Una devoción de 350 años

La Archicofradía de la Soledad festeja con una procesión la efeméride de la llegada de su titular

La Virgen de la Soledad, ayer, a la salida de la parroquia de los Remedios.
La Virgen de la Soledad, ayer, a la salida de la parroquia de los Remedios.
Antonio J. Roldán

22 de septiembre 2013 - 05:01

Un ambiente de Semana Santa en pleno mes de septiembre. Eso es lo que se pudo respirar ayer en el centro de la localidad ya que todo parecía estar preparado para engañar a los sentidos y trasladarnos en el tiempo hasta primavera, cuando justamente se produce el paso del verano al otoño. La Archicofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Quinta Angustia celebraba ayer el acto central del programa confeccionado para festejar que hace 350 años su imagen titular -atribuida a la gubia de Pedro de Mena- llegó a la ermita de Santa Ana, actual parroquia de los Remedios, para iniciar una larga singladura de afectos y complicidad con el pueblo egabrense, que la venera y señala como la mayor devoción de la Semana Mayor egabrense.

Y para muestra de este cariño valga el botón de unas aceras abarrotadas ya no sólo por cofrades de la localidad sino también por personas llegadas desde distintos puntos del centro de Andalucía. En torno a las seis de la tarde ya no cabía un alma en los aledaños de la plaza de Aguilar y Eslava, pues la dificultosa salida del paso procesional de la Señora es uno de los momentos álgidos en el calendario cofradiero local. Una estampa muy tradicional que, desde aquel momento, comenzó a tomar un cariz extraordinario en toda su extensión.

Para empezar, el horario. Si en Semana Santa el cortejo sale por la mañana y culmina su recorrido en torno a las cuatro de la tarde, en esta ocasión la noche iba a sorprender en la calle a la imagen, que lucía imponente con su riquísimo -a la par que habitual- conjunto de salida en el que figura la saya recientemente restaurada.

De hecho, si no fuera por la hora y por algunos cambios sustanciales en su itinerario, cualquiera podría haber jurado encontrarse en medio de los días santos. Incluso la temperatura se asemejó a la que podemos encontrar en esa época, siempre y cuando el agua no haga de las suyas. En este caso no fue así y el tiempo también acompañó a la Virgen de la Soledad, una imagen especialmente castigada en los últimos años por las inclemencias meteorológicas.

El sonido estuvo a cargo de una de las mejores formaciones del momento en el panorama musical cofrade, como es la de Nuestra Señora de la Victoria -Las Cigarreras- de Sevilla, que desde el pasado año permanece íntimamente ligado a esta corporación egabrense que, históricamente, ha cuidado con esmero la parte musical en sus salidas procesionales. Aunque al hablar de sonidos, también hubo espacio para la plegaria y el canto. A la llegada del paso al Ayuntamiento, justo en el acto de entrega de la mención honorífica que el Consistorio concedió a la Archicofradía con motivo de esta efemérides, se interpretó la pieza No llores, madre en la voz de Mari Pepa Delgado y el órgano de Manuel Calahorro, ambos hermanos y devotos de la Virgen de la Soledad.

A partir de ahí, y con la noche por dosel, la cruz de guía avanzó por el recorrido convencional de regreso hasta la parroquia de los Remedios. Un itinerario que pasa por las principales calles de esta collación, como la de La Cruz, donde los vecinos llevan preparando la llegada de la Virgen más de una semana. Balcones engalanados, pancartas con el lema 350 años con tu pueblo y una tromba de pétalos marcaron el paso de la Señora por su barrio. Un colofón brillante para un año extraordinario en el seno de la corporación de la calle Santa Ana, que pondrá punto y final a los actos conmemorativos el próximo domingo 27 de octubre con un solemne pontifical de acción de gracias.

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