La historia del guardia civil de Córdoba que se sublevó para salvar a sus vecinos llega al cine
Cultura
Los vecinos de Albendín han cedido su tiempo, sus casas, su vestuario y sus enseres para recrear las escenas de la película
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Manuel Hernández González era el cabo de la Guardia Civil de Albendín (Córdoba), con 2.000 habitantes en 1936 cuando se sumó al golpe militar para salvar a sus vecinos, a los que le ordenaron que detuviese. Los vecinos de Albendín han llevado al cine su historia 87 años después.
El cabo Hernández fue condenado por "adhesión a la rebelión" a cadena perpetua, tras ser arrestado el 23 de agosto de 1936 por el teniente responsable del cuartel de Baena, acusado, entre otras cuestiones, de decir "que no se deben acatar más órdenes que las que emanen del gobierno legalmente constituido en Madrid", el de la República.
Tras cumplir prisión hasta el 30 de mayo de 1942, al serle reducida la pena a doce años y después redimir parte por el trabajo, puso sobre el papel lo que vivió, tanto durante el golpe de estado en Albendín, pedanía de Baena, como en prisión.
Se trata de lo que llamó Papeles Confidenciales, que un biznieto entregó al historiador Arcángel Bédmar. "Ni cuando antes entré, ni cuando ahora salgo, tenía ni tengo peso alguno en mi conciencia. Patriota era, y patriota soy", escribió el cabo Hernández, que era natural de Badajoz.
Esta última frase sirve de título al libro en el que Bédmar cuenta su historia. Este miércoles, al cumplirse el 45 aniversario de la aprobación en referéndum de la Constitución, el pueblo de Albendín estrena Manuel, una película que no quiere narrar una historia de la Guerra Civil.
Un hombre bueno
"De hecho, nosotros no vamos a mostrar sangre ninguna, dolor sí", ha señalado a EFE el responsable del guion, Vicente Mejías, director del colegio público Santa María de Albendín, el centro que acoge a los poco más de cien niños de la pedanía. Para Mejías, se trata de "una película de un hombre, no de la Guerra Civil; la historia de un hombre que entendemos bueno y honorable".
El docente, con una veintena de años al frente del colegio, ha explicado que la película, en blanco y negro y excepto en lo que se refiere a la parte de grabación y montaje, a cargo de un profesional de Baena, se ha realizado en su integridad por vecinos de Albendín, que han cedido su tiempo, sus casas, su vestuario y sus enseres para recrear la población hace 87 años.
Arcángel Bédmar relata así la trayectoria del cabo en Albendín: "Mientras unos se dedicaban a matar, Manuel Hernández se jugó su vida por salvar a otros, como al alcalde pedáneo y a la decena de directivos del Centro Obrero de Albendín, un pueblo a cuyos habitantes califica de honrados, laboriosos y pacíficos".
El cabo, que había llegado a la pedanía en enero de 1935, con 40 años, les advirtió que tenía orden de detenerlos y dijo a sus superiores que no los había encontrado al ir a cumplir el arresto. En principio se pensó en rodar un cortometraje, de unos diez minutos, basado en el libro de Bédmar, a sugerencia, hace un par de años, del hoy alcalde pedáneo en Albendín y concejal en Baena, José Andrés García Malagón (PSOE). Su insistencia venció la negativa inicial.
Experiencia en teatro pero no en cine
Mejías ha reconocido que en "la comunidad educativa hemos trabajado bastante el teatro", pero carecen de "experiencia en cine". Eso no les ha impedido organizar toda la producción para pertrechar un largometraje de 75 minutos, aunque el autor del guion asume que, "personalmente, si llego a saber las dificultades que tiene esto, me hubiera costado más trabajo lanzarme". Quien ha coordinado toda la producción de la película es Inmaculada Lozano, para quien el trabajo "ha tenido sus más y sus menos".
Desde buscar decorados a "pedir a gente que nos dejaran, por ejemplo, la máquina de escribir o el teléfono antiguos". La máquina de escribir es un elemento capital del filme. A través de ella se produce el relato cinematográfico de cómo Manuel Hernández va mecanografiando, "sin quitar ni poner nada", las anotaciones realizadas en prisión, de las que salen veintitrés páginas, a las que se unen otras veinticuatro que escribe poco después de ser puesto en libertad.
Entonces se traslada a Almodóvar del Río, de donde era oriunda su esposa. Allí, donde falleció en 1969, a los 75 años, y donde está enterrado, se ganó la vida con clases particulares, a pesar de ser autodidacto, como escribiente de una empresa y empleado de Renfe, según recoge Arcángel Bédmar en su libro.
Gente muy abierta y dedicada
La comunidad que forma Albendín, unos 1.200 habitantes en la actualidad, se ha volcado con la iniciativa. Desde todo el claustro del profesorado del colegio, que participa en la producción, al propio alcalde pedáneo, que ha asumido el papel del protagonista.
Inmaculada Lozano ha recordado momentos en los que se ha rescatado a vecinos que pasaban por la calle para que asumiesen algún papel o la disposición a prestar sus propias viviendas como escenario. "Somos gente muy abierta", ha señalado para destacar el carácter participativo de la población.
También la Comandancia de la Guardia Civil de Córdoba ha cooperado facilitando los permisos para la confección y utilización de los uniformes de los años 30 y para el uso de las armas de aquella época.
Para Vicente Mejías, "es verdad que (el cabo Hernández) desobedeció órdenes dadas por un superior, pero también es verdad que esa desobediencia fue para proteger un bien mayor, en este caso la vida de la gente de Albendín, de mucha gente de Albendín, en la paz y la convivencia que, según él, era su misión aquí".
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