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Vega del Guadalquivir
"Si no me pagan, no puedo contratar a gente. Si no contrato a gente, no se puede coger la naranja”, advierte un citricultor de la Vega del Guadalquivir. Son dos frases condicionales que bien representan parte de la situación que atraviesa el sector citrícola de la provincia de Córdoba por primera vez en muchos años a cuenta de la bajada del precio en origen de la naranja.
Se trata de una situación que afecta a unos 1.500 productores de la citada comarca y que tras denunciar, a través de organizaciones agrarias como Asaja, este viernes van a regalar –sí, regalar– gran parte de las naranjas que han producido esta campaña porque si las venden, pierden dinero y, ante esa situación, han decidido entregarlas de manera gratuita en el bulevar del Gran Capitán de la capital cordobesa.
María de los Ángeles Herrero forma parte de ese grupo de 1.500 citricultores de la Vega del Guadalquivir. Cuenta con dos explotaciones en Palma del Río de naranjas de la variedad salustiana, que se recoge hasta febrero y, además, cultiva naranjas de las variedades Rodhe y Powel, que se recogen entre marzo y el abril. De estas últimas, aún no hay problema con su venta, pero con las primeras sí, puesto que, según explica, "los precios están por debajo de la producción y cogerlas supone tirar el dinero".
Pero, ¿qué ha pasado esta campaña para que los precios hayan caído tanto? Pues la entrada en vigor del acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y Suráfrica. Así, según ha señalado Asaja, un kilo de naranjas se paga en el campo entre 0,08 y 0,10 euros, en el caso de la navelina, y entre 0,16 y 0,18 euros en el caso de la salustiana. Esto ha provocado que ahora mismo "la naranja que se vende en los comercios sea de importación", advierte Herrero.
Ésta, sin embargo, no es la única medida que afecta a los citricultores de la Vega del Guadalquivir, ya que también alertan de que en estos países se utilizan una serie de productos fitosanitarios "que están prohibidos en la Unión Europea".
Herrero advierte también de que su uso "repercute sobre la salud del consumidor", al tiempo que destaca que la naranja que llega a los establecimientos "se ha cogido hace un mes y medio y llega en camiones".
Por ello, esta citricultora –que es licenciada en Matemáticas– dice que al sector sólo le quedan dos alternativas: "que se pague un precio digno o no vender". Pero aún hay más, porque Herrero también alude a las condiciones labores que existen en estos países y asegura que en ellos "no existe una normativa de trabajo, ni se cumplen la prevención de riesgos laborales y aquí sí". "Defendemos al productor y al consumidor porque lo que fabricamos es salud", subraya.
"Defendemos al productor y al consumidor porque lo que fabricamos es salud"
Nicolás González tiene 50 hectáreas dedicadas al cultivo de cítricos en la Vega del Guadalquivir desde los años sesenta del pasado siglo, pero el terreno comenzó a producir naranjas allá por 1916, tal y como refleja uno de los azulejos que hay en él. Es decir, que esa tierra "lleva más de un siglo de tradición" con las naranjas, expone. También él alude a lo perjudicial de la bajada de precios. "Producir un cítrico cuesta 15 céntimos; de esos, cogerlo cuesta entre cinco y siete, aunque depende de la fórmula que se utilice", señala.
Y es que si la naranja es para consumo fresco se corta con alicate, lo que supone un coste de entre siete y ocho céntimos de euro, pero si su destino es para la industria –es decir, para zumo– el cítrico no se coge a mano y es "más barato". Al final, las cuentas no salen a favor del sector que, de todas formas, según subraya González, que también es presidente de la sectorial de cítricos de Asaja, "tiene que coger la naranja porque si se queda en el árbol es una merma para la producción del siguiente año".
Para este citricultor, junto a la entrada de naranja de países de Suráfrica existe otro problema, que no es otro que la industria citrícola de Brasil, que es el primer productor mundial de cítricos y la mayor parte de la cosecha se destina a producir zumos, concentrados, congelados o frescos. Desde allí, explica, salen barcos cisterna con zumo de naranja de baja calidad "por el clima tropical".
Estos barcos llegan hasta los puertos de Rotterdam (Holanda) y de Gante (Bélgica), donde "se mejora la calidad de esos zumos con naranjas de aquí". También él advierte de que en Brasil "no hay controles de la mano de obra, que también es barata". Por ello, considera necesario que "el Gobierno central exija a la UE controles y las mismas condiciones que a nosotros".
La opinión del presidente de Asaja en Córdoba, Ignacio Fernández de Mesa, es similar a la de ambos citricultores, si bien lamenta que "desde la Unión Europea se está negociando de una manera gravosa para España". Fernández de Mesa hace especial hincapié en la llegada de la naranja desde otros países. Por ejemplo, asegura que desde Egipto se ha incrementado un 80% en los últimos cuatro años, mientras que desde Marruecos en un 18%. Con ello, continúa, "hay una pérdida de muy grande".
El dirigente de la patronal agraria justifica esta situación en el hecho de que el pasado otoño ha sido muy lluvioso y la recogida de la naranja ha empezado "más tarde", lo que ha coincidido con la entrada de naranjas tardías de Suráfrica. A este factor suma el hecho de la distribución, ya que "se está renunciando a acuerdos anteriores" y, por ello, insiste en la necesidad "de vender a un precio cierto".
También él hace referencia a las condiciones labores de estos países y que tampoco se cumplen las condiciones higiénico-sanitarias. Por ello, considera que una de las soluciones es "restringir un poco el acuerdo de la entrada de la naranja".
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