Capuchinos aclama a su Blanca Paloma
Paz
La Paz vuelve a levantar las mayores pasiones de la Semana Santa cordobesa y se luce un año más en los Jardines de Colón
DESDE primera hora de la tarde todas las miradas estaban puestas en Capuchinos. El cielo hacía presagiar que el Miércoles Santo de este año haría historia y el hecho de que a las 17:00 ya no se pudiera acceder hasta la plaza del Cristo de Faroles lo corroboraba. Aún quedaba hora y media para que la hermandad de la Paz comenzara su estación de penitencia, pero la entrega de los costaleros con los pasos de sus titulares hacía que las esquinas y la primera fila se pagaran caras.
Ya se veían las túnicas de raso blanco recién planchadas y los capirotes con ribetes verdes aterciopelados entrar en Capuchinos para acceder hasta el convento del Santo Ángel, desde donde partiría el cortejo de la cofradía cordobesa con mayor numero de nazarenos, más de 600. Las tres bandas que acompañaban la estación de penitencia afinaban las cornetas y hacían sonar sus tambores para que el camino fuera perfecto, y así fue.
Este año, el imponente paso del Cristo de Humildad y Paciencia observaba el discurrir de nazarenos que le precedería ya fuera del cocherón que durante estos días le ha resguardado. La plaza se vino abajo cuando la agrupación musical Santo Tomás de Villanueva de Ciudad Real entonó la conocida marcha Saeta para que los 50 costaleros que van debajo del misterio demostraran con sus andares de costero a costero que sobre el empedrado nada es imposible. Ya encaraba Humildad y Paciencia la estrecha calle por la que abandona Capuchinos y los fieles allí congregados alzaban la vista para observar de cerca a ese caballo blanco al que intenta domar un oficial romano, como si quisiera echar a trotar, por el realismo que conlleva. Los costaleros, uniformados con pantalones rojos y camiseta blanca que esperaban el cambio para ser ellos quienes llevaran en sus hombros al Cautivo, se abrazaban y felicitaban, alguno decía "esto hoy va solo".
Pero parecía que los pensamientos de todas las personas de la plaza llegaban a la misma conclusión, "aún queda lo mejor". Daba la sensación de que había menos nazarenos que otros años porque cuando apenas habían pasado diez minutos, sonaba la Marcha Real para que María Santísima de la Paz y Esperanza comenzara su recorrido. La espectacularidad de su manto y de su palio se multiplicaban cuando el sol hacía que los cientos de cristales relucieran y cubrieran a la Dolorosa de luces de colores. En el frontal del paso, un crespón negro mostrando el luto por la muerte de Rafael Muñoz, padre del capataz de la Virgen.
La Reina capuchina bailó ayer por la calles de Córdoba haciendo que a cada paso los piropos le cayeran como las lágrimas que brotan de sus ojos. En los Jardines de Colón, como siempre, el espectáculo más grande de toda la Semana Santa.
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