Dos guerreros invencibles

Posadas Torres del Ochavo y Guadacabrilla

Las vetustas fortalezas malenas han resistido el paso del tiempo y la dejadez

Torre del Ochavo, situada en el cruce de caminos que van a Villaviciosa, Hornachuelos y Posadas.
Torre del Ochavo, situada en el cruce de caminos que van a Villaviciosa, Hornachuelos y Posadas.

Posadas guarda gran parte de su historia en varias edificaciones arquitectónicas tan singulares como la Torre del Ochavo y la de Guadacabrilla, vetustas fortalezas un tanto olvidadas en las que no se agolpan los turistas con ansias de conocer un poco más de ellas, pero que forman parte del rico patrimonio del Valle del Guadalquivir. La primera referencia que se tiene sobre la Torre del Ochavo data de 1352, cuando fue visitada con motivo de un ordenamiento del territorio promovido por Pedro I. Su hijo Pedro Cabrera poseyó este heredamiento, por lo que se le llamó como torre de Pedro Cabrera.

A partir de la segunda mitad del siglo XV se la conoce como torre del Ochavo. En su libro Las Posadas del Rey, Rafael Fernández Rosales apunta que el nombre se debe a la primera ordenanza de Córdoba por la que, después de recolectar cereal y aprovechar el rastrojo para los ganados del dueño de la finca, podían entrar a pastar los ganados de los vecinos sin pagar renta alguna. Así, se autorizó a los dueños de los cortijos para que para que dedicaran al pasto la octava parte -el ochavo- de la superficie, circunstancia que hizo que se cambiara el nombre de la edificación y se afianzara el adehesado en este entorno de la torre.

Este mampuesto rectangular de 8,80 por 7,50 metros está situado en el cruce de caminos que van a Villaviciosa, Hornachuelos y Posadas, en plena sierra, como parte de un sistema de señales. Según el arqueólogo maleno Daniel García Arrabal, esta torre comunicaba por el Norte con los castillos de Névalo y El Bacar; por el Este, con el castillete de Santa María de Trassierra; por el Sur, con el castillo de Almodóvar, la Torre de la Cabrilla y la fortaleza de Posadas, y por el Este, con el castillo de Hornachuelos y la Atalaya. "La Torre del Ochavo es un caso muy especial, pues está en manos privadas y hace unos años la remozaron y remodelaron. En el exterior han acoplado una escalera para subir a un mirador y en el interior han dispuesto una especie de capilla o altar donde se puede acceder varios días a la semana", puntualiza.

A unos tres kilómetros de Posadas, en posición dominante y siguiendo el curso del Río Guadalquivir, emerge la Torre de Guadacabrilla o de la Cabrilla, otro ejemplo de patrimonio maleno. Fue mandada a construir en 1402 por el segundo corregidor de Córdoba, el doctor Luis Sánchez, en tiempos de Enrique III, quien tenía una gran preocupación por la reparación y la puesta a punto de las fortalezas cordobesas, reforzando los puntos débiles de las mismas de cualquier ataque de pueblos enemigos. La torre se asienta sobre los restos de otra que databa de 1267. Asimismo, no se escapa de referencias literarias y leyendas populares acerca de venteros y bandidos que pasaban sus días por tierras de Posadas. Narra Rafael Fernández en su libro que el mayordomo Diego González de Villafranca le dio 1.000 maravedíes de limosna a Juan de Buenavista, ermitaño de tierras cordobesas, para proteger el camino de Guadacabrilla, con lo que evitó muchos robos y muertes.

La Cabrilla, torreón medieval de paredes con intervalos de losas de piedra y esquinas fabricadas con sillares en hiladas alternadas de soga y tizones, enlaza el castillo de Almodóvar con la localidad de Posadas, y a su vez da vigilancia y protección a esta importante vía de comunicación, así como la del vado del río Guadalquivir. Hoy día, según cuenta García Arrabal, pertenece al Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) y está aislada y sin uso. "Se podría haber contemplado un acceso a ella con la Variante de Posadas y habilitar un merendero o área de descanso", lamenta el arqueólogo maleno.

Como el resto de estructuras defensivas, estas dos torres pasaron a ser Bien de Interés Cultural (BIC), si bien su mérito está en haber soportado el paso del tiempo, en convertirse en dos guerreros invencibles que han hecho frente a la dejadez.

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