Baena tiembla con los judíos
La figura más representativa y querida de la Semana Mayor baenense llena de toques el casco histórico
Amalgama de colores, sonar de tambores, movimiento de colas y plumeros y, ante todo, un sentimiento: el judío ya echa las cajas por las singulares, estrechas y escondidas calles del casco histórico baenense. Aún no había salido el sol y Baena ya temblaba en su interior, el Miércoles Santo es el día grande para los judíos.
Y un año más, no defraudó. El sol apareció raudo, la noche despertó temprano, el temido mal tiempo y la lluvia decidieron no ser protagonistas de este día y cedieron su título a la figura más representativa, extraña y querida de la Semana Santa de Baena. El judío, esa imagen anárquica en sus actos e impecablemente ordenada en su indumentaria.
Y es que el judío es elegante, tiene planta, su pantalón negro y camisa blanca van siempre perfectos y qué decir de las chaquetas rojas como la sangre derramada por Cristo y bellamente bordadas rompiendo con esa monotonía monocromática. Los pañuelos asidos al cuello con un anillo le aportan personalidad, variando el color o estampado dependiendo del gusto del que lo lleva, al igual que ocurre con el tono de los plumeros. Las colas, blancas o negras, negras o blancas, variarán según la tradición familiar o la reunión de amigos.
Lo característico del Miércoles Santo es que no hay diferencia de colas. Los judíos no desfilan en la procesión hasta la salida de El Huerto de San Francisco y el resto de la jornada deambulan por la ciudad de un lado a otro, sin rumbo preciso, mezcladas unas con otras en grupos unas veces o en solitario otras.
Qué bonito fue contemplar un año más esa mezcolanza de colas, esa falta de rivalidad aunque siempre sea sana, la algarabía de color, los toques de calle, los redobles y los débiles golpeos de los más pequeños que suplen la falta de fuerza con el coraje, la energía y esa cosa que no se puede explicar con palabras pero que los baenenses tienen dentro desde que nacen. Es raro que en una familia no haya alguien "aferrao" al tambor y, sin duda, cuando lo hay se le nota desde la cuna.
El Miércoles Santo en Baena fue un espectáculo, fue sonido, color y movimiento, las calles de punta a punta del municipio aparecieron vestidas de judíos, los tambores tocaron sin descanso y un año más, se cumplió con la tradición de Echar las cajas. La mezcla de colas templó el ambiente y solo se rompió a la hora de la procesión, momento en el que la Cruz de Jaspe los separó.
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