"Juan de Mesa encuentra un lenguaje que aplauden las cofradías sin encasillarse"

Luis Miranda. Escritor y periodista

El autor aborda en su nuevo libro la obra de uno de los imagineros más importantes de España, el escultor cordobés que creó a la Virgen de las Angustias y al Nazareno de La Rambla

Luis Miranda, ante el azulejo de la Virgen de las Angustias de la iglesia de San Agustín. / Juan Ayala

El periodista y escritor Luis Miranda se sumerge en la obra de uno de los autores más importantes de la imaginería española en su nuevo libro, Juan de Mesa. La caza del aliento, editado por Almuzara. A través de una serie de viajes, entrevistas e investigaciones, sigue los pasos del creador de dos de las imágenes más icónicas de la Semana Santa cordobesa, la Virgen de las Angustias y el Nazareno de La Rambla. Nacido en Córdoba, Juan de Mesa desarrolló su carrera y murió en Sevilla, donde también ha dejado impresionantes esculturas como las del Gran Poder o el Cristo del Amor. Su obra culmen, sin embargo, es el Cristo de la Agonía de Vergara, que es “comparable por muchos profesores con el Laocoonte que está en los Museos Vaticanos”, señala Miranda.

-¿Cómo surge la idea de escribir este libro?

-El proceso empezó cuando escribía el anterior libro, Historia de la Semana Santa de Córdoba. Había ido a ver una de las imágenes más importantes de Juan de Mesa, el Cristo de la Agonía de Vergara, y en una conversación con la gente de la editorial me plantearon que podía escribir una obra sobre él. En un principio me espantó porque yo no soy historiador del arte, pero mientras preparaba aquel primer libro empecé a darle vueltas. Si lo hacía tenía que ser hablando con personas que estuvieran cerca de las imágenes, escuchándolas y haciéndolo como una especie de libro de viajes. Pasado un tiempo, me puse con el proyecto y este es el resultado.

-¿Cuántas entrevistas ha hecho a lo largo del proceso?

-Más de una veintena entre Sevilla y sus pueblos, La Rambla, Córdoba capital… Casi siempre a gente que no me conocía en absoluto y que tuvo la amabilidad de atenderme e incluso, en algún momento, abrirme su corazón y contarme cosas importantes que les estaban pasando. Son testimonios únicos e irrepetibles porque algunas de esas personas con las que hablé ya no están. En este tiempo he viajado bastante -cuatro veces a Sevilla y una a cada uno de los pueblos- y he leído mucho, lo que también me ha enriquecido.

-¿Cuál ha sido el lugar más lejano al que ha ido para ver una obra de Juan de Mesa o hablar con alguien que la conociera?

-Me hubiera gustado ir a Vergara, en Guipúzcoa, donde está la obra más importante, pero las circunstancias no estaban para viajar tanto. Así que con el párroco de esta iglesia tuve que hablar por teléfono. Me atendió estupendamente y además yo ya había visto anteriormente a ese cristo.

"Hace muchísimas obras y en esa evolución se puede ver una vida entregada a la escultura"

-El libro está escrito en primera persona, de forma muy cercana.

-Claro, porque la figura de Juan de Mesa me ha atraído siempre. La casualidad o la Providencia, que decimos los creyentes, ha querido que este libro se me plantease en 2020. Yo, que cumplo los años en enero, tenía 44 años, los mismos con los que murió él. Lo he querido hacer en primera persona y poner fragmentos y partes de mi vida un poco superpuestas a la biografía que hacía de Juan de Mesa. Tenía su riesgo, porque hay gente que puede pensar que me comparo con él, pero también creo que puede empatizar con el lector.

-Usted es hermano de Las Angustias. ¿Qué fue primero, la admiración a la Virgen o a Juan de Mesa?

-Primero fue a Juan de Mesa, o casi de forma paralela. Yo nací en Fernán Núñez y con 14 años me integré en la Banda del Círculo Cultural Calíope, que venía a tocarle a la Virgen de las Angustias. En aquel momento justo, en 1990, estaba descubriendo la obra de Juan de Mesa. Y claro, cuando vine a Córdoba a acompañar a la Virgen, esta imagen me produjo una gran admiración. Me hice hermano de Las Angustias diez años después, en 2000.

-¿Podemos trazar un relato de lo que fue la corta vida de Juan de Mesa a través de sus obras?

-Claro, date cuenta de que no conocemos nada de él. Solo tenemos los datos registrales y contractuales. Por ejemplo, sabemos que nace en Córdoba en 1583, pero a partir de ahí no hay ningún dato. Parece que estuvo en Granada antes de llegar a Sevilla. Desde luego, tiene que irse porque en Córdoba no había encargos ni capacidad para formarse y lo siguiente que sabemos de él es a través de los contratos que han ido apareciendo, sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX. A Juan de Mesa se le olvida una vez que muere y se le reconstruye a partir de entonces, cuando se pensaba que todas sus obras eran de su maestro, Martínez Montañés. En esos contratos está gran parte de su vida, que la pasa prácticamente trabajando. Sobre todo a partir de 1618, podemos reconstruirla casi al completo. Vemos que es un escultor entregado de forma febril a su trabajo, que hace muchísimas obras. Y en la evolución de esas obras se puede ver una vida entregada a la escultura.

"Ese mundo dramático, humano, con tanta garra, es el que gusta a las cofradías"

-¿Logró superar a Martínez Montañés?

-Digamos que fue por otro camino. Hay mucha gente que piensa que sí, que Montañés tuvo el mejor don que puede tener un maestro, que es un discípulo que lo supere. Montañés trabaja para otro tipo de clientes y hace otro tipo de encargos para órdenes religiosas y conventos, por ejemplo retablos y relieves. De algunos de ellos hablo en el libro. Él trabaja sobre todo imágenes de santos con mucha perfección técnica. Crea el modelo canónico de la Inmaculada, sobre todo en la llamada Cieguecita de la Catedral de Sevilla. Sin embargo, Juan de Mesa, como profesional autónomo que es, tiene que buscar otro mercado y lo encuentra en las cofradías de penitencia, que están naciendo en ese momento. Él conecta en seguida con ese modelo. A partir del Cristo del Amor de Sevilla (1619-1620), casi todos los encargos que le llegan son de cofradías. Ese mundo dramático, humano, expresivo, con tanta garra, es el que gusta a las cofradías. A partir de ahí, esto, junto con los encargos de la compañía de Jesús, es lo que le da trabajo.

-¿Por cuántas imágenes hace un recorrido en el libro?

-En profundidad son unas 12 imágenes, aunque hablo también de todas las demás. Y digo en profundidad porque les he dedicado un capítulo, he hablado con personas cercanas a ellas, algunos de ellos profesores, y también he incluido aspectos que no aparecen generalmente en los libros de Arte, como el recorrido que hace una cofradía por las calles. Me parece importante para ilustrar la forma por la que esa imagen sigue viva. Si seguimos hablando de esas imágenes es porque tienen a gente que se encarga de darles culto y sacarlas a la calle, que es para lo que las hizo Juan de Mesa.

-¿Cuántas obras hay atribuidas al imaginero cordobés?

-Más de 50 seguro y el número va en aumento. Hay atribuciones por ahí que se hacen con bastante fundamento. Por ejemplo, estudiosos que, en una imagen que está en cualquier iglesia, ven por sus rasgos que puede ser suya. Desde luego, tanta atribución ya nos plantearía el problema de si en tan poco periodo de tiempo, hasta los 44 años, pudo hacer tanto. Parece que sí porque hacía un crucificado en tres meses, lo cual hoy sorprende ya que se trata de una iconografía que es complicada.

"Si seguimos hablando de sus imágenes es porque hay gente que se encarga de darles culto"

-¿Están la mayoría de sus obras en Sevilla?

-La mayoría las hizo para Sevilla porque es donde trabajaba y donde murió. Hay bastantes en lo que era el Reino de Sevilla, que abarcaba su provincia y la provincia de Huelva. En Córdoba están documentadas la Virgen de las Angustias y el Nazareno de La Rambla. Hay otras en Madrid, como el crucificado que preside la Catedral de la Almudena y la Virgen de la Misericordia. También mandó obras a América, de forma que están repartidas por varios países, como Perú y Colombia. Todo ello con preferencia por Sevilla porque era su entorno.

-¿Volvió a Córdoba en algún momento de su vida?

-No volvió. Cuando en 1606 ingresa en el taller de Montañés declara que sus padres han muerto de edad y no nombra a hermanos. Se marcha allí, se casa allí y más o menos la familia de su mujer es la que considera su familia. Sin embargo, sí tengo que decir que no se olvida de Córdoba y eso lo hago constar en el libro. Él, a partir de 1620 más o menos, suele introducir documentos en sus obras, en una cámara hueca que suelen tener las esculturas. En esos documentos se define de dos formas; como natural de la ciudad de Córdoba, algo que lleva a gala, y discípulo de Juan Martínez Montañés, lo que, de alguna forma, es como el sello de una universidad prestigiosa. Providencialmente, cuando muere está haciendo su última obra, que lo dice en el testamento, que es la Virgen de las Angustias, a la que solo le quedan tres días de trabajo.

-Después de hacer esta investigación, ¿ha cambiado su forma de ver a Juan de Mesa?

-Quizás lo admiro un poco más. De alguna forma, ves a la persona que se esfuerza en hacer cada vez algo distinto, que se esfuerza en evolucionar y que no se conforma con lo que hace. Alcanza el éxito entre las cofradías, lo que no daba demasiado dinero y tampoco daba demasiado prestigio. Digamos que encuentra un lenguaje que aplauden las cofradías, sin embargo no se encasilla y sigue evolucionando. Se puede ver un refinamiento hacia el final de su carrera.

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