¿Qué hacía una vajilla califal olvidada en las profundidades de una cueva de Córdoba?
Arqueología
El Grupo Espeleológico Kart-Oba (GEKO) halla 73 piezas de cerámica del siglo X, algunas de ellas en perfecto estado de conservación, en el interior de la cueva de Al-Kanz en Espiel
En las profundidades de la cueva de Al-Kanz, en plena Sierra Morena, la oscuridad y el aislamiento han preservado durante siglos una vajilla califal en perfecto estado de conservación. 73 piezas, algunas de ellas intactas, un tesoro que alguien olvidó allí o no fue capaz de recuperar. ¿Qué hacían? ¿Quién las dejó? La cueva fue localizada de forma casual el 18 de enero de 2019 por el espeleólogo Abén Aljama durante un paseo por las calizas de la Sierra de la Estrella y la Sierra del Castillo, en el término municipal de Espiel.
El 19 de enero de 2019 se realiza la primera exploración, en la que intervienen los espeleólogos Juan Antonio Moriana, José Raúl Cano y el mismo Abén Aljama, del Grupo Espeleológico Kart-Oba (GEKO). Tras adentrarse en la pequeña boca de entrada y realizar el descenso por el resalte vertical, observan en el nivel inferior numerosos elementos cerámicos, cuya cronología califal confirma ese mismo día la arqueóloga Gloria María Lara. Tal y como marca la legislación vigente, los exploradores remiten oficialmente a la Consejería de Cultura una notificación para informar sobre los restos. Empieza un enigma cuyas conclusiones se han publicado recientemente.
La totalidad del lote encontrado pertenece a la tipología de cerámica común con formas ya existentes en la etapa emiral, datadas en los siglos X-XI, similares a las contrados en los yacimientos relativamente próximos de Cercadilla y Medina Azahara. En el caso concreto de Al-Kanz, todas las piezas pertenecen al menaje de mesa y en ellas se pueden observar dos tipos diferentes de pasta: una bien decantada con desgrasantes finos y otra más tosca. Algunas pastas presentan un color anaranjado-rojizo, mientras que otras presentan un tono más amarronado o pajizo.
Durante la intervención arqueológica se recuperaron un total de 73 piezas, de las cuales ocho presentan un buen estado de conservación, 16 solamente conservan la base al completo o parte de ella, dos son fragmentos de asas, tres son bocas y una es parte de un cuello. Hay un claro predominio de jarros y jarritos, y ninguna presenta indicios de haber sido utilizada sobre el fuego para la preparación de alimentos; tampoco había restos de hollín ni en las paredes y ni en los techos de la cueva. Los arqueólogos concluyen que el conjunto estaría formado por 23 piezas.
¿Qué hacían allí? ¿Cómo llegaron? Son algunos de los enigmas que los historiadores intentan aclarar ahora. Ni el tamaño relativamente reducido de la cueva ni su morfología la hacen susceptible de ser ocupada por un número medio alto de personas, aunque sí por un reducido núcleo que podría estar compuesto por dos o tres individuos, teoriza la arqueóloga Glora María Lara, quien junto a un grupo de estudiosos de las universidades de Córdoba y Granada y del grupo GEKO firman el avance de la investigación.
Los autores explican que no existe rastro de habitabilidad prolongada dentro de la cueva: no hay hollín ni restos de candiles, imprescindibles para alumbrarse, pues en el interior la oscuridad es total.
Los expertos plantean tres hipótesis para dar respuesta a todas los interrogantes. Fundamentalmente, ¿por qué uno o varios pobladores deciden depositar todo un conjunto cerámico en el interior de la cavidad a finales del siglo X o inicios del siglo XI?
La primera hipótesis está relacionada con la "inestable" situación política y social del momento. Los autores recuerdan el saqueo llevado a cabo en Córdoba y sus inmediaciones en el año 1010, justo antes de la fitna de Al-Ándalus, por un ejército catalán de más de 9.000 hombres cuando se produjo un violento enfrentamiento entre estos y el ejército que se encontraba bajo el mando de Almanzor en los alrededores del castillo del Vacar, a menos de 15 kilómetros de distancia de la cueva de Al-Kanz. "Es posible que durante esta violenta etapa algún habitante de la zona decidiese usar la cueva como refugio para él mismo y sus allegados más próximos", explican los autores.
La segunda hipótesis está relacionada con la labor de pastoreo que en la comarca del Valle del Guadiato se desarrolla desde tiempos inmemoriales, fundamentalmente con ganado caprino y ovino. "Es verosímil que algunos de los pastores que frecuentaban la zona durante la época almacenaran aquí este menaje, evitando de este modo el porteo de los utensilios o los largos desplazamientos necesarios para poder disponer de sustento durante las largas jornadas de trabajo", exponen Lara y los otros autores. La geomorfología de la cueva de Al-Kanz no permite su uso como refugio de rebaños de ningún tipo, pero sí como lugar de paso o descanso.
La tercera y última "conjetura" tiene un carácter "muy sugestivo", como asumen los propios historiadores, y hace referencia al uso religioso de cuevas naturales llevado a cabo durante este periodo en diferentes partes de Al-Ándalus y el Magreb. Los expertos se refierente a la "idoneidad de las cuevas como lugar de recogimiento espiritual que fueron usadas tanto individual como colectivamente para este fin, pudiéndose realizar en ellas la meditación, la oración o la mortificación corporal, entre otras prácticas". Además, las cuevas eran consideradas "de una forma no muy ortodoxa" como una manifestación de la divinidad desde tiempos preislámicos, sobre todo por la presencia de agua en la mayor parte de ellas. "Por tanto, el culto al agua es una posibilidad a tener en cuenta también en Al-Kanz, que todavía hoy mantiene actividad hídrica", concluyen
La leyenda de los siete infantes de Lara
Los autores del avence de la investigación, publicado en la revista especializada Antiquitas, recuerdan la famosa leyenda de los siete infantes de Lara para ilustrar la situación de inestabilidad que existía en la zona a finales del siglo X y principios del XX. La historia arra la batalla acaecida en inmediaciones del castillo del Vacar, concretamente en un paraje conocido como Campo de Arabiana, donde el ejército cristiano comandado por los infantes se enfrentó al islámico de Almanzor. "Con este panorama es factible que alguno de los habitantes del lugar intentase buscar un cobijo seguro donde protegerse de estas amenazas, y la cueva de Al-Kanz, dada su difícil localización y acceso, sería un lugar idóneo para ello", explica la arqueóloga Glora María Lara, quien junto a un grupo de estudiosos de las universidades de Córdoba y Granada y del grupo GEKO firman el avance de la investigación. "A la caverna se trasladarían diferentes piezas cerámicas en las que hacer acopio de alimento y líquido para poder resistir hasta que retornara la estabilidad", teorizan.
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