El orgullo del Alcázar Viejo

Pasión

El barrio, que con la llegada de la primavera ya aparece engalanado con flores de mil colores, se vuelca con su Hermandad de Pasión

Jesús de la Pasión, avanzando por la calle San Basilio.
Á. Alba

17 de abril 2014 - 01:00

COMO cada año, ayer todo el Alcázar Viejo se volcó con su Hermandad de Pasión, el orgullo de un barrio que ya aparece engalanado con flores de mil colores, preparándose para los Patios, su fiesta mayor. Rejas y balcones dejaban asomar las primeras flores mientras los vecinos se hacían hueco para ver el cortejo de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y de María Santísima del Amor por la calle San Basilio, la arteria principal de este castizo barrio.

El sol apretaba mientras autóctonos y turistas esperaban abanicándose con lo que tenían más a mano, generalmente el típico librito de itinerarios de Semana Santa, mientras que las mujeres más previsoras ya lucían abanicos. El agua de la fuente situada al principio de la calle San Basilio refrescaba a costaleros y a los ciudadanos que no aguantaban los más de 30 grados que pasadas las 17:30 había en el Alcázar Viejo. Entre tanto, los niños de esclavina revoloteaban ajenos al calor mientras sus padres los acompañaban en la distancia, siempre pendientes para que a sus retoños no les falte nada.

El fervor del barrio afloraba por sus blancas fachadas, se notaba en las señoras que esperaban sentadas en la puerta de sus casas, en las que asomaban por sus ventanas buscando la mirada de su Nazareno, en las que disfrutaban junto a sus nietos del cortejo.

En la espera no faltaron los comentarios sobre el partido de final de la Copa del Rey que el Real Madrid y el F. C. Barcelona disputarían horas después. Algunos jóvenes, resignados, comentaban con sus amigos que se lo iban a perder si no querían buscarse "una bronca con la parienta", que lo esperaba "al salir del trabajo para ver pasos". Otros lo tenían claro: "yo no me lo voy a perder, ella -mirando a su pareja- que se vaya con las amigas que yo ya he quedado para el fútbol".

Entre un ir y venir de gente, desde la muralla se vislumbraba a lo lejos de la calle San Basilio el paso de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, con su túnica de terciopelo morado con bordados en oro, sobre su paso de color caoba iluminado con faroles. Sus potencias en plata sobredorada reflejaban el sol, que traspasaba el rojo pasión de su escudo, labrado en ellas.

Poco antes de las 18:00 el Señor de Pasión se disponía a abandonar su barrio, su fortaleza, no sin antes ser agasajado con una saeta. Una vez bajo el arco de Caballerizas se para a tomar fuerzas, va a abandonar su hogar para llegar hasta el Centro a vivir su estación de penitencia, muy esperada tras no poder procesionar el pasado año por la lluvia. Los costaleros lo levantan y la banda empieza a tocar, mientras el Nazareno va meciéndose ante la mirada de cientos de personas que lo esperan por la calle Caballerizas Reales. Tras él va María Santísima del Amor, con su manto y bambalinas de terciopelo rojo granate, rodeada de flores tan blancas como su delicado rostro.

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