Hallan el inventario de obras de arte incautadas en el convento de Belalcázar tras estallar la Guerra Civil
Investigación
La asociación Turdulia recupera un documento de 1939 en el que se detallan todos los bienes que fueron sacados de Santa Clara de la Columna y trasladados a Valencia
Hay dos cuadros de Murillo, tallas, retablos y decenas de piezas de orfebrería que nunca se han recuperado
Del convento de Santa Clara de la Columna de Belalcázar siempre se ha dicho que constituye el conjunto patrimonial más rico de la provincia de Córdoba después de la Mezquita-Catedral. A la sombra del imponente Castillo, la comunidad religiosa acumuló durante siglos valiosísimos retablos, cuadros, tallas, libros y una ingente colección de orfebrería. Todo se perdió en la Guerra Civil, cuando el sobresaliente complejo fue desnudado y sus bienes incautados y llevados a Valencia, donde se asentó la capital de la República. De todo lo que allí había solo se sabía por fuentes orales hasta que, al fin, integrantes de Turdulia Belalcazarensis, la Asociación Cultural de Historia y Arqueología de Belalcázar, han encontrado el inventario original de los bienes incautados.
"Es un hallazgo importantísimo, porque en primer lugar nos permitirá conocer cómo era el convento antes de la Guerra y, sobre todo, podremos tirar del hilo para intentar localizar los bienes", explica el secretario de la asociación, Rafael López, entusiasmado con el hallazgo. Un integrante del colectivo encontró el documento casualmente en el Obispado, en el transcurso de las tareas regulares que suelen llevar a cabo en archivos de todo tipo.
A lo largo de seis páginas minuciosamente mecanografiadas, un funcionario da cuentas el 12 de julio de 1939 de los bienes requisados. Pertenecía a la Junta de Protección del Tesoro Artístico, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que fue el organismo encargado de la protección del patrimonio artístico español durante la Guerra Civil. Creada por el gobierno de la II República tan solo cinco días después de la sublevación militar, tuvo como objetivo principal evitar la destrucción de los bienes culturales durante el transcurso de la contienda, recuerda Turdelia.
En 1937, la junta central del organismo se constituyó en Valencia –donde por aquel entonces ya se había trasladado el Gobierno republicano–, centralizando en la ciudad levantina la recepción de las obras de arte llegadas de todo el país. Para ello, se adecuaron las Torres de Serranos y el Colegio del Patriarca como depósitos principales para almacenar el gran tesoro artístico nacional.
Y entre los bienes requisados se encuentran los del monasterio de Santa Clara de la Columna, a los que se les había perdido la pista. Se enviaron un total de 11 embalajes con piezas del altar mayor de la iglesia, los retablos laterales, la sacristía, el refectorio o la capilla del cementerio conventural, de donde se sacó una Sagrada Familia "probablemente de Murillo", como dejó anotado el funcionario. En el larguísimo listado hay otros tres "cuadritos con figuras religiosas" atribuidas igualmente al pintor sevillano, aunque la mayoría de bienes aparecen sin autoría ni ningún código. Las descripciones son someras, y únicamente se anota el tamaño de los lienzos.
Hay una tabla atribuida a Morales; tres sillones tallados de damasco del siglo XV; un piano y un órgano aproximadamente del año 1700; una corona y un bastón de plata y varias esculturas pequeñas y crucifijos de gran valor, todo de plata; cinco esculturas que representaban a San Antonio, San Juan de Capristano, San Juan Evangelista, San Buenaventura y la Inmaculada; un grupo escultórico de tres figuras que representaba la toma de hábitos de Santa Clara, y tres monjas con cruz procesional y ciriales, San Francisco, Santa Clara y un religioso con el acetre y una religiosa con vela, todo en madera "de un gran valor artístico y antigüedad". Y un largo etcétera de "lienzos, tesoros, esculturas y joyas varias", resume Turdulia.
El complejo monástico, del siglo XV, quedó completamente desnudo, despojado de sus riquezas. Apenas se mantuvieron un par de cristos de márfil y en 1942 se recuperaron dos de los bienes incautados, una imagen de la Virgen de la Esperanza del siglo XV -la llamada Virgen de la Tinaja, modelada en barro cocido- y un frontal bordado en oro y sedas barroco del XVIII. Y lo cierto es que, como ha confirmado Turdulia, no existe acta de devolución al cenobio durante la postguerra, por lo que cabe presumir que la gran mayoría de las piezas pertenecientes al mismo "podrían haber sido desviadas hacia otros destinatarios al no haber sido reclamadas en la inmediata postguerra". Mejor suerte corrieron los bienes de la parroquia de Santiago el Mayor, de los que sí existe acta de devolución, como recuerda Rafael López.
El hallazgo del documento, como la punta de un iceberg sumergido en el océano de la Historia, abre infinitas posibilidades para intentar localizar las obras de arte y, por qué no, reclamarlas a sus propietarios actuales. El objetivo de Turdulia es, de hecho, que las obras de arte sean "devueltas a su lugar de origen, reagruparlas e incrementar así la riqueza patrimonial de la Villa". Es una tarea "difícil", como reconoce el propio secretario del colectivo, que ha llamado a la colaboración por si algún particular, investigador o coleccionista "tiene algún tipo de información o sospecha del actual paradero de alguno de los bienes incautados".
Algunos de ellos, especialmente los lienzos de Murillo, son "los más complicados de recuperar" por su gran valor", como reconoce Rafael López. "Pueden estar en alguna iglesia o en casa de algún particular, porque todo puede ser posible", asume. Y pone como ejemplo los ocho libros de cantos del monasterio que, misteriosamente, se conservan en la sede de la Spanish Society en Nueva York. "No sabemos cómo han podido llegar allí, pero al menos están documentados y bien custodiados", dice. Porque la incautación de los bienes al inicio de la Guerra Civil es solo un capítulo más en la azarosa vida de la comunidad religiosa. Antes se produjo la desamortización de Mendizábal, y más tarde la comunidad religiosa se enfrentó a una durísima posguerra: "Las monjas pasaron mucha hambre y pudieron vender algunos bienes...". Al menos se ha encontrado una de las piezas fundamentales que le faltaban al rompecabezas.
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