Un palio plomizo que cubre el cortejo de San Pedro
l misericordiaLa hermandad realiza su recorrido bajo un cielo amenazante de precipitaciones aunque con la certeza de que no iba a llover
Han pasado 75 años desde la fundación de la Hermandad de la Misericordia y una efemérides de tal calado no podía tener a la lluvia entre sus invitados. En San Pedro había sobrevolado semanas atrás el temor de la suspensión del cortejo, cuando el porcentaje de riesgo de precipitaciones se situaba por encima del 60%, pero la realidad les devuelve la esperanza en el mismo día de la procesión. Desde las 18:00 la probabilidad era del 0% -el porcentaje más ansiado por cualquier cofrade el día de su estación de penitencia-. Pese a todo, el aspecto que tiene cielo dista mucho del de la paradigmática tarde primaveral, ésa de azul raso y últimos rayos solares en el atardecer. Una nube gris oscuro, más tarde de intenso rojo plomizo, cubre la plaza de San Pedro en el inicio del cortejo.
La cruz de guía toma la calle con puntualidad británica, exactamente a las 20:40, aún con luz del día, aunque, eso sí, con la oscuridad que le confieren los nubarrones. El nazareno que la porta, escoltado por los dos faroles, se adentra en la plaza de San Pedro con firmeza y disipa todas las dudas que se habían generado en torno a la salida procesional de la Misericordia. Conforme avanza el cortejo, la hermandad va dando cuenta de ese sello que la convierte en distinta a cualquier otra de la ciudad. Su elegancia, la orfebrería dorada y la singularidad de sus dos pasos, el del crucificado y el de las Lágrimas en su Desamparo, la hacen especial. Hasta el mismo caminar de los costaleros y el repertorio musical parece más cuidado y diferente.
En la calle Don Rodrigo, ya con noche cerrada, la cofradía va ganando en belleza. El blanco de las túnicas de los penitentes resplandece más que en el momento de salida y la luz de los cirios invita al recogimiento. Camino de la plaza del Potro, en su breve paseo hacia la carrera oficial, el Cristo de la Misericordia se abre paso flanqueado por otra blancura, la de las paredes de las casas de esta parte del Casco Histórico. La estampa que compone se asemeja bastante a la de hace muchas décadas, sobre todo porque la cofradía ha sabido conservar la esencia que fue cogiendo con el paso de los años y qué mejor ejemplo que el paso del crucificado, estrenado en el siglo XXI (en 2011) pero con los trazos básicos del anterior. De él llaman la atención los arbóreos rematados con farol en lugar de tulipa.
La plaza de la Compañía y la Corredera representan otros de los momentos de gran belleza del cortejo, que sigue cobijado bajo ese plomizo palio celestial pero sin que caiga una gota de agua. El silencio se adueña de cada uno de los lugares por los que transcurre la estación de penitencia y éste es aún mayor en el torno de la basílica de San Pedro. Allí, varios centenares de fieles aguardan la llegada de los titulares. Éste es, tal vez, el mejor momento. Allí tienen lugar las difíciles maniobras de los costaleros para devolver a sus titulares al templo.
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