El broche perfecto en San Lorenzo

Lunes Santo · Las Ánimas

La salida de la hermandad se convierte un Lunes Santo más en uno de los momentos más impresionantes de la jornada.

Centenares de personas contemplan el paso del Cristo de Remedio de Ánimas, tras su salida de la iglesia de San Lorenzo.
G. N. J.

15 de abril 2014 - 01:00

ESTE año no hay ninguna duda. Todo está preparado en la plaza de San Lorenzo para ver salir a la última cofradía del Lunes Santo, la hermandad del Santísimo Remedio de Ánimas, que cada año pone el broche final del Lunes Santo. La última luz del día se va apagando lentamente para dar paso a las primeras sombras de la noche. Es el momento ideal para conseguir ese magnetismo especial que se crea a la salida de este cortejo procesional tan querido por toda la ciudad.

La luz de los faroles proyecta las primeras sombras sobre las blancas fachadas de este punto del Casco Histórico. La luna llena fija su resplandor sobre el rosetón de la imponente iglesia de San Lorenzo mientras centenares de personas, esperan pacientemente a que llegue el momento de la salida. No queda ningún hueco libre, el ambiente se convierte casi en asfixiante y los agentes de la Policía impiden que más gente avance hacia la entrada de la iglesia. Las campanadas comienzan a sonar y una espesura de incienso se apodera del entorno. Los más mayores, gran parte vecinos del barrio, mandan a callar a muchos de los corrillos que se colocan sobre las aceras e, incluso, en la calzada. "Ya no hay respeto por este momento", se lamenta una señora.

Sin embargo, el cortejo comienza a salir del templo y avanzar en dirección al Realejo sin perder la compostura y provocando un escalofrío en el cuerpo. Impresiona la enlutada fila de nazarenos portando los faroles del viático, sus roncas voces rezando el rosario, el gesto de dolor del Cristo de Remedio de Ánimas crucificado, su largo pelo cubriendo la mitad de su rostro, su encarnadura renegrida, el vuelo de su espectacular velo por la leve brisa de aire o los cantos del Miserere. "Es espectacular, jamás olvidaré este momento", confiesa una joven turista a la amiga que la acompaña en este viaje.

Entre los detalles cuidados hasta el último extremo tampoco pasa desapercibido la belleza del baldaquino de Nuestra Señora Madre de Dios en sus Tristezas. Todo es perfecto en la estación de penitencia de esta hermandad que este año, después del último Lunes Santo pasado por agua, consigue poner el broche de oro a la jornada cofrade.

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