Triunfal adiós de Enrique Ponce en Pozoblanco
Toros
El de Chivas sale por la Puerta del Gallo tras lograr dos orejas y dos triunfales vueltas al ruedo
La despedida de Enrique Ponce de los ruedos en Pozoblanco, en imágenes
Ficha del festejo
Plaza de toros de Pozoblanco.
GANADERÍA: Seis toros de Cayetano Muñoz, correctos de presentación, con movilidad, clase y buen juego en líneas generales. En conjunto buenos para los toreros. Al jugado en segundo lugar, de nombre Sombrerero, fue premiado con la vuelta al ruedo, tras una leve petición de indulto.
TOREROS: ENRIQUE PONCE (blanco y azabache). Estocada (Oreja con petición de la segunda) y pinchazo y menos de media estocada (dos orejas y dos triunfales vueltas al ruedo). ALEJANDRO TALAVANTE (ciruela y oro). Estocada y dos descabellos (Oreja con petición) y dos pinchazos y estocada (ovación con saludos). DAVID GALVÁN (nazareno y oro). Estocada (dos orejas) estocada (dos orejas).
INCIDENCIAS: Plaza de toros de Pozoblanco. Corrida de toros. Primer festejo de abono de la Feria en honor de Nuestra Señora de las Mercedes. Tres cuartos de aforo en tarde nublada y fresca. Antes del paseíllo, el matador de toros retirado Vicente Ruiz el Soro, saludó junto a la terna. Una vez hecho el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Paquirri. Destacar entre las cuadrillas a Ambel con los palos y a Antonio Chacón con el capote.
La fiesta de toros es tremendamente bella. Es luminosa como ella sola. Un espectáculo visual único, incomparable, hermoso. Algo único. Pero también puede ser emotiva. En su origen tuvo un tinte dramático, el tiempo lo ha convertido en algo totalmente distinto, de ahí que la emotividad sea, hoy por hoy, lo que conmueve al espectador que asiste a las plazas de toros.
Pozoblanco, por causas del destino y por la buena gestión de la empresa que rige su plaza de toros, se convirtió en un escenario para el adiós en nuestra provincia de un torero que ha marcado una época. Qué decir a estas alturas de Enrique Ponce. Un hombre que ha escrito páginas gloriosas en la historia del toreo. Un espada que trajo una línea continuista del toreo de conocimiento, de cabeza, de oficio y de buen hacer.
Pozoblanco tuvo que ser, ya que por Los Califas se piensa en otra cosa, la plaza donde Enrique Ponce se despidió vestido de luces de una tierra tremendamente torera como es la Córdoba califal. ¿Y cómo lo hizo? En su línea de siempre. Es maestro, en torero sabio dotado con una cabeza privilegiada y un conocimiento del oficio magno. No vamos a calificar a estas alturas al torero de Chiva. El público vibró con su toreo, a veces calificado de fácil, de excesivo manierismo, de ventajista, de carente de ajuste. Pero ahí está, igual que como empezó, mostrando una maestría única, personal e imperecedera.
Un Ponce entregado
En su primero estuvo fácil, como suele ser en su toreo, pero a la vez, conocedor del toro como pocos, al que sacó un trasteo que pocos, a estas alturas, serían capaces. Lo mejor vino en el cuarto. Ahí se vio a un Ponce motivado, desmayado, entregado, toreando para él, con sentimiento y con oficio. La faena, que brindó a Antonio Tejero, resultó completa de principio a fin. Se gustó a sí mismo, así como a los concurrentes. Lo que era un éxito quedó, qué más dá, emborronado con un pinchazo previo a menos de media, que de seguro le privó de los máximos trofeos. Pero la faena, el trasteo y lo emotivo, quedaron en el albero del Coso de los Llanos.
El momento feliz de Talavante
Alejandro Talavante atraviesa un momento feliz. Parece que poco a poco, lástima que la temporada tenga próximo su fin, vuelve al lugar que le llevó a ser figura del toreo. En su primero estuvo variado, alegre, dominador y conectando con facilidad con los tendidos. Una faena larga, tal vez, pero con el denominador común de la facilidad y el buen hacer. ¿Qué pudo pecar de falta de ajuste? Tal vez, pero lo importante es que llevó la emoción al tendido y eso ya de por sí, en estos tiempos, en un triunfo.
La faena a su segundo tuvo el mismo denominador común. Facilidad y variedad. Aquí tal vez destacara más al natural, como muletazos largos y templados, pero tuvo que recurrir a un toreo más accesorio para acabar de meter al público en la canasta. Los aceros se llevaron en esta ocasión otra oreja que le hubiera permitido salir en compañía de sus compañeros por la puerta grande.
David Galván, cuatro orejas
El triunfador numérico del festejo, fue el gaditano David Galván. Un torero menos visto, un torero joven y por ello con ansia de triunfo. Se mostró variado con el capote en sus dos oponentes. En su segundo incluso remato el recibo con una inusual larga cambiada con las dos rodillas en tierra.
Lo dicho. Galván viene con aires de torero de futuro. En su primero destacó en muletazos genuflexos, en los que llevó muy embebido en los engaños a su oponente. Pudo abusar de ellos, en detrimento del toreo fundamental, que también lo hubo, pero enervó a los asistentes con un toreo accesorio que domina a la perfección. Estocada y doble trofeo. En su segundo se mostró más rotundo. Entendió a la perfección a su oponente. Le dio sitio citándolo de largo y lo lució sobremanera. La inercia del animal hacía que los muletazos resultaran largos y templados, tanto con la derecha, como al natural. Remató de nuevo con ese toreo de cercanía, flexionado donde embebe perfectamente las embestidas de los toros. Ojo, que viene fuerte este Galvan. Estocada, tal vez baja, y otras dos orejas al esportón.
Así fue la tarde. Una tarde tremendamente emotiva y que hizo las delicias del respetable, en una tarde, otoñal y fresca, donde un torero, que ha marcado una época, dejó patente que su trayectoria fue un espejo para los que quieren ser alguien en este mundo tan hermoso, pero a la vez tan duro. Un mundo que puede ser un camino de rosas y a su vez un empedrado sendero.
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