Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
La financiación autonómica, ¿Guadiana o Rubicón?
Entrevista a Antonio Manzaneda | Coordinador del Proyecto Soil O-live
Antonio Manzaneda es profesor e investigador del área de Ecología de la Universidad de Jaén (UJA) y coordinador de proyecto Soil O-live, impulsado y financiado por la Unión Europea con siete millones de euros, y que tiene como objetivo estudiar el estado de salud de los suelos de los olivares mediterráneos. Aparte, se declara fan acérrimo del Real Madrid, una pasión que traslada a su audiencia para explicar el pasado, presente y futuro del olivar: “Hablar de sostenibilidad en la Subbética es como hablar de fútbol en el Bernabéu”.
-Siguiendo los símiles futbolísticos, usted, como coordinador del proyecto Soil O-live, es como si la UEFA le hubiera designado la tarea de salvar el fútbol, en este caso el futuro olivar.
-Bueno, sería demasiado pretencioso por mi parte intentar salvar un sector donde hay excelentes profesionales, los mejores del mundo probablemente. Sí es verdad que del proyecto que coordino forma parte gente muy importante, como el Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba del CSIC. Ahí sí que tenemos un equipo seleccionado para llevar a cabo una misión grande, que es la evaluación de los olivares y ver su estado, y proponer medidas de mejora que repercutan en la calidad del aceite de oliva. En ese sentido, sí es verdad que el consorcio y el equipo es muy importante.
-Por situar el proyecto, para que el que no lo conozca, no estamos hablando de un proyecto más, sino que la UE se ha involucrado directamente para no tener que recibir información de intermediarios. Además, en él participan 15 universidades y está representada toda la cadena.
-Sí, efectivamente. La UE no participa en casi ningún proyecto. La UE tiene un instrumento que es la JRC, que es el instrumento de investigación a través del cual tienen el observatorio de los suelos. Ellos se han comprometido a participar en el proyecto con el compromiso de tener acceso a los datos, porque ellos quieren saber cómo están los suelos europeos del olivar para hacer su propio diagnóstico sin intermediarios, tener esa información de primera mano.
-Imagino que eso indica la importancia que tiene el suelo, más de lo que la gente puede pensar, ya que siempre hablamos de las temperaturas o de las lluvias.
-Sí, el Observatorio ha determinado que ahora mismo el 61% de los suelos europeos están degradados y eso es insostenible económica y ambientalmente. Nos estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado; es decir, esa situación se tiene que revertir como sea. Ha puesto mucho dinero en muchos proyectos para hacer mejoras en suelos agrícolas y no agrícolas, pero, ¡ojo!, el suelo es sobre lo que pivota el resto de ecosistemas. Sin un suelo saludable no vamos a ningún lado.
-¿Qué se estaba haciendo mal en los suelos?
-Básicamente ha sido la intensificación de la agricultura, el uso excesivo de fitosanitarios que muchas veces se han recomendado en dosis y prácticas no atendiendo a las necesidades de cultivo, sino a otros intereses, y eso ha puesto en riesgo los suelos europeos en los últimos 30 años. Estoy hablando de pesticidas, herbicidas, fungicidas que han comprometido la propia salud del suelo. Eso, junto con otros dos problemas que son las malas prácticas, también de laboreos excesivos y el cambio climático. Esos tres factores son bombas de relojería sobre nuestro sistema productivo.
-A eso hay que sumarle que el recurso propio del suelo lo estamos perdiendo. Según ha explicado en sus ponencias, gran parte del suelo del olivar andaluz termina en la desembocadura del Guadalquivir.
-Exacto. Si haces el viaje desde la presa del Tranco (Jaén) hasta Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) vas viendo cómo las laderas, nada más saliendo del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, ya empiezan a estar desnudas. Eso, frente a situaciones de lluvia, va a ir erosionando y esos sedimentos acaban en el río, y eso se arrastra hasta la desembocadura. No solo pasa aquí, pasa también en la desembocadura del Guadiana o del Ebro, en todas las cuencas con suelos desnudos está pasando.
-¿Qué porcentaje de suelo se está perdiendo?
-Según los estudios del Instituto de Agricultura Sostenible, estamos perdiendo entre el 29% y el 41% del suelo fértil de la comunidad. Eso no lo podemos permitir, estamos perdiendo capital.
-¿Y qué medidas se pueden tomar contra eso?
-La más inmediata es el mantenimiento de las cubiertas vegetales: si tenemos una cubierta vegetal debajo de nuestros cultivos, los va a proteger de la erosión, va a hacer que el golpe de lluvia no sea tan fuerte y, además, que gran parte de ese agua se retenga, con el problema añadido que tiene el déficit de agua en la región. Esa sería la medida de urgencia y, de hecho, la próxima PAC (Política Agraria Común) va a salir en ese sentido. Se han dicho muchas cosas sobre la PAC y no todas buenas, pero esta, el mantenimiento de las cubiertas para el control de la erosión del olivar, es una buena medida. Luego habrá que hacer enmiendas orgánicas para intentar recuperar esos suelos, lo cual no es fácil porque la tasa de regeneración del suelo es muy lenta... Es como hacer una reforestación de un bosque, que tarda unos cuantos años, pues con el suelo igual.
-Entre las razones que comentaba antes que han motivado la degradación del suelo se encuentra la explotación intensiva del olivar. ¿Cómo se revierte eso, no suena como a ir contra el sistema de mercado?
-Es una paradoja interesante porque es el pasado contra el futuro, sabiendo que el futuro no nos va a proporcionar muchas más ventajas. Lo que nos va a proporcionar son unos fondos de inversión que son básicamente quienes tienen los cultivos de súper intensivo, que no están conectados con el territorio... Por ejemplo, una de las grandes empresas de Portugal es de un fondo canadiense, que no tienen nada que ver con la mentalidad y la realidad socioeconómica de Portugal y, sin embargo, son los que tienen las propiedades. Les da igual explotar ese recurso durante 20 años y, cuando se agote, se van, devastando lo que haya allí. Aquí, en nuestra región, va a ser mucho más difícil, primero porque esa intensificación no se permite por nuestra geografía, las Subbéticas y la Sierra de Jaén, y estamos protegidos de esa manera. Es verdad que no podemos competir en volumen de negocio con ellos, pero no nos interesa; nosotros donde tenemos que diferenciarnos con ellos es en la calidad, que ahí es donde está nuestra fuerza.
-¿Cómo se puede proteger el olivar de esos fondos de inversión, o incluso que no lleguen y quiten un olivar para poner una megaplanta solar?
-Bueno, hay cosas que no se pueden prohibir, porque estamos en un escenario de libertad de mercado y, evidentemente, hay unas leyes que protegen a los inversores, no podría ser de otra manera en un marco europeo. Pero sí es verdad que, de alguna manera, debería haber un marco regulatorio, que en cierta manera lo hay. Te voy a poner un ejemplo con los riegos: una explotación de súper intensivo necesita unos volúmenes de agua enormes para mantener esa producción, porque los árboles están muy pegados y necesitan mucha agua. Evidentemente, quien da los permisos de los riesgos es la administración; es decir, es la que va poniendo restricciones al agua que hay para todos y eso es una manera de regular la proliferación de estas plantaciones, no directamente, pero sí tienes esa capacidad. De todos modos, yo no soy totalmente contrario a la intensificación de la agricultura, porque necesitamos volumen de negocio, pero sí es verdad que tiene que estar sobre unos parámetros ambientales y de disponibilidad hídrica rigurosos.
-¿Qué margen de mejora tiene el olivar tradicional de la Subbética?
-En realidad tiene poco margen de mejora porque ya se están haciendo bien las cosas. Aquí simplemente hay que trabajar probablemente en la gestión de residuos, pero no es una cosa solamente de aquí, sino de muchos sitios. Todo lo que son los residuos químicos, subproductos, plásticos…, estoy muy preocupado con este tema; hace falta una buena política de concienciación y también, si no funciona, de sanción por el uso de esos plásticos, porque acaban llegando a los ríos y al suelo. También hay que trabajar en la calidad del aceite de oliva, aunque aquí son probablemente los mejores aceites del mundo, pero seguir siendo igual de riguroso con los pesticidas, sobre todo al final del verano, que es cuando mayor probabilidad hay de que pueda alcanzar al fruto.
-Uno de los objetivos del proyecto Soil O-live es investigar sobre la relación entre la salud del suelo y la calidad del aceite.
-Exactamente, cómo un suelo sano que permite un crecimiento sano del árbol se repercute en la calidad del aceite de oliva. En relación con la pregunta de antes, tenemos que hacer una regularización del cobre, pues hay un exceso en la región porque se echa mucho más del que probablemente se necesita.
-El primer paso de ese proyecto que acaba de empezar consiste en hacer una radiografía de estos suelos en 52 fincas ya seleccionadas de España, Portugal, Grecia, Italia y Marruecos. ¿Qué pasará a partir de ahí?
-A partir de ahí, en las fincas seleccionadas donde el suelo esté peor intentaremos proponer, en el caso de que haya contaminación, un programa de descontaminación de ese suelo. Eso lo hará la unidad de Ingeniería Química de la Universidad de Castilla La-Mancha, que son los mejores del mundo en esto, y que consistiría en una restauración electroquímica para los metales de ese suelo. Luego, hacer enmienda orgánica basada en biochar -biocarbón, en castellano-, que es nuestra herramienta más prometedora, sobre todo para estimular la actividad microbiana y que eso empiece a liberar nutrientes y hacer todo el trabajo que las bacterias hacen por nosotros.
-¿Tienen alguna conclusión hasta el momento?
-No sé qué nos vamos a encontrar, de verdad te lo digo. Creo que nos vamos a llevar una sorpresa con el cobre y los microplásticos y habrá que proponer medidas de gestión entre todos. Espero también llevarme buenas sorpresas.
-¿El futuro del olivar sostenible pasará por volver a los métodos de nuestros abuelos?
-Lo he comentado en varias charlas: no estamos inventando nada nuevo. Evidentemente, tenemos más tecnología, pero al final filosóficamente es muy parecido a cómo se cultivaban los olivares antes de la llegada de los fitosanitarios. Aquí hubo un gran cambio a partir de los años 60 y 70, que se acentuó en las décadas de los 80, 90 y 2000, que han sido tres décadas malísimas para esto y ahora tenemos que volver un poco a la cultura regenerativa.
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