El obispo de Córdoba preside la Misa Crismal en la Catedral
Semana Santa
El prelado bendice los santos óleos que serán administrados durante el año en el bautismo, la confirmación y la unción de enfermos
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El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha presidido este Martes Santo la solemne Misa Crismal en la Santa Iglesia Catedral, en la que los sacerdotes diocesanos han renovado sus promesas sacerdotales. Durante la celebración, el prelado ha consagrado el santo crisma y ha bendecido los santos óleos que serán administrados durante el año en los principales sacramentos: bautismo, confirmación y unción de enfermos.
En su homilía, Fernández ha recordado que el santo crisma es el “vehículo del Espíritu Santo que después se empleará en los sacramentos y en esta Misa Crismal celebramos la unción de toda la Iglesia y el don del corazón de Cristo a su Iglesia en el sacerdocio ministerial”.
Los presbíteros han renovado sus promesas sacerdotales y el obispo les ha recordado que “no hemos sido llamados simplemente para ejercer una función, hemos sido llamados para ser ungidos y por tanto nuestra vocación principal es la configuración con Jesucristo”. En esta línea, ha recordado también que renovar las promesas sacerdotales es decirle a Jesucristo “gracias Jesús por haberme llamado a esta vocación, haberme ungido con tu espíritu santo”.
A su juicio, este Martes Santo es “día de humildad porque Él nos abraza y renueva su confianza en cada uno de nosotros. Año tras año uno debe darse cuenta de que la tarea es inmensa, pero que más grande es la confianza y la gracia que ha sido derramada en nuestros corazones. La Misa Crismal debe ser un momento de renovación profunda, una revisión de vida cada año”.
“Estoy convencido de que donde hay un sacerdote bueno, más todavía si es santo, cambia el ambiente donde está. Un sacerdote santo transforma el mundo en el que vive”, ha aseverado.
El prelado ha dado gracias a Dios porque en la Diócesis de Córdoba brotan las vocaciones sacerdotales y religiosas y ha resaltado que es importante, independientemente del número de sacerdotes al servicio de la Diócesis, “ser sacerdotes santos, porque sin sacerdotes no hay Iglesia”.
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