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Algunos alimentos pueden causar halitosis. Esa es una de las evidencias que provocan el mal aliento no patológico, entre las más de 80 causas que pueden desencadenarla a corto y largo plazo. Después de ingerir alimentos, se observa que los COVs y CSVs (gases volátiles) se originan mayoritariamente en la boca, y solo en una fase posterior (aproximadamente, una hora después) los compuestos más predominantes pasan a ser los originados en el eje intestino-sangre-pulmón.
En este punto, cabe distinguir la halitosis provocada, por ejemplo, por el reflujo gastroesofágico que pueden desencadenar ciertos alimentos y que no posee relación con la vía sistémica o pulmonar. Se ha verificado que algunos alimentos picantes pueden provocar halitosis y sensación de mal gusto incluso hasta 72 horas después de su ingestión. Además del eje sangre/pulmón, se puede también verificar un eje alternativo, o eje sangre-saliva, poseyendo este último mayores implicaciones en las disgeusias (alteraciones del sentido del gusto).
Según informa la doctora Patricia Bratos, en una publicación de El Diario, ''los sulfurados volátiles (CSV) están producidos por microbios que a menudo "viven" en trozos de comida que se adhieren en la parte posterior de la lengua o en los dientes. La halitosis fisiológica suele aparecer "en personas con una buena salud oral pero que tienen bacterias acumuladas, generalmente en la parte trasera de la lengua".
A nadie le extrañará que el ajo encabece la lista. Lo que quizás sí te sorprenda es que el ajo no solo puede dejar su huella sulfurosa en la lengua. El ajo también penetra en el torrente sanguíneo, liberando una oleada aromática secundaria que se abre paso hasta los pulmones, desde donde puede escapar libremente por la boca. Una vez absorbido, el ajo emite un olor agrio por los poros de la piel. Nada de esto, sin embargo, debería ser motivo para renunciar totalmente al ajo. Basta con no abusar de él y, cuando hayamos terminado, limpiar los residuos de ajo de la boca con el cepillado y el hilo dental. No debemos olvidar enjuagarnos dos veces al día.
Igual que el ajo, el olor a cebolla persiste durante mucho tiempo después de haber comido. Esto se debe a que ambos contienen compuestos sulfurosos que se absorben en el torrente sanguíneo y reaparecen cuando menos te lo esperas. Es recomendable añadir una capa de protección extra consistente en cepillado, hilo dental y enjuague.
La leche es muy buena para la salud, pero ensucia la boca. Esto se debe a que las bacterias que habitan de forma natural en la lengua se alimentan de los aminoácidos de la leche y los quesos y provocan un olor fuerte y desagradable.
Es imposible confundir el olor del pescado con el de, digamos, la madreselva, pero hay algo en el atún en conserva que eleva la pestilencia a nuevas cotas. Es natural que el pescado y el marisco comiencen a oler mal cuando se oxidan, un proceso agravado al conservarlo en una lata metálica y oscura.
Cuando el elemento que otorga a una planta un sabor único es también su defensa natural contra los animales hambrientos, cabe suponer que el sabor persistirá una vez digerida. Eso es lo que ocurre con el rábano. El isotiocianato es el compuesto único gracias al cual este tubérculo común aporta un sabor y aroma únicos a las salsas, los aliños y el aliento.
Cuanto más te des a la bebida, mayor es la probabilidad de tener mal aliento. El alcohol no solo seca la boca, sino que, además, permite que las bacterias persistan hasta diez horas después de la última copa.
Puede que el café sea lo mejor de la mañana, pero la cafeína reduce la producción de saliva en la boca. Menos saliva supone un incremento de las bacterias que causan el mal aliento. También significa que los restos de comida que puedan quedar desde la última comida se descompongan dentro de la boca.
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