El ritmo y el rumbo de un palio: la Paz hecha arte
l pazLa hermandad de Capuchinos muestra su poderío con un cortejo impresionante ante una ciudad entregada a su estilo
Mientras dos septuagenarias de buen rumbo discuten por la garantía de una cámara digital averiada y que nunca fue descambiada por la supuesta negativa del vendedor, la cruz de guía de la hermandad de La Paz cumple en la esquina de Capuchinos con Torres Cabrera. A esa hora, las dos señoras ocupan un ínfimo porcentaje del espacio en comparación con el gentío que poco a poco acude a ver el cortejo de una de las cofradías más populares de la ciudad. Ellas están a la suyo pero cuando 300 nazarenos después llega el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia asoma desde Capuchinos callan. Como por ensalmo, la luz que transmite el blanco de los penitentes y la impresión que causa el dorado iluminan el silencio de respeto que se hace entre la bulla. Sólo el afinado son de la agrupación musical Santo Tomás de Villanueva, de Ciudad Real, se atreve con el ritmo que provoca la estampa. El giro hacia Torres Cabrera provoca los aplausos del respetable y siguen los nazarenos. Sólo una isla de luto de mantillas, bellísimas todas ellas, rompe el inmaculado cortejo y al tiempo las dos señoras retoman su conversación. La mantienen hasta que suenan los sones de la banda que acompaña al palio. Desde ese momento todo es respeto, admiración, devoción. Gusto por el estilo de una hermandad que realiza una salida ordenada. Impecable. La Paz avanza desde Capuchinos y en la plaza de las Doblas y en Torres Cabrera no cabe un alfiler. Ya se han olvidado los problemas de la digital, la crisis, el vestido que te sienta bien, "el pepino de Ipad que se ha comprado mi primo", la Gema y sus tonterías por el móvil. Nada importa. Avanza La Paz y el bamboleo del palio causa admiración.
Una de las cualidades más importantes de la Semana Santa, a simple vista, se resume en que su grandeza se conjuga con la sencillez y el anonimato de artistas de unas cualidades incomensurables. La Paz estrenó ayer su palio y más allá de los hermanos pocos conocían la noticia. Hay silencio y admiración cuando pasa la Virgen pero mientras uno ve ese bordado y esa categoría no tiene más remedio que acordarse de Jesús de Julián, el diseñador de la estructura que orla el paso; de los hermanos Zamorano, ejecutores de la obra de orfebrería de plata de este palio, cuyo fondo bordado corresponde a los Talleres Salteras.
Y si a estos artistas se une la pericia de una cuadrilla de costaleros que han aprendido un nuevo lenguaje para aplicarlo al nuevo palio, nos encontramos con un conjunto de primer nivel, una riqueza que se ha ido posando en la Semana Santa gracias a la acción de quienes creen que es posible revivir cada año la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo contándola en la calle, como si de versos sueltos de arte se tratara.
La Paz comienza una nueva etapa simbolizada en su palio. Ojalá quienes la disfrutan en la calle, en especial los afligidos y quienes sufren, tengan la oportunidad -o la valentía, quién sabe- de empezar de nuevo. De poner un nuevo rumbo en su vida si es que ahora no disfrutan de la inmaculada felicidad de La Paz.
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