De Puente Genil al mundo exportando experiencias educativas innovadoras y exitosas

Campiña Sur

María José Amador e Inmaculada Pérez han recibido varios premios por desarrollar nuevas herramientas didácticas que combinan el aprendizaje, la diversión y el juego

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María José Amador e Inmaculada Pérez, en una de las aulas del colegio José María Pemán. / J. M. Cabezas

Puente Genil/Enseñar con una metodología de trabajo diferente haciendo que el alumnado se divierta a la vez que aprende. Ese fue el reto que hace algunos años se propusieron María José Amador e Inmaculada Pérez, dos maestras de Puente Genil que entendieron que el futuro de la educación pasaba por la aplicación y el desarrollo de nuevas herramientas didácticas. Varios cursos después, el tesón de ambas, sus ganas de inculcar nuevos conceptos educativos y la dedicación que implica el aprendizaje continuo, dentro y fuera del aula, ha germinado hasta el punto de que, cual estrellas Michelin en la gastronomía, las dos atesoran dos premios individuales SIMO a las mejores experiencias educativas innovadoras y, además, comparten otro Premio Espiral a aquellas mejores prácticas que colocan a los estudiantes en el centro del proceso de aprendizaje, fomentando su autonomía y capacidad de elección.

Tanto Inmaculada como María José están de actualidad porque hace unos días las dos fueron premiadas por su labor. En el caso de Inmaculada lo hizo junto a Álvaro de la Fuente, en nombre del colegio José María Pemán, galardonado por la Junta en el marco de los premios Flamenco en el Aula, por el proyecto Fosforito, viajero del cante; una iniciativa que profundizaba en la implementación de materiales didácticos interactivos y novedosos, a través de los cuales los alumnos tenían que poner a prueba sus conocimientos flamencos para evitar que la leyenda viva del cante se viese virtualmente desposeída de su preciada Llave de Oro.

Paralelamente, María José fue galardonada en Madrid, recogiendo el premio SIMO a la mejor experiencia de gamificación, desarrollada en el colegio Agustín Rodríguez, un proyecto basado en la película Los Mitchell contra las máquinas, en el que los alumnos, con el apoyo de sus familias, se convertían en viajeros en el tiempo adentrándose en diferentes situaciones de aprendizaje, todo ello con la intención de conseguir los códigos mortales que desconectasen a las máquinas que se habían rebelado contra la humanidad.

Inmaculada Pérez y María José Amador, con material educativo en un aula del colegio José María Pemán. / J. M. Cabezas

Ambos proyectos tienen un denominador común, el poderoso atractivo que para los alumnos supone combinar aprendizaje, diversión, juego y trabajo en equipo, algo que se ve a simple vista cuando uno cruza el aula de 4º del colegio José María Pemán, donde este año trabaja María José Amador, justo el mismo lugar en el que lo hacía Inmaculada Pérez hasta hace unos meses.

La puerta de la clase, originalmente decorada, da paso a un escenario con detalles y guiños virtuales, un pequeño reducto donde los niños y las niñas han de sumergirse en una aventura repleta de divertidos retos, unos individuales y otros colectivos, donde deben conjugar esfuerzo y responsabilidad para conseguir los objetivos propuestos. “A la gente le llama muchísimo la atención esta metodología de trabajo -explica María José Amador- sobre todo fuera de Andalucía, y prueba de ello es que casi a diario recibo preguntas y consultas en Proyectando al infinito”, su blog personal en el que sube actividades y experiencias docentes y que acumula más de 500.000 visitas. “Resulta muy gratificante cuando me cuentan que en un colegio han puesto en marcha alguna dinámica basada en lo que han visto en el blog y quieren saber más sobre ella o necesitan ayuda para desarrollarla; para mí es un placer poder echarles una mano”, admite.

Es el mismo caso de Inmaculada, cuyo blog Fabricando sueños. Aprendizaje y Servicio también recibe miles de visitas. “El año pasado me llamaron de la Universidad de Extremadura porque en un máster de Educación estaban utilizando mi proyecto de SIMO, y el otro día me contó una madre que su hijo, un chico de Puente Genil que estudia allí, había trabajado recientemente con ese proyecto porque se lo habían puesto en clase como ejemplo de innovación educativa, con lo cual eso es un motivo de alegría enorme para mí”, asegura. “Nosotras hacemos esto por amor a nuestro trabajo, pero ese reconocimiento es un incentivo que refuerza lo que hacemos y que nos indica que vamos por el camino correcto”, puntualizan.

Pero en unos tiempos tan cambiantes donde las nuevas tecnologías están muy presentes en el proceso de aprendizaje de nuestros jóvenes, ambas docentes tienen claro que su uso debe hacerse con cuidado y prudencia. “Personalmente suelo utilizar bastante la IA porque me ahorra muchísimo el trabajo, pero a nivel de alumnado considero que, aunque es bueno que experimenten con las nuevas tecnologías, siempre deben hacerlo desde un equilibrio”, precisa María José. “El alumnado tiene que habituarse a usarlas como parte de su vida, pero hay que insistir para que les den un buen uso como herramientas de trabajo, más que como un entretenimiento para ocupar su tiempo libre”, agrega.

Pegatina con mensaje en uno de los pupitres del aula en la que trabaja María José Amador. / J. M. Cabezas

Ambas docentes son partidarias de ofrecer a los niños y las niñas los recursos adecuados “para que aprendan a buscar información, la validen y sepan manejarse en ese mundo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, pero los niños también tienen que serlo, tienen que escribir, tienen que leer, tienen que trabajar sus competencias lingüísticas y, pese a que es verdad que las nuevas tecnologías tienen unas cosas maravillosas para reforzar ese aprendizaje que se hace en el aula, tampoco podemos obviar que cuando se van haciendo un poco más mayores hay otras cuestiones como las redes sociales con las que hay que tener muchísimo cuidado, porque son una manera temprana de influenciarlos para cosas para la que no están preparados”, inciden.

Sobre el perfil de las próximas generaciones, las dos profesoras coinciden al afirmar que nos encontramos en “la generación de la inmediatez”. “Los niños no se paran a reflexionar, su reflexión es de apenas medio segundo, porque están acostumbrados a tenerlo todo a golpe de clic, quieren acelerar sus procesos cognitivos en el plano de la atención, y eso lo notamos muchísimo, sobre todo porque la cultura del esfuerzo está desapareciendo”, indica María José.

“A modo de anécdota, hace dos años un alumno que quería preguntarme una cosa en clase se confundió, y en vez de decirme seño, me llamó Alexa”, bromea Inma. “Nos reímos mucho ese día con la confusión, pero realmente es el reflejo de toda la tecnología que tienen a su alrededor, y el problema es que la inmediatez que les proporcionan las pantallas nosotros no se la podemos ofrecer, con lo cual todo es síntoma de la dificultad que supone captar su atención durante un tiempo prolongado, algo que van a mantener cuando sean adultos”.

En cualquier caso, todavía hay cierto margen para la esperanza desde una simetría a la hora de enseñar a los más pequeños de la casa. “Necesitamos el equilibrio, porque si todo el trabajo se vuelca en la tecnología, te olvidas de las cosas más básicas; y, por el contrario, si el trabajo lo vuelcas en lo analógico, estaríamos dando la espalda una realidad que no podemos esconder", indican. Evidentemente, hay niños "muy tecnológicos, pero otros no lo son tanto. En el colegio hay cosas más áridas que nosotros tenemos que inculcarles y que ellos tienen que asimilar, pero quizás la clave de la educación en los próximos años sea tratar de diversificar más tanto a la hora de enseñar… como a la de aprender”, concluyen.

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