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La microbiota ocular es el conjunto de microorganismos (bacterias, hongos y virus) que habitan en la superficie del ojo, particularmente en la conjuntiva y el borde de los párpados. A pesar de que los ojos tienen mecanismos de defensa, como las lágrimas y la acción antibacteriana de la lisozima, algunos microorganismos logran coexistir de manera equilibrada sin causar daño, contribuyendo a la salud ocular.
El equilibrio de la microbiota ocular es importante para proteger al ojo de infecciones. Cuando se altera, ya sea por el uso de antibióticos, enfermedades o factores externos, puede aumentar el riesgo de desarrollar infecciones oculares como conjuntivitis o queratitis.
En toda enfermedad es muy importante tomar medidas preventivas. Una de ellas que además es muy conocida para nosotros es la de lavarse las manos antes de tocar los ojos o de aplicar productos como gotas oculares o lentes de contacto, por lo que hay que evitar por todos los medios frotarse los ojos con las manos sucias ya que puedes alterar la microbiota y aumentar el riesgo de infecciones.
Evitar el uso frecuente de antibióticos o colirios sin prescripción médica es otra manera de cuidar de tu microbiota ocular ya que estos pueden eliminar no solo las bacterias dañinas, sino también las bacterias beneficiosas de la microbiota ocular.
Agentes contaminantes, humo o ambientes con mucho polvo también interfieren en la salud de la microbiota ocular ya que irritan los ojos, por lo que protegerlos del sol y del viento con gafas de sol homologadas, te ahorrará más de un disgusto.
La alimentación tiene un papel fundamental en nuestra salud física y mental, pero siempre pensamos que esos beneficios son del cuello hacia abajo, olvidándonos de la parte de la cabeza. Una dieta rica en nutrientes tales como la vitamina A, C y E son imprescindibles para cuidar de la salud ocular y, por tanto, la salud de la microbiota.
Los factores de riesgo más comunes para la microbiota ocular incluyen una higiene deficiente, el uso prolongado o incorrecto de lentes de contacto, el uso excesivo de antibióticos o colirios sin prescripción, la exposición a ambientes contaminados o con polvo, el envejecimiento, enfermedades como la diabetes o problemas inmunológicos, la sequedad ocular crónica, y el uso inadecuado de productos cosméticos para los ojos.
También influyen las enfermedades sistémicas y la mala nutrición, que pueden debilitar el sistema inmunológico y alterar el equilibrio natural de la microbiota ocular.
Es importante tener en cuenta todos estos factores de riesgo ya que pueden provocar que suframos el síndrome del ojo seco. Cuando los microorganismos de la superficie ocular ayudan a mantener las glándulas lagrimales y la estabilidad de la película lagrimal, se contribuirá a prevenir el ojo seco.
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