Hallan en Córdoba una colonia de triops, un animal llegado del Jurásico
Medioambiente
La Sociedad Cordobesa de Historia Natural identifica varios ejemplares, tras 13 años de ausencia, en charcas temporales de Guadalcázar, un desconocido paraíso de biodiversidad
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El triops cancriformis mauritanicus tiene pinta de pocos amigos. Mirado de cerca, parece un alien llegado de un planeta extraño. Un monstruo auténtico que, de hecho, es un verdadero superviviente en la historia de la Tierra: se le considera la especie animal más antigua del planeta, pues lleva unos 220 millones de años (desde el Jurásico) sin sufrir apenas variaciones en su forma. Pero lo cierto es que es complicadísimo de ver y, en la provincia de Córdoba, las únicas referencias databan de 2010.
Hasta ahora, cuando la Sociedad Cordobesa de Historia Natural lo ha vuelto a citar tras su identificación en algunas charcas del término municipal de Guadalcázar. Con sus tres ojos -dos compuestos internos y un ojo naupliar entre medias- y el caparazón aplanado que le cubre la cabeza, los triops sobreviven en el fondo de charcos y lagunas, donde se desplazan con el vientre hacia abajo.
Son omnívoros y hurgan en el fondo de los charcos en busca de alimento, ayudándose con el ángulo delantero de su caparazón para revolver el barro. Por eso mismo son tan difíciles de encontrar, explican desde la Sociedad Cordobesa. Y, además, aunque estén ahí, es complicado verlos si no se les sabe buscar.
¿Cómo sobreviven? Su ciclo vital es muy rápido y está perfectamente adaptado a la sequía. Los huevos enterrados en el lodo seco pueden resistir fuertes heladas durante el invierno y eclosionar en dos o tres días con la humedad de las primeras lluvias, aunque se necesita una temperatura mínima de 23 grados centígrados. Y lo más llamativo es que "tienen huevos de resistencia que pueden permanecer más de diez años esperando el momento adecuado para eclosionar", explican los expertos consultados. De ahí -dicen- la importancia de conservar el hábitat de campiña en el que sobreviven, los estanques temporales meditérraneos -hábitat 3170, en jerga técnica-, su hogar actual, donde se esconden en este momento de la evolución donde el hombre lo invade todo.
Un paraíso de biodiversidad
¿Y por qué en Guadalcázar? Esta pequeña localidad cordobesa enclavada en la Vega del Guadalquivir, de apenas 1.500 habitantes, encierra en su término municipal interesantes registros de gran importancia para la conservación de la biodiversidad, explica la Sociedad Cordobesa de Historia Natural. En los parajes de El Hecho, la Dehesilla, Chozas de la Parrilla y los arroyos del Guadalmazán, Masegoso y la Marota, se han localizado hábitats prioritarios de interés comunitario y especies muy interesantes de flora y fauna.
Así, aparte del triops, en la zona se ha identificado una pequeña y curiosa mantis, sin alas, Apteromantis aptera, protegida e incluida en el Listado Andaluz de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Es muy rara de encontrar en otros lugares y no se conocía de esta zona de transición entre la vega y la campiña cordobesa. Otros insectos de interés de los que se tiene constancia de su presencia son Harraphidia laufferi, una especie de mosca serpiente que a nivel provincial tan solo se conocía de una en Los Pedroches.
También se ha encontrado un pequeño saltamontes, Stenonemobius gracilis, muy escaso en la península ibérica y asociado a pastos húmedos. En cuanto a los arácnidos, destaca la presencia de una población de arañas tramperas del género Nemesia que podrían tratarse de una especie nueva para la ciencia, un endemismo aún no descrito.
Según el herpetólogo Ricardo Reques, coautor de la guía de anfibios y reptiles de España, de los 14 anfibios representados en la provincia, existen siete en Guadalcázar; y aquí se encuentra precisamente una de las dos poblaciones de tritón pigmeo conocidas en la campiña. También se constatan poblaciones de eslizón ibérico, un escaso reptil y de la cada vez más escasa salamanquesa rosada, que puede observarse en el mismo pueblo.
En cuanto a los peces, la comunidad encontrada en el término de Guadalcázar, como citan De Miguel y Peña en su publicación sobre ictiofauna del municipio, resulta excepcional dentro de la cuenca del Guadalquivir por dos cuestiones. La primera es poseer cursos fluviales de hasta cuatro especies autóctonas y ninguna exótica, lo cual es casi único para la margen izquierda del río. Y lo segundo, por encontrar en ellos individuos cuya morfología externa corresponde a híbridos de calandinos con otros ciprínidos, los cuales deberían ser analizados genéticamente para descartar considerarlos como un endemismo aún no descrito.
Sobre Guadalcázar se han escrito diez artículos científicos y dos libros relativos a los valores ambientales del términio municipales, que abarcan desde los crustáceos acuáticos que se han descubierto en las charcas temporales que se forman hasta las especies silvestres de plantas con interés culinario.
Un viaje en las patas de las aves
Los jóvenes triops, con una dieta omnívora, comienzan a alimentarse frenéticamente de todo lo que encuentran. Navegan por el fondo hurgando en el lodo y prefieren alimentarse de detritus vegetal, pero si este escasea devoran renacuajos, artemias o a sus congéneres cuando están mudando el caparazón y son más frágiles. Alcanzan una talla de 10 centímetros y antes de envejecer y morir al mes y medio de vida dejan toda la descendencia que pueden. Si los machos escasean, lo que es habitual, las hembras pueden reproducirse por partenogénesis sin la colaboración de estos. Los huevos pueden viajar en el barro que queda pegado a las patas de las aves que visitan sus charcas y de esta forma pueden extenderse por toda su área de distribución.
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