El dolor de una larga agonía en la plaza de San Lorenzo
l calvarioCientos de fieles esperan a las puertas de la iglesia fernandina a Nuestro Padre Jesús del Calvario seguido por su madre, Nuestra Señora del Mayor Dolor
El cielo encapotado cubre la plaza de San Lorenzo mientras que el sonido de las campanas anuncia la llegada de uno de esos momentos que hacen que se estremezca hasta el alma. Poco a poco, con paso lento pero firme, sale por el pórtico de la iglesia fernandina Nuestro Padre Jesús del Calvario, quien en su rostro lleva marcado el dolor de una larga agonía.
Tras salir a la calle los cientos de fieles que lo esperan lo miran con fe y con devoción, siendo conscientes de que el denso incienso que abre paso a Jesús le conduce por el tenebroso camino hacia el Monte Calvario. Entre la bulla hay desde mayores hasta niños que, mientras juguetean con bolas de cera entre sus manos, clavan sus ojos en las gotas de sangre que cubren las manos y el rostro de Jesucristo. "Mamá, la cruz tiene que pesar mucho y seguro que le duele", le comenta un niño su madre a lo que ésta le contesta "tú rézale para que su dolor sea mucho menor".
La tarde cordobesa, con la torre de San Lorenzo como telón de fondo, es mágica y nada puede fallar en este aparente hechizo cofrade, a pesar de que los nubarrones no dejan paso a la luz de las estrellas. "Vamos, arriba mis valientes. Despacio, pero con fuerza", marca el capataz a su cuadrilla de costaleros que siguen todas sus órdenes marcando sus movimientos al son de las cornetas. Así, poco a poco, Nuestro Padre Jesús del Calvario se adentra por Santa María de Gracia, con la mirada perdida, con su Cruz a cuestas, sabiendo que su destino será la muerte.
A muy pocos metros lo sigue su Madre, Nuestra Señora del Mayor Dolor. Bajo el palio se vislumbran sus lágrimas corriendo por su rostro, rodeada de un aroma a rosas blancas que van dejando huella a su paso. "Qué guapa es", exclama una vecina, "yo no podría pasar un Miércoles Santo sin venir a su encuentro a las puertas de San Lorenzo".
Los nazarenos, con sus túnicas moradas, van abriendo camino en un recorrido de casi siete horas que conducirá a Jesucristo hasta el Gólgota. Es la antesala de la Pasión, los días más grandes de la Semana Santa. María se retuerce de dolor bajo un palio que ya derrama sangre. Sufre el inexplicable sentimiento de una madre a la que han vendido a su Hijo para que muera en la cruz junto a dos ladrones. Una estampa cruel que deja un año más el Miércoles Santo para dar paso a la crucifixión.
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