Un relato de medio millón de años

lucena

Los trabajos en la cueva y sima del Ángel siguen deparando sorpresas, como que los vestigios hallados hasta el momento son 100.000 años más antiguos de lo que se creía

Un equipo de arqueólogos trabaja estos días en el interior de la cavidad.
Un equipo de arqueólogos trabaja estos días en el interior de la cavidad.
Clara R. Baum

07 de agosto 2016 - 05:01

En la falda de la Sierra de Aras, a las plantas de María Santísima de Araceli y en pleno Parque Natural de las Sierras Subbéticas, se sitúa uno de los yacimientos arqueológicos más antiguos descubiertos en toda Europa. Con una antigüedad que supera los 500.000 años, la cueva y sima del Ángel es reconocida hoy en día por la comunidad internacional como un auténtico tesoro de nuestros antepasados que sitúa a Lucena en el centro de la investigación prehistórica y la asemeja, incluso, al reconocido yacimiento de Atapuerca.

Fue en 1995 cuando el doctor en Prehistoria Cecilio Barroso descubrió el yacimiento movido por la Asociación Torre del Moral que, tras los hallazgos producidos en los 60 y 70 del pasado siglo gracias a un particular que descubrió huesos y piedra trabajada en la zona, decidieron buscar esta cueva hasta que finalmente la hallaron. El yacimiento lo comprenden una zona al aire libre, donde se han encontrado restos que van desde los 220.000 a los 400.000 años de antigüedad; una covacha, donde se han hallado restos humanos del Pleistoceno que podrían superar el medio millón de años, y la sima del Ángel que, con cien metros de profundidad, conecta directamente con la covacha y donde los antiguos hombres de deshacían de sus cadáveres. Precisamente en esta zona, en 2008, el Ayuntamiento de Lucena creó un túnel para hacerla accesible a los visitantes y facilitar las tareas de investigación.

En 2013, se hallaron en la sima 500 restos humanos y, gracias a las últimas investigaciones, se ha descubierto ADN humano de Homo sapiens sapiens de hace 7.000 años, conservado en excelentes condiciones por la temperatura constante a la que se ha mantenido este enclave cuyo microclima especial ha permitido que las proteínas no se destruyan. Cecilio Barroso explicó a El Día que se han enviado dos muestras dentales a la Universidad de Harvard, así como seis muestras a la Universidad de Ferrara, y en seis de ellas "tenemos presencia de DNI antiguo".

Tras este descubrimiento, se abre ahora una nueva línea de investigación junto al Instituto Biomédico Maimónides de Córdoba, además de varias universidades, para estudiar enfermedades genéticas o el sistema inmunológico, un proyecto "de enorme relevancia mundial". En estos 21 años de trabajo, en los que como apuntó Barroso "las vicisitudes han sido muchas" -desde el bloqueo por parte de la Administración en las excavaciones que en esta edición han comenzado incluso con un mes de retraso hasta "la incredulidad de expertos sobre la existencia de restos en este yacimiento"-, este museo vivo de la Prehistoria ha sido excavado hasta en seis ocasiones, mientras que en los restantes años se ha procedido a la investigación hallando más de 100.000 restos paleontológicos, líticos y humanos del Neolítico, Calcolítico y Paleolítico, muchos de los cuales aún se encuentran sin analizar a tratarse de un proceso lento y minucioso.

Entre las conclusiones alcanzadas, se sabe ahora que "nuestros antepasados trabajaban la piel y por tanto no iban desnudos, que tenían un acceso restringido a la caza por la forma en que consumían y fracturaban los huesos hasta el extremo debido a que no les era posible comer todos los días, o que tenían una dieta vegetal, gracias a los huesos de aceituna y acebuche encontrados o los cereales de trigo salvaje y semillas de guisante recolectadas en la zona", detalla Barroso. También entre los hallazgos, destacan las cenizas de un hogar de hace 300.000 años de 2,60 metros, cuando el más alto encontrado hasta la fecha tenía sólo 30 centímetros. "Esto hace que esta cueva sea única en el mundo y que este yacimiento sea nombrado a buen seguro, en un futuro, Patrimonio de la Humanidad porque no existe nada parecido", asegura.

Investigadores y alumnos del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, del Instituto de Paleontología Humana de París, de diversos laboratorios de Niza, de la Universidad de Oxford, de Londres, el Instituto Tecnológico de Milán o de universidades de Italia, Texas, Australia, Inglaterra, Alemania, Filipinas, Hispanoamérica, Mexico, Argentina, Chile, Venezuela, el Norte de África y España han pasado por la ciudad lucentina para analizar esta cueva. En la actualidad, parte de los restos encontrados se pueden contemplar en el Museo Arqueológico y Etnológico de Lucena ubicado en el Castillo del Moral, donde existe una exposición permanente, o en el Centro de Interpretación de la Ciudad situado en el palacio de los Condes de Santa Ana.

Por delante quedan las excavaciones que durante todo agosto continuarán a manos de un grupo de 80 alumnos, con la posibilidad de realizar otras actuaciones en épocas festivas como Navidad o Semana Santa, y las intervenciones pendientes a realizar por parte de la Administración para hacer más accesible la cueva. Las únicas ayudas públicas con las que cuenta este proyecto, cuyo centro de estudios se ubica en la antigua estación de tren de Lucena, con una capacidad ya superada, es la ayuda anual del Consistorio lucentino de 30.000 euros, al margen de determinadas subvenciones específicas y de inversión privada.

Para el director de Fundación Instituto de Investigación de Prehistoria y Evolución Humana que se encarga, "esto es más que recolectar las piezas encontradas, catalogarlas y ponerlas en una vitrina". "La arqueología -reflexiona- es el medio que nosotros utilizamos para estudiar el hombre como parte de la naturaleza. El hombre es un animal más que tiene que sobrevivir y reproducirse, y la naturaleza es la que incide en su carácter y en su adaptación". Desde la Fundación reclaman la necesidad de "mayor apoyo económico" e insisten en que los restos encontrados "no pueden ser despojados de Lucena", en relación a la posible salida hacia Córdoba para su inventariado sin un protocolo de actuación que obligue a devolverlos a la ciudad.

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