asunto no trascendió a los medios de comunicación hasta varios días después-, numerosos vecinos prestaron declaración. Y fueron interrogados por su relación con el fallecido, Alfonso, conocido como el Copado, el apellido familiar. 55 años. Soltero. Y una discapacidad intelectual que lo hacían una persona especialmente vulnerable ante su agresor. Conocido por todos, querido –se pensaba– por todos.
Lo primero que se pensó es que alguien había llegado al pueblo y se había desecho de un cadáver. "Pero cuando supimos que la víctima era Alfonso, que no era un desconocido ni nadie ajeno a nosotros, todo cambió. Es una sensación que se mantiene y que no se puede describir con palabras”, dice un vecino, que insiste en que el silencio sigue impregnándolo todo. "El crimen no es motivo de conversación en los bares ni en las terrazas, no es algo sobre lo que se hable en la panadería, sobre todo por respeto", afirma.
Aunque, en el fondo, genera inquietud pensar qué hizo la víctima aquella mañana, por qué a él y, sobre todo, quién es el autor material del cruel homicidio. Alfonso vivía con su hermano, ambos solteros. Y hay coincidencia en que nunca había dado ningún problema. "No se metía con nadie, por eso no se explica esto", dicen. Y tres años después de su muerte, aún se le recuerda yendo de aquí para allá desde por la mañana saludando a la gente, pues "siempre tenía un comentario para todos, una sonrisa". A veces se pasaba por el Ayuntamiento, pedía unos caramelos. Se conocía bien los caminos y solía recorrer en el que encontró la muerte, a unos minutos a pie del centro de la localidad.
"Todavía no nos podemos creer que algo así pasara en un sitio tan tranquilo como Villaviciosa. Aquello nos impactó a todos y el paso del tiempo lo suaviza, pero nunca se olvida", dice otra vecina. Y confiesa que, aunque de puertas afuera el tema pueda parecer tabú, hay "temor" a que el autor del homicidio vuelva a actuar. "Si es alguien del pueblo, lo más posible es que siga aquí. ¿Y si sufre otro arrebato?", pregunta sin obtener respuesta alguna.
La calle de Agustín López nace entre las plazas de España y de Andalucía, entre el Ayuntamiento y el bar Pinito. Quedan atrás el bazar y la panadería Cantero: al final de una hilera de casas blancas empieza la pista de tierra donde fue hallado el cuerpo ensangrentado. Hay viñas y algún huerto. Era una zona que transitaba, por donde se daba sus paseos y por donde se solía ver. Aquel 27 de enero hubo un vecino que se encontró con él, aunque no lo llegó a ver, es difícil de explicar. Estaba en su cochera y oyó a Alfonso desde fuera. Lo conocía y debió ser él por la voz y el comentario que le hizo, aunque no tuvieron contacto visual. Es tal vez el último testimonio sobre la vida de Alfonso, que entonces se desvaneció entre demasiados interrogantes sin responder.
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