Sin hacer caso al nubarrón
Las salidas de las hermandades de sus templos no estuvieron tan concurridas como en años anteriores, algo que resultó evidente en el arranque de cortejos como el de la Soledad o el Santo Sepulcro
En muy contadas ocasiones se le ha hecho tan poco caso al paso de un denso nubarrón sobre la ciudad como el que ayer le prestaron las cinco hermandades del Viernes Santo. Ni los Dolores, que fue la primera cofradía en comenzar su estación de penitencia -a las 16:00- ni la Expiración -pasadas las 19:30- se plantearon renunciar a la su procesiones a pesar de que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) arrojaba una cierta probabilidad de precipitaciones. Hubo razones objetivas para que estas corporaciones decidieran quedarse en los templos y aplazar la estación de penitencia hasta el año que viene, ya que la lluvia había caído en esa misma mañana y el parte meteorológica no garantizaba en su totalidad que esta jornada quedara ausente de agua. El fuerte viento que sopló durante toda la tarde tampoco fue óbice para que estos cortejos se quedaran en casa, como así se suele decir en este tipo de ocasiones.
En apenas 24 horas las previsiones meteorológicas habían sufrido unos cambios muy notables. En este sentido, la probabilidad de lluvia para ayer publicada en la noche del Miércoles Santo por la agencia estatal superaba muy levemente el 50%, un porcentaje que hizo pensar a muchos que los cortejos del Viernes Santo no iban a celebrarse. Estos números, sin embargo, descendieron hasta llegar al 30% en el parte que se dio a conocer en la mañana del Viernes Santo. El rápido movimiento de la nubosidad que se registró durante la tarde de ayer propició situar la probabilidad en torno al 10% y, a los pocos minutos, desde Aemet informaron de que las posibilidades habían caído hasta el 5%, dejando la puerta abierta a un chaparrón inoportuno que finalmente no llegó.
La confirmación de que las cinco hermandades llegarían al centro de la ciudad daba la oportunidad de dirigirse al entorno de la Catedral para saborear lo que algunos se han atrevido a bautizar como una segunda carrera oficial o una prueba piloto, ya que es el único día de la Semana Santa en el que todas las cofradías, por segundo año consecutivo, acceden al interior del primer templo de la Diócesis.
El golpe al portón de la iglesia de los Dolores se produjo algunos minutos antes de lo previsto en el horario facilitado por la Agrupación de Hermandades a través de las tradicionales guías de Semana Santa. Los cerca de 15 minutos de adelanto en el comienzo de la estación de penitencia de la corporación servita despejaron muchas dudas en torno al desarrollo de la jornada. Hubo quien comentó en la salida de esta procesión que si los Dolores había decidido ponerse en la calle era un signo más que evidente para pensar que las otras cuatro hermandades no pondrían reparos en tomar el ejemplo de la hermandad servita. Era una especie de confirmación oficiosa que avanzaba que todo iba a discurrir con normalidad.
En la plaza de Capuchinos dio la sensación, sin embargo, de que había menos gente que en años anteriores. Ni la cruz de guía ni los faroles que la acompañan en el cortejo procesional tuvieron problema alguno para acceder a la plaza de las Doblas a través del estrecho callejón que separa los dos enclaves. Tampoco el entorno de la plaza de San Miguel y San Zoilo bullían como el año pasado o como en días anteriores -valga aquí el ejemplo de la procesión de la Hermandad de la Paz y Esperanza como muestra del bullicio que se formó en este céntrico espacio de la ciudad-.
Al otro lado del Guadalquivir, a escasos 300 metros de uno de los extremo del Puente Romano, salió el cortejo del Descendimiento también sin la más mínima duda al igual que los Dolores. Efectivamente, como ya apuntaron algunos cofrades en la misma salida de la cofradía servita, cuando la Señora de Córdoba sale de Capuchinos es indudable que el resto también celebrarán sus cortejos. Los vecinos del Campo de la Verdad sí acudieron en masa para no perderse la última de las tres procesiones que conecta las dos márgenes del río durante su estación de penitencia. Esta hermandad se mostró orgullosa del dorado del paso de misterio, un trabajo realizado por el artista cordobés José Carlos Rubio y que ayer lució en su totalidad.
Prácticamente en paralelo a la Ribera discurrió el primer tramo de la procesión de la Soledad, en su camino hacia la carrera oficial. Éste es un cortejo austero -domina la estética franciscana en sus hábitos- y con una escasa participación, ya que apenas concurrieron un centenar de penitentes en él sin contar con los componentes de su cuadrilla de costaleros. Sin embargo, el respeto y el rigor procesional volvieron a ser las notas predominantes en el arranque de la estación de penitencia de la cofradía de la Soledad.
La valentía mostrada por estas cinco cofradías no fue correspondida, en cualquier caso por los ciudadanos que días atrás habían llenado las calles de Córdoba para ver las procesiones. El riesgo de lluvia y la bajada de la temperatura fueron los principales culpables de que esto ocurriera. Prueba de ello fue la escasa concurrencia a la plaza de la Compañía, un espacio en el que, como suele decirse, apenas cabe un alfiler cuando de allí sale el cortejo procesional de la cofradía del Santo Sepulcro. La cofradía volvió a lucir el dorado de su paso y, siempre a golpe de la matraca, avanzó en dirección a la Catedral -fue la segunda en entrar a este templo tras la corporación servita- y, tras salir del Patio de los Naranjos, hacia la carrera oficial.
Muy poco se pareció el aspecto que presentó la calle Capitulares el Jueves Santo en la salida de la Virgen de las Angustias con el de ayer en el arranque del cortejo del Cristo de la Expiración y la Virgen del Rosario. Tampoco bulló como en sus mejores momentos y el cortejo no tuvo problemas a la hora de avanzar hacia la cercana carrera oficial.
Conforme caía la noche -en la que cayó alguna que otra gota de agua de forma muy dispersa- el mercurio del termómetro iba bajando cada vez más. Comparando con jornadas anteriores, el descenso de la temperatura se situó en torno a los siete grados al superar por poco la decena de grados. Fue una noche de abrigos y prisa por marcharse a casa. Fue una noche para tratar de evitar la recogida de los titulares en los templos, a pesar de que éste es uno de los momentos predilectos por los cofrades, sobre todo cuando se trata de hermandades como el Santo Sepulcro o los Dolores. Las plazas de la Compañía y Capuchinos no tuvieron el calor de años anteriores y pudo verse el final de estas procesiones sin el habitual empujón de la gente allí congregada.
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