El olivar que crece sobre un silo romano en la Campiña de Córdoba
Patrimonio
Las llamadas cuevas del Carchena, en Castro del Río, son uno más de los numerosos yacimientos arqueológicos que atestiguan la amplia historia de la comarca
Dos Hermanas, el castillo que espera a ser desenterrado en una loma en Montemayor
En Córdoba hay olivares centenarios, de sierra, biológicos, de riego, dotados con las más altas tecnologías, de producción intensiva… Aunque ninguno es tan especial como el que crece en la finca Las Cuevas, en Castro del Río, y en el que los árboles hunden sus raíces en unos silos romanos que atesoran dos milenios de antigüedad. En la carretera que comunica Montilla con Nueva Carteya, pegada al arroyo Carchena, una salida lleva a este singular olivar que no es más que otra muestra de la riqueza arqueológica de la Campiña cordobesa. El castillo de Dos Hermanas, en el término municipal de Montemayor, está a 15 kilómetros en línea recta, y los llanos de Vanda, donde los historiadores sitúan la batalla de Munda, que enfrentó a Julio César y Pompeyo en el 45 antes de Cristo, se encuentra a unos tres kilómetros al Oeste del lugar en el que afloran estas edificaciones.
Es un yacimiento extenso, con restos más o menos visibles sobre una superficie de 10.000 metros cuadrados que se esconden entre la tierra y los olivares, y algunos árboles de hecho parecen crecer sobre la misma construcción. La mayor parte de las edificaciones permanecen bajo tierra y solo gracias a una especie de bocas abiertas en distintos puntos del terreno se confirma su existencia. Pero hay cinco, las situadas al Oeste del conjunto, que sí son visibles en su plenitud. Guardan entre sí un claro alineamiento y todas ellas están realizadas por completo en opus caementicium, un material constructivo muy empleado por los romanos, con un grosor de unos 60 centímetros.
El estudio más completo de estas cuevas está firmado por Pedro Lacort (Sobre las construcciones romanas del Carchena) y se encuentra disponible en internet. Y son muchos los senderistas que se asoman al lugar atraídos por la incógnita de qué son estas construcciones monumentales que parecen un túnel del tiempo. El propio autor ofrece una explicación: "Pudiera ser que, dado su carácter hermético, fueran almacenes, y en tal caso, probablemente destinadas a albergar productos agrarios, pues semejantes construcciones ofrecen unas inmejorables condiciones de conservación al estar construidas con gruesos muros de hasta 60 centímetros que permiten un excelente aislamiento del exterior: lluvia, humedad, excesivo calor, animales nocivos...".
Seguramente, teoriza el autor, existen muchas edificaciones similares a estas en toda la zona del yacimiento, por lo que una hipótesis para interpretar el conjunto sería que se trata de un "importante centro de almacenamiento de productos agrarios de época romana". El hallazgo de una gran piedra de moler grano de 1,35 metros de diámetro y 40 centímetros de grosor junto a estos almacenes, y la ausencia de restos de ánforas, inclina a los investigadores a que aquí se almacenaron cereales. El hermetismo de las construcciones, abiertas únicamente por pequeñas bocas, apuntala igualmente la tesis de que se guardaba grano. Y no de un particular, pues su "magnitud" y la gran extensión ocupada apuntan a un lugar público.
Si llaman la atención los cinco almacenes coronados por olivos, más lo hace aún el monumental criptopórtico de 30 metros de longitud y 3,5 metros de altura que completa el conjunto. La pregunta habitual que uno se hace cuando llega hasta aquí es para qué servía esta galería de dimensiones descomunales que no conecta ningún edificio. "Nada realmente puede afirmarse con seguridad", responde el estudio arqueológico. El autor descarta de hecho la posibilidad de que haya sido utilizado como lugar de almacenamiento como los cinco silos anteriores, pues entre otros inconvenientes una de sus ventanas se abre al Oeste, el lugar por donde llegan los vientos húmedos.
¿Para qué se habría utilizado entonces? Existen varias suposiciones. Si el conjunto era un mercado o lonja, el criptopórtico sería el lugar en donde, a resguardo de las inclemencias del tiempo, se podrían realizar las transacciones comerciales; si era un centro de recaudación fiscal o de reunión de trigo, se podría haber utilizado como lugar en donde llevar a cabo las tareas de tipo administrativo y de control, a buen recaudo del excesivo calor, el frío o la lluvia.
La teoría es que los trigos de la Campiña de Córdoba con destino al consumo público fueran transportados probablemente en carretas, lo que dado el elevado coste del transporte terrestre correría a cargo del Estado, desde los centros de producción hasta los silos del Carchena, donde los funcionarios públicos procederían a su control. "Estas tareas debieron realizarse en un lugar apropiado para ello y creemos que en estos almacenes tal lugar bien podría ser el criptopórtico", explica el autor. Los almacenes se ubican cerca de la calzada que iba de Corduba a Anticaria (actual Antequera), por lo que cabría suponer que, una vez controlado por los administradores, el trigo seguiría por esta vía hacia el Sur, posiblemente a Málaga, donde sería embarcado y llevado a Ostia.
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