De ilusiones, superación y brillo nocturno
Miércoles Santo
Otra tarde para el recuerdo en la que la cofradía de Las Palmeras, la Piedad, volvió a hacer historia. La Virgen del Rocío pudo salir sin problemas gracias al manto cedido por la Virgen de la Amargura.
MIÉRCOLES Santo luminoso en una Semana de Pasión que pasa su ecuador con paso firme y dejando atrás un reguero de belleza y de sensaciones. La ciudad se cohesiona con sus imágenes, con sus desfiles procesionales, y quizá la mejor muestra de ello es la hermandad del Cristo de la Piedad, que ayer logró completar la carrera oficial por segunda vez en su historia. La lluvia lo impidió en los años impares, 2011 y 2013, pero los pares, 2012 y 2014, le han permitido a esta cofradía de la barriada de Las Palmeras, tan acostumbrada a las penalidades, el olvido y la precariedad, cumplir el sueño que tenían muchos cofrades de la parroquia de San Antonio María Claret y que en algunos momentos, no hace tanto, parecía una quimera. Gran esfuerzo el suyo, larguísimo trazado el que recorrieron ayer para llevar hasta el Centro de la ciudad su imagen de Jesús muerto en la Cruz al que observa desolada su madre. Allí, la cofradía de Las Palmeras recibió el cariño de una ciudad que les valora el esfuerzo y los reconoce. Muchos aplausos, mucha ternura. La Semana Santa, pues, que une por unos días a una ciudad a menudo fragmentada en ese puzzle de retazos urbanos alejados del Casco histórico que con el paso de las décadas fueron creciendo al calor del auge demográfico y de la llegada de una inmigración que venía de los pueblos de la provincia para buscarse aquí la vida y aportar su esfuerzo, su labor y sus variados acentos y vocablos. Lugares que tienen su vida propia, pero que en días como estos se vuelcan en el proyecto común de una Córdoba vertebrada, o así parece.
Barrio clásico, antañón y lleno de sabor, es por su parte el Alcázar Viejo, que ayer volvió a volcarse con la única hermandad que desde allí sale a lo largo de la semana. Con puntualidad, sin temor alguno a un cielo ya azul y bajo un bochorno intenso, el Nazareno de Pasión y la Virgen del Amor se hicieron a la calle entre el cariño de un barrio que siente una devoción profunda por sus imágenes y en especial por su Cristo, hermosa talla anónima el siglo XVII. Francisco Gómez Sanmiguel, presidente de la agrupación de cofradías y hermano de la Pasión, anduvo como contraguía junto al paso del Nazareno y vivió un año más la estación de penitencia de la que es su cofradía del corazón más allá del papel institucional que hoy juega.
De la iglesia de San Roque, en la Judería, en la calle Buen Pastor, salió a esa hora de la digestión y la siestecita la cofradía del Perdón. Año difícil para ellos, pues no es plato de gusto lo que la ocurrido a la Virgen del Rocío, que al comienzo de la semana vio como su manto quedaba inservible por una mancha de lejía de cuyo origen poco se sabe. Ayer se hablaba de un posible acto vandálico que la Policía investiga, pero la cofradía, cosa lógica, decidió centrarse en el que es el día más importante para sus hermanos. Salió la Virgen, hermosa, con un manto prestado de la Virgen de la Amargura y recorrió la ciudad envuelta en el sonido de alguna salve rociera que proyectaba su música hacia la primavera y hacía una devoción tan profundamente andaluza. Su entrada y la del Cristo del Perdón, la más tempranera del día y una de las más complejas de toda la Semana Santa cordobesa, supuso un alivio para unos hermanos que recibieron el calor de la ciudad y de los no pocos turistas de variado pasaporte que por allí se arremolinaban para asistir en directo a un hecho que de un modo u otro jamás olvidarán.
San Lorenzo, iglesia que juega un papel destacado en los primeros días de la Semana Mayor, volvió ayer a ser eje de la tarde y de la noche cofradiera. Poco después de las tres ya bullía el interior de la iglesia fernandina, de la que en los días precedentes salieron el Cristo de Ánimas y La Borriquita. Pleno pues para esta parroquia en 2014. Casi milagroso parecía además el efecto luminoso que en el interior del templo provocaba la luz del sol al entrar por la vidriera del rosetón frontero. La Semana Santa de Córdoba son sus imágenes y sus calles, y su gente, pero también sus templos, ese reguero de iglesias históricas que en cualquier otra ciudad serían protagonistas y que aquí juegan un papel secundario debido al enorme legado monumental. Salieron de San Lorenzo Nuestro Padre Jesús del Calvario y Nuestra Señora del Mayor Dolor y se adentraron por la vieja Córdoba hasta llegar a la Ronda de Isasa en trayecto previo a su entrada a la Catedral, que se produjo poco después de las siete de la tarde. Luego llegó la carrera oficial y el regreso a casa a través de un Realejo en el que este año se han vivido momentos de gran intensidad y luminosidad.
La hermosísima plaza de Capuchinos volvió por su parte a congregar a un público nutrido bajo la mirada del Cristo de los Faroles cuando la tarde comenzaba a avanzar hacia su ocaso. Si el Martes Santo fue La Sangre la que tomó Capuchinos, ayer lo hizo La Paz. El viernes, desde San Jacinto, la Virgen de los Dolores. Un sólo de trompeta largo rompió la tarde para marcar la salida de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, que se adentró en una ciudad que para esa hora era ya un hormiguero de gentes que se preparaban, las más afortunadas, para disfrutar de un largo puente festivo marcado por la religión. La Virgen de La Paz y La Esperanza salió por su parte bajo los sones de La saeta, que tanto gustan y emocionan. Muchos llantos hubo en recuerdo del capataz de costaleros Rafael Muñoz, recientemente fallecido y al que tanto añoran los que fueron sus compañeros.
Cerró la jornada La Misericordia, que partió de la Basílica Menor de San Pedro a esa hora en la que el sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad para abrir el camino a otra noche cofrade. Imponente, porque esa es la palabra, el Cristo de la Misericordia y también el ambiente de niños y adultos y gente mayor que por allí se arremolinaba para verlo salir. Y la Virgen, Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo, que se adentró ya en la penumbra nocturna para enfilar hacia don Rodrigo, la calle Lineros y la Plaza del Potro antes de subir hacia la Carrera Oficial.
Con todas las cofradías en la calle, el Miércoles Santo lució su aspecto más hermoso, tan variado de orígenes y de sentimientos cofrades. Hoy llegan ya los días grandes y con ellos miles de turistas dispuestos a disfrutar de una tradición tan cordobesa y tan atrayente.
Todo parece convocado para cerrar una Semana Santa de pleno aunque por ahora se mantengan las dudas climatológicas para el Domingo de Resurrección. Habrá por tanto que esperar. Pero cuánta maravilla.
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