Julio Anguita deja huérfana a Córdoba y a la izquierda
Adiós a dos exalcaldes
El exregidor falleció el pasado 16 de mayo después de una larga dolencia cardiorrespiratoria; la ciudad también despidió en 2017 a Andrés Ocaña
El 16 de mayo de 2020 a Córdoba se le paró el corazón. Julio Anguita, exalcalde, faro de la izquierda en España, figura clave en la política nacional de la democracia, ferviente defensor de la república, moría a los 78 años víctima de las complicaciones derivadas de la dolencia cardiorrespiratoria que arrastraba desde hace años. El exregidor, el Califa rojo como popularmente se le conocía, ingresaba el sábado 9 de mayo en el Hospital Reina Sofía, pero no logró superar el trance y su vida se apagó para siempre. Quedan sus ideas, sus pensamientos, sus reflexiones sobre la actualidad, notas al pie de página que han sido guía para varias generaciones.
A Julio Anguita hubo que despedirlo desde la distancia, como se hacían las cosas en aquellos días difíciles del mayo del coronavirus. Julio Anguita, que siempre será alcalde de Córdoba, hoy y mañana, cuando lleguen otras elecciones municipales y otros concejales, dejó a una ciudad huérfana. No ya en cada barrio, en cada familia existe una experiencia que la une a Anguita, como si durante décadas hubiera sido una especie de espina dorsal de una ciudad compleja y ensimismada, un poco como el propio Anguita, al que uno podía encontrarse paseando cabizbajo por la Judería o cruzando La Corredera.
Anguita era Anguita y no era Julio. Un poco distante. Un tanto huraño. Podía molestarse si lo sacabas de sus pensamientos. Como tertuliano te apuntaba con el dedo. Llevaba la razón. Decía la verdad. Su verdad, al menos, sostenida durante décadas. En eso era inamovible. Republicano. Comunista. Rojo.
Y Córdoba presumía de tener un alcalde rojo. Su Califa rojo, una especie de anacronismo que la hacía única. Anguita llevó el agua potable a algunas barriadas a finales de los 70. Modernizó la Policía Local. Ayudó a curar la miseria que se amontonaba junto a las vías del tren. Eso debió ser la Córdoba de Anguita, antes de que este periódico existiera, la que reivindicaban sus supuestos sucesores y que él mismo repudiaba –fue un logro colectivo, solía decir– hasta que su corazón dejó de latir.
En la tarde del 16 de mayo, el féretro de Anguita llegó en silencio al nuevo Ayuntamiento, un edificio que, precisamente él, inauguró durante su mandato antes de dar el salto a la política nacional. Una bandera roja con la hoz y el martillo sobre un ataúd de madera acariciado por su hija. Y un silencio obligado por la pandemia del covid-19 que, en circunstancias normales, no habría existido. La actual corporación municipal, con el primer edil a la cabeza, el popular José María Bellido, y los exalcaldes lo aplaudieron desde encima de la escalinata. Estaban Herminio Trigo, Manuel Pérez, Rafael Merino, Rosa Aguilar, José Antonio Nieto e Isabel Ambrosio.
Todos ellos, en algún momento, han tenido que luchar contra la herencia de Anguita y contra su figura. Contra su firmeza. "Esto no lo habría hecho Anguita". "Esto no lo aprobaría Anguita". Julio Anguita era el oráculo al que la izquierda local acudía, siempre buscando su aprobación, aunque en los últimos tiempos él mismo había rechazado ese patronazgo. No era su izquierda. Y la derecha tenía en él, siempre, a un adversario. El Ayuntamiento decretó tres días de luto oficial y habilitó un libro de condolencias virtual que acumuló millares de mensajes de todo el mundo. El faro de la izquierda se apagó, y empezaron a escribirse las primeras páginas del mito.
El legado de Andrés Ocaña
El 2 de mayo de 2017, la izquierda cordobesa lloró también al exalcalde Andrés Ocaña Rabadán (Aguilar de la Frontera, 1955), fallecido a causa de un paro cardiaco. Con problemas de corazón desde hacía varios años, dejó tras de sí una larga carrera política como militante de IU y del PCA. También en el Consistorio cordobés y en la Diputación pervive su estela, pues, aparte de los dos años que pasó en la Alcaldía, desde los 90 hasta su retiro político en 2011 ocupó diversos cargos en ambas instituciones.
Como Anguita, Ocaña –diplomado en Magisterio y profesor de Geografía e Historia– fue hombre de gran compromiso ideológico, fuertes convicciones y no menos fuerte carácter, y es recordado como uno de los políticos más significativos del cambio de siglo en Córdoba y como uno de los personajes determinantes de la izquierda cordobesa en estos años.
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