Una jornada marcada por los matices

MARTES SANTO

El aire, que deslució las candelerías durante buena parte del día, fue el protagonista de una jornada en la que cada hermandad aportó un pequeño gran detalle con el que enriquecer sus estaciones de penitencia

Imagen del Cristo de la Conversión, estrenada ayer por la hermandad de la Sangre.
Imagen del Cristo de la Conversión, estrenada ayer por la hermandad de la Sangre.
J. Cabrera

08 de abril 2009 - 01:00

SI por matiz se entiende aquello de escasa relevancia que da a algo un carácter determinado, el Martes Santo de ayer fue una jornada plagada de matices, en donde la sucesión de pequeños detalles dieron personalidad al día caracterizado por el viento que se hizo el protagonista de la tarde. Así, no hubo estrenos de gran calado, pero, en cambio, si se vieron por primera vez piezas que vienen a enriquecer el patrimonio de las respectivas hermandades y que consolidan el proyecto de cada una de ellas.

Los hermanos de la Sangre estaban satisfechos con el estreno del Cristo de la Conversión, una talla de Antonio Bernal bendecida días atrás y que se incorpora al cortejo procesional tras el paso de Nuestro Padre Jesús de la Sangre. Este Crucificado forma parte de la titulación de la cofradía cisterciense desde hace casi tres décadas. Desde entonces, la hermandad bendijo las imágenes de Antonio Eslava y la de Luis Álvarez Duarte y el Cristo de la Conversión se quedó atrás.

Ahora, en su primera salida procesional, se da sentido al proyecto inicial de esta hermandad cuando la misma no era más que una cuadrilla de costaleros y una banda de cornetas y tambores que recaudaban fondos para enriquecer el patrimonio que diseñaba fray Ricardo. Cuando estos jóvenes montaban la Cruz de Mayo en la plaza de las Doblas y se iban a recoger manzanas a los campos de Alcolea para tener algún día una hermandad grande, algo que ya es una realidad.

Igual sensación se palpaba en las naves de San Andrés, donde en la nave principal estaban dispuestos los pasos de la cofradía del Buen Suceso. Muchos pequeños pasos suman un gran paso, y éste es el caso de estos cofrades que este año han incorporado unas tandas de candelería para continuar en el camino de las cosas bien hechas en el paso de la Virgen de la Caridad. El hermano mayor, Juan Miguel Bueno, -también capataz de la Virgen de la Caridad- estaba ayer satisfecho por los logros conseguidos durante sus dos mandatos.

En el Naranjo, por su parte, también dieron ayer otro pequeño gran paso que sumar a la reforma de su misterio con aire renacentista. Una nueva fase en la talla del mismo, a cargo de José Carlos Rubio, vino a enriquecer un proyecto que ya ha tomado forma tras la incorporación de las figuras secundarias realizadas por Sebastián Montes.

Aunque pareciera que el paso de la Santa Faz está completo, no es así. Por esto ayer incorporó el bordado de las gualdrapas laterales a la vez que la presentación del titular también siguió la línea ya fijada en el pasado vía crucis de las cofradías a la Catedral con el que se inició la Cuaresma en la capital. No hay que dejar atrás el flamante bacalao realizado por Francisco Pérez Artés y que ayer destacó por méritos propios en el cortejo de esta corporación trinitaria.

Además de estos pequeños detalles, en el que no puede faltar el estreno del bullicio de cada año en la calle María Auxiliadora cuando sale el Prendimiento, hay que incorporar la aparición de un viento que hizo mirar al cielo en más de una ocasión, como presagiando lo peor. Aunque los pronósticos meteorológicos fuesen claros para la jornada de ayer, lo cierto es que el viento que llegó a Córdoba en la sobremesa hizo que se pensara en lo peor, no por ayer Martes Santo sino por los días venideros en donde, sin ser preocupantes, los porcentajes de probabilidad de agua son más altos que en días pasados.

Todo quedó en la molestia habitual cada vez que hay algo de aire. Las cañas se afanaban entre las cadelerías cuando los zancos de los pasos tocaban el suelo. Daba tiempo a encender cuatro, ocho o diez cirios que a los pocos instantes volvían a estar apagados. Un trabajo inútil pero necesario, porque siempre hay que intentar que, aunque sean unos segundos, haya el mayor número de luces encendidas.

Al avanzar unos metros, al pasar por una esquina se volvía a repetir la historia apagando una parte de la candelería, mientras que por el cielo discurrían unas nubes cuyo color garantizaba que no llevaban agua.

De este modo terminó un Martes Santo que contó con la novedad de la estación de penitencia del Buen Suceso en la Catedral y que en lo demás discurrió con normalidad y sin incidentes de mención. Las calles estuvieron desde primera hora de la tarde demostrando, una vez más, que la Semana Santa es una fiesta que abarca a la ciudad en su globalidad. Y ayer se pudo comprobar al ver cómo tanto por la tarde como por la noche el barrio del Naranjo se llenaba de visitantes, al igual que San Lorenzo, San Andrés, Capuchinos o la Trinidad.

Precisamente en el Naranjo terminó la jornada, ya en la madrugada del Miércoles Santo. La llegada del cortejo nazareno a esta barrio es la consumación de una proeza que se repite año a año y que confirma las intenciones de aquel grupo de hermanos que hace quince años decidieron arriesgarse y hacer la carrera oficial, como cualquier otra cofradía. Conocían sus propias fuerzas mejor que nadie y la apuesta les salió bien, ya que cumplieron los horarios y los nazarenos dieron ejemplo de compostura y buen hacer por las calles de la ciudad.

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