Un Domingo de Ramos por antonomasia

La Semana Santa demuestra que vive una edad dorada y mantiene el respaldo masivo que vivieron el Vía Crucis o Las Angustias El tiempo casi veraniego da pie a una jornada sin lamentos y multitudinaria

Sueños cofrades en La Borriquita: el futuro de la Semana Santa parece garantizado.
Sueños cofrades en La Borriquita: el futuro de la Semana Santa parece garantizado.
F. R. Cardador

14 de abril 2014 - 01:00

DOMINGO de Ramos por antonomasia, de esos que no se olvidan. No faltó nada, pero nada de nada. Riadas de gente. Bullicio. Lágrimas. Devoción. Rostros infantiles emocionados, y maduros también. Y calor, un calor intenso que hizo estragos pero que no deslució la brillantez de la seis cofradías que ayer se echaron a la calle para abrir por todo lo alto una Semana Santa muy esperada tras años de lluvias. Para hoy, los expertos avanzan que volverá la calorina con temperaturas próximas a los 30 grados a las horas centrales del día. Para el resto de la semana, casi que lo mismo: cielos limpios y temperaturas casi que primaverales. Sólo alguna duda en la parte final de la semana, el Viernes Santo, pero con una probabilidad de agua que se cifra en no más del 20%. Difícil parece, tras lo vivido en la calles de Córdoba, que esta Semana Santa de 2014 pueda truncarse. En realidad, lo de ayer pareció más bien una continuidad de lo que se vivió en el Vía Crucis Magno de septiembre y en el traslado de la Virgen de las Angustias a San Agustín de hace unas semanas. La Córdoba cofrade vive una edad dorada en cuanto a repercusión y ahí están las imágenes para atestiguarlo.

El día de ayer, pese a todo, comenzó con nubes y con cierto fresco, aunque las previsiones apuntaban a un día tan luminoso como el que al final se abrió. Así estaba la jornada, con tímidos cirros, cuando los más madrugadores se comenzaron a colocar delante de la puerta de la iglesia San Lorenzo para ver salir a Jesús de los Reyes y la Virgen de la Palma. Quienes echaron jersey o la socorrida chaqueta de entretiempo tuvieron sin embargo que quitárselo pronto porque poco después de las doce del mediodía la ciudad comenzaba a caldearse tanto en lo que se refiere a las temperaturas como en lo emocional. Mucha gente había a esa hora en el Realejo mientras la Entrada de Cristo en Jerusalén realizaba su camino de regreso tras completar sin incidencias y con brillantez el primer recorrido del año en una Carrera Oficial muy ambientada. La entrada de La Borriquita, con su rumor de palma y olivos y su candor milenario, sucedió en torno a las tres de la tarde y para entonces ya se barruntaba que Córdoba iba a vivir uno de esos días cofrades que se guardan en la memoria por su pureza y su maravilla. La radiografía de la ciudad a esa hora era la siguiente: miles y miles de personas ya echadas a la calle y desperdigadas por números puntos de la geografía cordobesa. Chicas sentadas, por ejemplo, en la puerta de San Andrés al aguardo de que saliese la Esperanza... ¡dos horas antes! Y así en todos los lugares, como en Padres de Gracia, donde las imágenes de Jesús Rescatado, el Señor de Córdoba, y de la Virgen de la Amargura comenzaron a recibir a un reguero de fieles desde bien temprano.

En el Cerro, en la Parroquia de Jesús Divino Obrero, la barriada volvió a vivir uno de esos días que de tanta emoción despiertan en esa zona tan típica y repleta de cordobesía. La hermandad del Cristo del Amor, con sus tres pasos, salió a las tres de la tarde y enfiló el recorrido más largo de la jornada, una larga travesía sólo accesible para gente entregada a una devoción. Maravillosa, por supuesto, la imagen de esta cofradía surcando el Puente Romano y entrando en la Santa Iglesia Catedral. Tremendo su esfuerzo, que encontró su premio en una llegada en la que el barrio rindió tributo al Amor cuando regresó a sus calles entrada ya la madrugada.

Mientras el Amor avanzaba hacia el Casco Histórico, a ese entorno de la Puerta del Puente ahora tan premiado tras su reforma arquitectónica, en la plaza del Cristo de Gracia la gente se agolpaba para ver salir al Rescatado. Algunos aprovechaban para comerse unos primaverales caracoles, pero la mayoría se apretaba bajo un sol incómodo para ver salir al Señor de Córdoba. Acompañado por nazarenos de muchas de las hermandades cordobesas, el Rescatado atrajo detrás de sí a una larga fila de penitentes y delante de sí a un casi interminable cuerpo de nazarenos. Gran devoción.

También en el barrio de Santiago, en la calle Agustín Moreno, el gentío esperaba la salida de las Penas de Santiago, que fue la otra cofradía del Domingo de Ramos que hizo entrada en la Catedral, futurible carrera oficial de la Semana Santa cordobesa si todo sale según lo previsto. Al Señor de las Penas, a la altura de la vecina plaza de San Pedro, se acercó también el alcalde de esta ciudad, José Antonio Nieto, que protagonizó una levantá muy aplaudida y premiada por las personas que por allí concurrían. Luego, La Corredera. Magia.

El tumulto, norma durante todo el Domingo de Ramos, alcanzó su mayor expresión cuando se echaron a la calle la hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto y la Virgen de la Esperanza y Nuestro Padre Jesús de las Penas, El Gitano. La cercanía entre San Francisco y San Andrés provocaba que la masa que esperaba a una hermandad se mezclase con la otra hasta conformar un todo de apretones y bullicio que se extendía a la carrera oficial e incluso a un Casco Histórico donde los turistas no paraban de abrir la boca ante tal explosión de vida y de sentimientos. Domingo de Ramos, pues, para el recuerdo, que comenzó temprano y concluyó de madrugada. Para paladearlo si hubiese tiempo. El problema es que hoy aún hay más. Y mañana. Muchísimo más.

stats