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La violencia vicaria es la violencia que se ejerce sobre los hijos y las hijas de una manera "sutil" en la que a través de las conductas terminan haciendo daño a la madre (por mayor volumen de casos suele ser de figura masculina a femenina y en parejas heteronormativas). Es una manera de instrumentalizar al menor con "el único fin de dañar a la figura materna".
Hay algunos modelos que consideran esta conducta como "la nueva violencia machista", pero con la particularidad de que no suele ser física, aunque en España hayan sido asesinados siete menores en lo que llevamos de año como víctimas de la violencia vicaria. Pero, el único fin que tienen estas personas es "afectar directamente a la madre" y, para ello, utilizan a los hijos e hijas.
Para conocer más a fondo cómo se viven las situaciones de violencia vicaria dentro de las relaciones de pareja, hemos hablado con la psicóloga sevillana y escritora del libro Me lo tengo que mirar, Cristina Muñoz quien asegura que "la violencia vicaria suele practicarse de una manera psicológica" y entre las estrategias que emplean los ejecutores, está la de utilizar a los hijos para mandar mensajes del tipo que eres una "mala madre", "no estás haciendo lo que deberías de hacer", "no me ayudas", etc. Asegura que lo hacen aprovechando los encuentros que se producen de intercambio del menor.
"Son exhibicionistas a la hora de mostrar el amor amorque sienten por sus hijos en las entregas y las recogidas, metiendo mensajes del tipo "es que papá no tiene dinero", porque, afirma, que "juegan mucho con lo económico con el objetivo de generar una compasión y victimización delante de los menores" para que la madre, quien está ya sometida a una situación de violencia de género, se sienta culpable por "no estar atendiendo a sus hijos debidamente", "no ayudar al padre" etc.
La violencia vicaria se basa mucho en el control. La psicóloga Cristina Muñoz aclara que las situaciones se repiten cuando se trata de una custodia compartida o cuando hay un acuerdo en el que existe un régimen de visitas. En esta ocasión lo que sucede es que "ellos suelen contactar de una manera bastante aleatoria con las madres o con los menores a través del móvil para tener siempre el control de saber dónde está la madre y qué está haciendo".
"Utilizan", prosigue Muñoz, "la excusa de hablar con sus hijos y llaman cuando quieren. Ellas sienten que tienen que estar completamente disponibles y esto les impide hacer su vida porque el padre siempre va a saber dónde está la madre".
Según argumenta Cristina Muñoz, "los psicólogos recomiendan que se ponga un horario a estas llamadas para cortar, en la medida de lo posible, ese excesivo control". Esto sucede porque, quien ejerce la violencia vicaria, se corresponde con un perfil "narcisista, con el ego muy subido, manipulador, excesivamente controlador, que siempre quiere ganar y utiliza el victimismo".
Normalmente, no asumen el divorcio y quieren seguir llevando el control de todas las cosas, principalmente, el de la vida de la que era su pareja. Todo ello sin que afecte a su reputación para que sea "la madre la que cargue con lo que no va bien". Ese es el fin y no, el de hacerle daño al niño.
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