Espectáculo natural en Los Pedroches: la cascada del Despeñadero cae con más fuerza que nunca
El Guijo
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Córdoba/Las lluvias de las últimas semanas están dejando preciosas estampas naturales en toda la geografía de Córdoba. Y una de las más bonitas puede contemplarse en el municipio de El Guijo, en la comarca de Los Pedroches, donde el Despeñadero del arroyo Hortales, habitualmente un hilillo de agua, ruge con más fuerza que nunca. El lugar es accesible a través de una breve ruta de senderismo desde el descansadero que forman la intersección de la Cañada Real Soriana y la Cañada Real de la Mesa.
Arrancando del camino de Valdefuentes, hay que tomar el camino del cerrillo Mala Tierra hasta llegar al descansadero del pozo del Salistral. Desde aquí, se cruza la carretera de Santa Eufemia para tomar el camino del Turruñuelo hasta llegar al Despeñadero del arroyo Hortales, donde aguas abajo se disfruta del accidente orográfico que da nombre a la ruta. Para regresar a El Guijo, se puede tomar la Cañada Real de la Mesta.
Se trata de una ruta fácil, lineal, de apenas 2,8 kilómetros el trayecto, bien señalizada y con un leve desnivel de solo 60 metros. Por tanto, es apta para todas las edades y para cualquier condición física. Eso sí, antes de recorrerla es imprescindible consultar la previsión meteorológica y, por seguridad, evitar desplazamientos innecearios en coche en episodios de fuertes precipitaciones.
Jabalíes, ciervos y hasta buitres
Según la información del propio Ayuntamiento guijeño, la ruta se enmarca en un paraje de enorme riqueza cinegética, donde abundan el jabalí, la paloma torcaz, el conejo, la liebre, la cigüeña, la perdiz, el milano y el águila perdicera. En ocasiones, se pueden avistar ejemplares de ciervos y bandadas de buitres surcando el cielo. En cuanto a la flora, junto a encinas centenarias sobresalen retamas lentiscos, la jara y el brezo, el espliego, las coscoja, la ruda y el torvisco. Toda la ruta, además, va delimitada por pareces de piedras centenarias.
Y, en las propias rocas del Despeñadero, numerosas hierbas anuales consiguen brotar en los pequeños restos de tierra que se acumulan entre las grietas y resquicios, aunque la mejor adaptada es sin duda el ombligo de venus. Además, en los agujeros que permanecen entre piedra y piedra se refugian numerosos invertebrados, desde ciempiés a caracoles, que pasan aquí su letargo invernal para luego realizar su puesta en primavera; también se esconden culebras de escalera y de herradura, lagartijas ibérica y salamanquesas comunes. Es importante no intervenir en su hábitat.
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