Domingo de Resurrección: la vida vence a la muerte
Pasión en sepia
Las calles de Córdoba son una marea viva de gentes de todo tipo y posición social. Visten sus mejores galas. Se disponen a acudir a la celebración litúrgica del Triunfo de la vida
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Repican a gloria las campanas en todas las torres de los templos cordobeses. En el Patio de los Naranjos de la Catedral, la algarabía es inmensa. El amanecer ha traído el piar de los gorriones, el canto de los verdones o el revoloteo incesante de las golondrinas. Las campanas de la torre, trazada por Hernán Ruiz, son volteadas. La Santa María, conocida como la Gorda, estalla en júbilo. Los surtidores de las fuentes también ponen su son alegre y acompasado, cuando el agua quiere acompasar con tonos tenues y constantes su contrapunto sonoro al tañer que sale de lo más alto del campanario.
Como el domingo anterior, de Ramos, las gentes salen a la calle. Hace una semana lo hicieron dispuestos a celebrar la entrada de Cristo en Jerusalén. En conmemorar su Pasión y Muerte. Hoy lo hacen para el autentico fin de todo. La resurrección del Señor. Cristo ha vencido a la muerte. El drama ha terminado en alegría. Las calles de Córdoba son una marea viva de gentes de todo tipo y posición social. Visten sus mejores galas. Se disponen a acudir a la celebración litúrgica del Triunfo de la vida. Algunos niños, traviesos, inquietos, niños en todo caso, se suman con sus juegos a la jornada. Arrastran latas atadas con cuerdas, lo que provoca un ruido ensordecedor, pero a nadie molesta, son cosas de niños. En otros lugares se tiran petardos y cohetes. La alegría inunda Córdoba.
Las campanas siguen repicando. El toque de las campanas de la Catedral ha contagiado con su júbilo a sus hermanas menores. Todas transmiten alegría. Desde San Francisco hasta San Lorenzo, pasando por San Pablo, San Miguel, San Andrés, San Agustín… todos los campanarios cantan con sones metálicos de bronce. Todas, pero en Santa Marina resuenan de una forma especial. Todo el barrio es un ir y venir de gentes. La plaza es un hervidero de personas que esperan el momento más álgido de un barrio. Un barrio con aromas castizos. Una collación que huele a torería, por la proximidad con el matadero viejo. Unas calles que viven el quehacer cotidiano de los piconeros que van a la sierra a elaborar el picón. Un barrio que rezuma el sentimiento de gentes sencillas, trabajadoras y que hoy, Domingo de Resurrección, se disponen a disfrutar de uno de los días grandes.
Santa Marina ha amanecido, al igual que toda la ciudad, jubilosa. Sus vecinos visten de fiesta. Las puertas de las tabernas han abierto con normalidad tras los días de Pasión. Muchos se toman un aguardiente de Rute, mientras esperan que las puertas del templo se abran. Las campanas siguen repicando con alegría. Las pesadas puertas del templo fernandino de Santa Marina se abren pausadamente. La cruz de guía se vislumbra en la obscuridad interior. Los hermanos, sin prisa pero sin pausa, van pisando las calles. El cortejo discurrirá por las calles castizas del barrio castizo por excelencia. La calle Moriscos, la Piedra Escrita, San Agustín, para terminar entrando triunfal a Córdoba.
El cortejo es de bullicio y alegría. ¡Que menos, si Cristo ha resucitado! Bien de paisano, de blanco y amarillo, colores pontificios, con representaciones de las demás hermandades de la ciudad, de blanco radiante y azul. Da igual, lo importante es dar testimonio de fe. El cortejo triunfal avanza por las calles de Córdoba. Bullicioso, alegre, pero sereno y sosegado. El sol de primavera comienza a apretar. Hay que recogerse pronto. El almuerzo espera ya sin ayunos, ni abstinencias, ni vigilias. Santa Marina es un clamor. La espera se hace más breve para ver entrar al Señor triunfante y a su Divina Madre, primero de la Luz y después de la Alegría, degustando un fino. La cofradía entra a su templo. Es un día de júbilo. Hay expectación. Todos marchan para sus casas, ya sean vecinos del barrio o no. La tradición ha sido cumplida un año más. Hoy es Domingo de Resurrección. Cristo ha vencido a la muerte. Es día de celebración, por ello hay festejo en Los Tejares.
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