Más de la mitad de la superficie de Córdoba corre riesgo grave de desertificación

Medio ambiente

El olivar en ladera es una de las prácticas agrarias más problemáticas debido al efecto que causan las lluvias torrenciales propias del mediterráneo

Ecologistas en Acción advierte de que el suelo es "el gran olvidado" en las políticas medioambientales de las administraciones públicas

Un caballo, en plena campiña cordobesa.
Un caballo, en plena campiña cordobesa. / Juan Ayala

Cerca del 58% de la superficie de la provincia de Córdoba corre riesgo grave o muy grave de erosión, un proceso potenciado por diferentes prácticas que llevan irremediablemente a la desertificación. "Es un problema muy grave. Nos preocupamos por la calidad del aire o del agua, pero nos olvidamos de lo importante que es tener un suelo en condiciones óptimas", advierten desde Ecologistas en Acción en Córdoba. Partiendo de una superficie total de 1,3 millones de hectáreas en la provincia, la estadística más reciente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico advierte de que 624.000 hectáreas sufren riesgo "muy grave" de erosión. Esto equivale al 45% de la superficie de Córdoba.

Solo en 151.900 hectáreas este fenómeno es "muy leve", en 51.000 es "leve", en 138.000 "moderado-leve", en 198.000 "moderado-grave" y en 173.000 es directamente "grave". Teniendo en cuenta el rango desde "grave" hacie "muy grave", el informe concluye que el 58% del suelo de la provincia presenta riesgo evidente de desertificación.

"El suelo es uno de los recursos más importantes del planeta, pero hasta ahora su relevancia ecológica ha sido ampliamente subestimada", advierten desde Ecologistas. La disponibilidad de elementos esenciales para la vida depende del suelo, así como la adaptación al cambio climático y la disponibilidad de agua. El suelo es el hogar de una gran variedad de organismos que contribuyen a su formación y participan de forma primordial en la biodiversidad. También regula y acumula el carbono en forma de materia orgánica, por lo que cualquier cambio en el uso de la tierra puede influir en el equilibrio global de gases de efecto invernadero.

En Córdoba, la principal preocupación son los cultivos de olivar en laderas, en los que se suele llevar a cabo un laboreo agresivo que extermina la cubierta vegetal. "Los olivos quedan descalzados y cuando se producen episodios de lluvias torrenciales propios del clima mediterráneo la erosión es máxima", advierte un portavoz del colectivo conservacionista. Basta fijarse en el río Guadalquivir a su paso por Córdoba cuando caen precipitaciones fuertes: el agua fluye de un color marrón oscuro, el tinte de todos los sedimentos. "Es una pérdida muy importante, de la que no somos conscientes. El suelo sustenta las plantas, y las plantas el resto de seres vivos", advierten. Si se pierde la fertilidad, se pierde el ecosistema.

Un paseo por la Campiña cordobesa, de Fernán Núñez a San Sebastián de los Balleteros, de Espejo a Montilla, descubre estos día de septiembre un continuo de lomas secas y agrietadas con una biodiversidad mínima. La manera de trabajar el campo, de hecho, tiene mucho que ver con los problemas de la erosión y la desertificación. En la agricultura tradicional, por ejemplo, era habitual la quema del rastrojo para deshacerse de manera rápida del sobrante de la cosecha. Es una técnica que aún sobrevive pese al esfuerzo de las administraciones por desterrar una práctica culturalmente muy arraigada. Y es que, con estas quemas, se impide que el rastrojo aporte al suelo carbono. De manera extrema, en incendios forestales por ejemplo, las llamas asolan todo un submundo microscópico que ha tardado cientos de años en formarse y que es la base de la vida.

El suelo es un recurso vital, limitado, no renovable e irreemplazable; el bienestar de las generaciones actuales y futuras dependen de la salud de los suelos, advierten desde Ecologistas. Los efectos de la degradación del suelo, incluso si es local, tienen un impacto a nivel global. Riadas, erosión, degradación del paisaje, emisiones de gases de efecto invernadero, pérdida de biodiversidad y sequía son fenómenos que trascienden lo local y que están relacionados en gran medida con la pérdida o degradación de suelos, insisten.

Las administraciones públicas suelen impulsar planes de conservación para los cauces y los océanos y para preservar un aire sano, pero el suelo, en cambio, es el gran olvidado. De ahí que, en el conjunto de Europa, hace un tiempo se puso en marcha una iniciativa ciudadana denominada People 4 Soil que perseguía recoger un millón de firmas para impulsar su protección, teniendo en cuenta que en el continente un área de cerca de 200.000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el tamaño de Gran Bretaña) ha perdido de forma permanente sus funciones relacionadas con el suelo, al haber sido ocupado por la urbanización.

La iniciativa buscaba un reconocimiento de los servicios ecosistemas provistos por el suelo y de su

importancia para la conservación de la biodiversidad y la seguridad alimentaria; la implementación de un sistema de seguimiento del uso de la tierra; la prevención del acaparamiento y la concentración de tierras, junto con la promoción del acceso a la tierra para profesionales locales del sector agrario y las comunidades; el desarrollo de políticas destinadas a revertir la tendencia a disminuir del contenido de materia orgánica del suelo y a reducir los aportes de fertilizantes sintéticos y pesticidas, o la evaluación del impacto de los cambios de uso de la tierra en el balance hídrico. Pese al esfuerzo de las asociaciones ecologistas, también en Córdoba, el millón de firmas no se reunió: "Seguimos sin estar concienciados de este problema pese a su gravedad", lamentan desde Ecologistas.

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