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Jaén y Córdoba son tierras olivareras por excelencia. Como también son aceituneras Granada, Sevilla, Málaga y Cádiz. Desde el Cerro de las Cabezas, en Fuente-Tójar, en la Subbética cordobesa, los olivos se extienden hasta el infinito y se pierden en la lejanía. Pasa lo mismo si se observan desde un mirador de Cazorla, desde Estepa o desde Loja. Allá adonde no llega la vista, las hileras de olivos continúan y se pierden en la inmensidad. Es el llamado mar de olivos, un paisaje excepcional que puede contemplarse únicamente en parte de Andalucía y cuyos ejemplos más sobresalientes optan a ser declarados Patrimonio Mundial por la Unesco la próxima primavera.
Pero, ¿qué es en sentido estricto el mar de olivos? ¿Cualquier cultivo merece este calificativo? La respuesta rotunda es que "no". Tal y como aparece recogido en el expediente impulsado por la Diputación de Jaén y que ya ha sido remitido a las Naciones Unidas para su evaluación, el mar de olivos es un "concepto subjetivo" que define una escenografía donde este cultivo "se extiende hasta la línea del horizonte y, además, dicha línea ha de situarse lo suficientemente lejos del observador como para generar una configuración similar a las visiones sobre el mar". Para elementos de tamaño medio, como son los conjuntos de olivar, los expertos calculan que se necesita una distancia de al menos 15 kilómetros.
Teniendo en cuenta una circunferencia con este radio, la extensión sería de 706,8 kilómetros cuadrados, y habría que situarse en el centro. No solo eso, como aclara el expediente, consultado por El Día, para que se dé un mínimo de percepción de continuidad en la escena y que esta pase a considerarse una configuración de mar, se ha estimado que al menos un tercio de la superficie debe estar dominada por olivos. En conclusión, solo aquellos espacios cultivados que pueden ser observados en conjunto con un mínimo de 235 kilómetros cuadrados forman parte del mar de olivos andaluz.
El primer vuelo fotográfico existente para toda la región, del año 1956, señalaba que la extensión del olivar entonces era ya superior a los 12.150 kilómetros cuadrados, una superficie similar e incluso superior a la que ofrecen algunas de las provincias andaluzas (como Almería, Cádiz, Huelva o Málaga). Si bien es verdad que fue reduciéndose progresivamente hasta la entrada de España en la Unión Europea, en 1985, cuando se alcanzó la cifra de 10.729 kilómetros, el cultivo del olivar no ha dejado de expandirse y actualmente ronda los 15.000 kilómetros. Este valor es ya superior al que presenta cualquiera de las provincias andaluzas (Sevilla, la mayor de todas, cuenta con una superficie de 14.044 kilómetros).
Para determinar cómo de extenso es el mar de olivos, se han analizado cerca de 10.000 puntos distribuidos entre municipios y se ha prestado especial atención a los conjuntos históricos, carreteras, ferrocarriles, senderos, miradores y centros de recepción de turismo e interpretación. Tras un proceso de simplificación en el que se suavizaron los bordes irregulares y las islas interiores, el resultado es que el mar de olivos se distribuye en sentido suroeste-noreste por seis de las ocho provincias andaluzas: Cádiz, Sevilla, Málaga, Córdoba, Granada y Jaén.
Se trata de un territorio con más de 300 kilómetros de longitud por 150 de ancho que abarca, en conjunto, una gran esxtensión con más de 19.120 kilómetros. Este área acoge en su interior el 78% del olivar presente en Andalucía.
Internamente, todo este espacio acoge a numerosas poblaciones medias, pero también dos capitales de provincia: Jaén y Granada. Así, en el mar de olivos andaluz habita un número elevado de población; de acuerdo a los datos del padrón recogidos en la memoria del expediente remitido a la Unesco, son 1,6 millones de personas, pese a tratarse de un área predominantemente rural, con núcleos urbanos bastante distantes unos de otros. Puente Genil, Lucena, Montilla, Baena, Cabra, Priego de Córdoba, Montoro, Antequera, Loja, Andújar, Bailén, La Carolina, Linares, Úbeda, Baeza o Cazorla son algunos de los municipios que quedan dentro del mar de olivos, más numerosas localidades, aldeas y pedanías que aportan por sí mismas más de 500.000 personas.
Disfrutar de este paisaje infinito es fácil si se vive en Andalucía, aunque hay algunos puntos privilegiados. En el caso de la Subbética cordobesa, los expertos señalan que "Cabra disfruta de una gran visión" sobre el mar de olivos, al igual que Rute, que "se muestra como uno de los principales lugares de observación" gracias a su posición en las ladeeras de la sierra del mismo nombre y a la disposición de unas campiñas a modo de grada natural, lo que permite contemplar el bosque de olivos que llega hasta Lucena.
Otro punto de contemplación son las proximidades a Priego de Córdoba. El ámbito presenta una configuración interna deprimida rodeado por las sierras de Alcaide, los Judíos, Horconera y Albayate, lo que genera una estructura escénica "bien delimitada y de dimensiones interesantes desde el punto de vista paisajístico", aconsejan los expertos. Otros espacios de gran extensión de olivar y al mismo tiempo más observados por la población se sitúan en el entorno de Almedinilla.
Siguiendo en la provincia de Córdoba, entre el Guadalquivir y Sierra Morena, los embalses de Yeguas, Martín Gonzalo, El Arenoso y El Guadalmellato también ofrecen vistas que se "se abren a espacios lejanos".
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