¿Por qué hay flores de lis en el Castillo de Belalcázar?
Los Pedroches
Una investigacón de la Asociación Cultural Turdulia Belalcazarensis desvela uno de los enigmas sobre la imponente fortaleza cordobesa
El estudio apunta a que la madre del I Conde de Belalcázar no fue Leonor de Guzmán y Córdoba, sino Leonor Daza, cuyo escudo de armas incluye cinco flores de lis con una espada atravesada
El Castillo de Belalcázar, uno de los emblemas del Norte de la provincia de Córdoba, no para de arrojar sorpresas. Y los colosales trabajos de restauración a los que está siendo sometido el monumento están ayudando no solo a devolver la vida a la fortaleza, sino a resolver algunos enigmas con siglos de antigüedad. Ahora, tras meses de investigación, la Asociación Cultural Turdulia Belalcazarensis ha podido dar respuesta al fin a una de estas incógnitas: ¿por qué hay flores de lis en el Castillo de Belalcázar?
"Nada es casual en el edificio. Su estructura y sus elementos decorativos encierran una simbología extraordinaria que hay que saber interpretar. Pero igual que parte de ella se encuentra de sobras documentada, existe otra que vamos poco a poco descubriendo gracias a las conclusiones alcanzadas a partir de los más variados documentos históricos”, responde Cándido Gómez, confundador de Turdulia y una de las personas que está detrás de la investigación.
Por ejemplo, durante siglos se han dado por tristemente desaparecidas las piezas que remataban el adarve del castillo, flores de lis, y que hubieran permitido reconstruir el aspecto original de la fortaleza. Pero durante los recientes trabajos de rehabilitación ha aparecido una de las piedras labradas que lo formaban y que confirman la imagen tradicionalmente propuesta por el historiador cordobés Ramírez de las Casas-Deza, quien hablaba en sus crónicas de una merlatura calada en forma de flores de lis.
¿Cuál sería el significado de estas flores? ¿Eran simplemente un motivo ornamental más o encerraban algún secreto e información adicional? “Todo el Castillo está impregnado de un marcado simbolismo, y entre sus elementos decorativos más significativos hay diversos testimonios heráldicos de la familia condal que se encuentran plenamente integrados en la arquitectura. A veces, de forma tan hábil que, pese a su gigantesco tamaño, pueden incluso llegar a pasar desapercibidos”, incide Gómez.
Así, por ejemplo, la cadena labrada en los sillares de granito que marca la separación entre el cuerpo cuadrado inferior y el recrecimiento posterior ha sido interpretada como el emblema de las armas de los Zúñiga. Y las ocho escaraguaitas que flanquean el centro y las esquinas de la torre del homenaje mostrarían el ajedrezado característico de las armas de los Sotomayor, en el que probablemente sea uno de los escudos más grandes jamás representados en el reino de Castilla, con 6 metros de altura y 3,5 de anchura. “Era un claro mensaje de legitimación y autoafirmación de la autoridad de la familia Sotomayor y de sus sucesores en el nuevo señorío de Belalcázar”, explica el investigador.
Pero faltaba por identificar a qué podía corresponder la flor de lis, un elemento que, como acaban de desvelar los investigadores, se correspondería con el emblema de la casa de los Daza, en honor de la rama familiar por parte de abuelo de Alfonso de Sotomayor, I Conde de Belalcázar y, en concreto, al escudo de su madre: Leonor Daza.
Y es que, al contrario de lo que se pensaba, la madre del I Conde de Belalcázar fue Leonor Daza y no Leonor de Guzmán y Córdoba. Y Leonor Daza era a su vez sobrina de Gutierre de Sotomayor, padre del I Conde. Daza es el acrónimo de García de Aza, abuelo paterno de Leonor, y las armas de los Daza son cinco flores de lis con una espada atravesada. “Por lo tanto, las flores de lis que hay representadas en la torre del Homenaje son en realidad la representación heráldica del escudo de los Daza, que junto con las de los Sotomayor y Zúñiga forman un auténtico árbol genealógico tallado en piedra de los orígenes heráldicos del linaje de la familia condal de Belalcázar”, concluye la investigación.
En resumen, la madre del I Conde de Belalcázar era a su vez prima hermana de este. “Este tipo de circunstancias, aun sorprendentes hoy en día, eran habituales en la época, donde reyes y nobles casaban con sus mismas líneas de sangre para hacer más puro el linaje”, explica la investigación de Turdulia.
En este caso no existieron capitulaciones matrimoniales, sino simplemente procreación de un heredero: “Es muy probable que doña Leonor se encontrase por aquel entonces bajo la custodia y el cuidado de Gutierre, puesto que su padre había fallecido en 1435”, teorizan los expertos. Así, tras tener un hijo con ella, debió optar por honrar a ella y a la memoria de su hermano legitimando oficialmente a su hijo Alfonso mediante provisión real en 1437. La historia, ahora desvelada, quedó plasmada en piedra en el imponente monumento.
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