La Merced, extramuros de la ciudad
Pasión en Sepia
Lunes Santo. Una nueva cofradía se presenta a la ciudad, quien admira el discurrir de la misma por el recorrido oficial. Aún queda mucho para volver al punto de partida
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Marcha abril paso a paso, poco a poco. Los días avanzan recién estrenada la primavera, en una ciudad que parece ha despertado a la vida. Los días son más largos y, por ello, parece que las gentes del pueblo tienen una mayor actividad. Ayer fue Domingo de Ramos. Un año más, Córdoba se ha vestido de gala, para la celebración de la Semana Santa. La infantil hermandad de la Borriquita no ha estado presente en las calles. Tras su disolución en la Trinidad, ha sido imposible reflotar la corporación para que esté presente en la jornada de palmas y olivos.
Mientras unas hermandades fenecen, otras nacen llenas de vida. En la iglesia del Buen Pastor, templo auxiliar de la nueva parroquia de San Antonio de Padua, hay un movimiento novedoso. Un grupo de personas, quienes tres años antes habían fundado una nueva cofradía, se afanan en dar los últimos toques al paso de su divina titular.
Han sido tres años de intenso trabajo. Desde enero de 1955 cuando el obispo Fray Albino aprobó sus primeras reglas, muchos han sido los desvelos, los sufrimientos, las horas dedicadas a consolidar un ilusionante proyecto. Los inicios de una nueva cofradía son siempre duros, pero aún más si esta se asienta en un lugar donde la necesidad y la pobreza son palpables en el día a día. Ahí siguen, en el trabajo.
Es lunes, 15 de abril de 1957 para ser más concretos. Los hermanos de la nueva corporación, titulada Hermandad del Santísimo Sacramento, Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Coronación de Espinas y Nuestra Señora la Santísima Virgen de la Merced, se centran en terminar de exornar con flores el paso de la Virgen, el único que hará estación de penitencia por las calles de Córdoba.
Ya va quedando menos. Por la lejanía de su sede canónica, su recorrido será el más largo de todas las que conforman la Semana Santa. La prensa local de la época lo desglosa en su edición diaria: Carretera de Almadén, Ronda del Marrubial, Plaza del Corazón de María, María Auxiliadora, Plaza de San Lorenzo, Santa María de Gracia, Realejo, Plaza de San Andrés, San Pablo, Plaza del Salvador, Carrera oficial –que discurría por Plaza del Salvador, Calvo Sotelo, Claudio Marcelo, Plaza de José Antonio, Conde de Gondomar, Avenida del Gran Capitán, y Glorieta de los Artilleros–, continuando por Avenida del Generalísimo, Plaza de Colón, Torre de la Malmuerta, Obispo Pérez Muñoz y Carretera de Almadén. Un itinerario largo, pero circunstancias mandan y la fe siempre es más fuerte que ellas.
Llegada la hora, nueve menos cuarto de la noche, la joven cofradía se pone en las calles. Una modesta cruz de guía, niquelada con el escudo mercedario, es seguida por nazarenos revestidos por un hábito blanco con botonadura y fajín color rojo. La banda de cornetas y tambores del Cristo de Gracia pone el pregón sonoro al cortejo. Siguen los albos y niveos nazarenos caminando por las calles de Córdoba para adentrarse en el corazón de la ciudad.
Tras ellos, en el antiguo paso de la Virgen de la Amargura, de la hermandad del Rescatado, la imagen de la Virgen. Icono antiguo donado a la parroquia por Rafael Rodríguez de Correa, cuyo nombre figura en la nómina de fundadores. Numerosa cera rizada de forma artesanal es la única iluminación del paso. Las flores blancas simbolizan la pureza de María. Sobre el frontal, también con flores, los hermanos han dispuesto es escudo de la orden de la Merced.
La procesión discurre con normalidad hasta llegar a la carrera oficial a las once y veinte de la noche. Llegado el paso a la tribuna de autoridades, el capitán general de la Región Militar, el general Antonio Castejón, quien ha sido nombrado hermano mayor honorario de la hermandad, se incorpora a la procesión. Todo discurre con normalidad. Una nueva cofradía, llegada desde extramuros, se presenta a la ciudad, quien admira el discurrir de la misma por el recorrido oficial.
Aún queda mucho para volver al punto de partida hacia las dos de la madrugada del Martes Santo. Aún así se ha conseguido un sueño. Se ha puesto en marcha un proyecto en torno a una devoción muy arraigada en el fervor popular. Hay que seguir trabajando. Ora et labora. Los resultados llegarán –comprobado está a día de hoy– sin lugar a dudas. Por ello no hay que cejar nunca en la lucha, en el trabajo, en los sueños. Con la constancia todo llega. ¡Qué lejos queda ya ese Lunes Santo! Cuánto han cambiado, para bien, las cosas. El sepia se ha tornado en color.
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