Montilla-Moriles sucumbe al boom del vino rosado, el favorito de las celebrities
Enología
Las bodegas y lagares cordobeses empiezan a comercializar vinos rosados de gran calidad orientados a un público joven que da sus primeros pasos en la enología
Cinco vinos rosados de Montilla-Moriles perfectos para beber en verano
Es refrescante. Aromático. Chisposo. El vino rosado es el vino de moda cuando llega el verano. Lo beben las celebrities en las fiestas a las que hay que ir y es habitual en las alfombras rojas. Como referencia: Madonna se llevó una cantimplora con rosado a la gran gala de la moda en el Museo Metropolitano (Met) de Nueva York hace unos años. Desde que Angelina Jolie y Brad Pitt adquirieron el chateau Miraval en el Sur de Francia, el rosado no falta en cualquier evento VIP que presuma de ello.
También ha conquistado las redes sociales y no hay vacaciones que no se coronen con una copa de rosado con un atardecer como telón de fondo. ¿Es solo frivolidad, postureo y márketing o, de verdad, el rosado merece la pena? "Antes se consideraba un producto menor porque se elaboraba con lo que te sobraba del vino tinto, pero los rosados de ahora son muy buenos vinos. Tienen entidad propia y, sobre todo, se están convirtiendo en un puente muy interesante hacia otros tipos más complejos para un público joven que nada sabe de vino", explica la sumiller montillana Mara de Miguel.
"Hablamos de gente acostumbrada a tomar refrescos y que ha crecido con el Red Bull, que son bebidas muy azucaradas. Todo este público ha encontrado en el rosado un vino accesible, visualmente muy atractivo y desenfadado, fuera de la parafernalia que se suele asociar a los generosos. Y eso es muy atractivo. El rosado es poco serio, divertido, lo ves en Instagram y quieres probarlo", cuenta. Y, lo más importante, cuando lo pruebas, fresco, aromático, dulce, con el punto justo de acidez, con un atardecer de verano como telón de fondo, ya te ha seducido. Es el resumen perfecto de una quedada con los amigos. El momento con el que haces un reel y que guardas en el recuerdo.
Hay distintas maneras de elaborar un rosado, explica Mara de Miguel. Durante muchos años, era un subproducto del tinto y por eso era menos apreciado entre los expertos, aunque el consumidor de a pie siempre lo ha tratado bien por su accesibilidad. En España, por ejemplo, hay bastante tradición con los claretes, que son mezcla de vino blanco y tinto, y el resultado por tanto es de color rosa. Pero lo que ahora están haciendo los nuevos productores se encuentra en otro nivel.
Básicamente -cuenta Mara de Miguel- realizan una vendimia más temprana para que la uva tinta tenga una acidez más alta. El color del rosado es el resultado de una maceración muy corta del mosto con los hollejos de la uva, es decir, la piel. El mosto se deja muy poco tiempo, entre tres y cuatro horas, y así se obtiene ese color tan atractivo. Cuanto más horas estén los hollejos, más tonalidad tinta adquiere. "Es como un té: cuanto más dejas la bolsita, más sabor y color adquiere el agua. Algo similar ocurre con los hollejos y el rosado", compara.
A diferencia de los tradicionales de California o Navarra, que tiran a rojo oscuro, casi tinto, la tendencia actual es que sean muy suaves, a la moda del Miraval de Angelina Jolie y Brad Pitt. Porque, aunque pueda sonar superficial, la que fuera la pareja más relevante de Hollywood se ha convertido también en la gran referencia del vino rosado; tras el divorcio, el pleito sobre su chateau francés apunta al infinito. "Cuanto más pálidos sean, más éxito parecen tener. Hay algunos que se asemejan a la piel de cebolla, con una maceración muy corta", explica la sumiller.
En Montilla y Moriles, la tierra de los vinos generosos por excelencia, el rosado empieza a encontrar un hueco en las bodegas aunque no se halle amparadopor el Consejo Regular de la Denominación de Origen. "Y es muy poco probable que se incluya en los pliegos, porque cualquier cambio en este sentido requiere del permiso de la Unión Europea, que protege por encima de todo la tradición y las peculiaridades de las zonas productoras, y en el caso del rosado evidentemente esto no se cumple aquí", reflexiona el gerente de Bodegas Delgado de Puente Genil, Javier Álvarez de Sotomayor Reina.
Su bodega, en todo caso, ha sido una de las que primero ha apostado por diversificar la producción y el rosado ya forma parte de su gama. Lo lanzaron hace un año pensando precisamente en los jóvenes que se acercan por primera vez a la enología, y a ellos va dirigida una etiqueta muy desenfadada con la ilustración de un flamenco, el pájaro de moda en las redes. Con una graduación baja -solo 6,5 grados- y elaborado con uva de las variedades tempranillo al 70% y syrah al 30% y las burbujas del frizzante, el rosado de Delgado, servido bien frío, "es perfecto para ensaladas, pastas o mariscos", anima a probar el gerente, convencido de que este será "el paso previo para consumir otro tipo de vinos" con mayor complejidad.
"En la zona hay enólogos jóvenes que llegan con aires nuevos y no solo conocen los métodos tradicionales, sino también los nuevos y están apostando por llegar a otras generaciones con productos diferentes a los que siempre se han hecho en la zona", valora. Una de las enólogas que empieza a convertirse en referente es Fátima Ceballos, a los mandos del Lagar La Salud, en Montilla. Sus vinos, comercializados bajo la marca Dulas ("salud" leído al revés), son uno de los grandes secretos del marco cordobés y en su gama se incluye el Dulas Rosé, un rosado que dio sus primeros pasos en 2019 "como un experimento".
"Nuestro distribuidor de Córdoba nos animó a intentarlo, porque la demanda del rosado está en auge, sobre todo entre los turistas", explica la enóloga. Emplearon uva cabernet sauvignon de sus propios pagos, una variedad que, sobre el papel, "no suele ser la ideal" para elaborar el rosado por su alto contenido tánico, como ella misma reconoce. Pero el resultado "gustó mucho". En 2019 lanzaron solo 900 botellas, que se agotaron; al año siguiente ampliaron la producción, aunque modificaron la fórmula "afrancesándolo, aligerándolo", buscando esa palidez que a los consumidores les resulta tan atractiva. "Vamos poco a poco, porque los depósitos están muy ocupados con los otros vinos. El de 2021 es el que tenemos en el mercado, aunque queda muy poco. Seguramente se agotará antes de que termine el verano", dice.
Ceballos defiende que un buen vino rosado, al igual que un buen blanco o un buen tinto, "es un vino gastronómico, no solo de aperitivo", y "en absoluto se trata de un producto menor". El que elaboran y comercializan en La Salud, de hecho, se encuentra en el rango de precios del blanco barrica, reflejo de que la nueva enología es arriesgada y actúa sin prejuicios. "En Francia se bebe muchísimo, sobre todo por la zona del Sur, en la Provenza, donde suele tomarse con el aperitivo, antes de comer, para maridar por ejemplo con una tabla de embutidos. Aquí el consumidor local aún no lo conoce, pero entre los turistas es muy apreciado", explica Ceballos.
"Hay que innovar, no nos podemos quedar estancados", argumenta David Ruiz, gerente de Lagar de Casablanca, en Moriles. Hace tres años, lanzaron su rosado Three Roses, elaborado con las variedades tempranillo y syrah y con solo 6,5 grados de alcohol. "Es un vino totalmente joven, con meses, no llega ni al año, que atrae mucho a los consumidores más jóvenes", explica Ruiz, quien confía en que suponga una "introducción" para otros productos del marco con mayor complejidad. "Su frescura y su ligereza hacen que guste mucho. Es ideal para acompañar ensaladas, pastas, mariscos y arroces", anima a probar desde este templo vinícola con más de 400 años de tradición.
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