Y seguimos
20 aniversario | Puntos de vista
El museo de las maquetas por convertir en realidad ha crecido en este tiempo, me temo
Veinte años, sí, veinte, pero no recurriremos al tango por una vez, que lo tenemos gastado al pobre de tanto usarlo, como cantaba la Jurado, la más grande, en esa canción que tantos y tantos karaokes ha destrozado. Veinte años, quién lo diría, vaya. Y aquí seguimos, aquí sigo. Si no me fallan la memoria y las cuentas, creo que soy el más veterano, desde el primer número hasta ahora. Veinte años ya, y aquí seguimos.
Todavía recuerdo la fiesta de presentación, lo bien que lo pasamos, arrejuntados, dando la bienvenida a un nuevo medio de comunicación. Y eso que han pasado veinte años, que en los tiempos actuales, en la biografía de un periódico, El Día de Córdoba o cualquier otro, es una enormidad, ya que se trata de una especie que pretenden enviar a la extinción. Por eso hay que celebrarlo, festejarlo y recordarlo como se merece, no es un simple cumpleaños, no es una fecha cualquiera.
Es un milagro, laico, pero milagro. Que también los hay, aunque rara vez se reconozcan con un altar o con un día del año que lo recuerde. De estos veinte años podemos hablar de todos los alcaldes y alcaldesas que han pasado por la calle Capitulares, de sus logros, modos, carencias y promesas incumplidas. El museo de las maquetas por convertir en realidad ha crecido considerablemente en este tiempo, me temo.
Seguimos, sí, veinte años después, que en semanas o en días arroja miles en los resultados. Y que vengan otros miles más, como esas legendarias montañas que sólo están al alcance de los más grandes escaladores. En estos veinte años, son muchos días, también tenemos que lamentar importantes ausencias, cordobeses buenos y grandes que se fueron.
Algunos de ellos por el imperio del tiempo, otros por la traidora enfermedad, otros de forma inesperada. Pablo García Baena, uno de los grandes poetas del Siglo XX, semilla y aliento de Cántico, se nos fue un mes de enero de no hace tanto. El niño que estudió en el colegio López Diéguez, que recorrió el Realejo, San Pablo y Alfaros en aquella Córdoba de los cines de verano. El poeta que descubrió el brillo del amor, o de la pasión, en la fila 13 del Palacio del Cinematógrafo, antes de que la magia desapareciera y la mística dejara de cotizar en la bolsa de nuestras emociones. Nació en Brasil, por esas cosas de la vida y de las familias, pero aquí es donde escribió sus poemas, y eso en un poeta es su mayor seña de identidad.
Eduardo García, el poeta de los espejos y de los sueños, duermevela en su poesía, amigo cálido, un hombre íntegro y cuerdo, tan difícil en estos tiempos. Nacho Montoto, como García Baena, murió una mañana de enero. De repente, sin previo aviso, rompiéndonos el corazón. Se fue sin dejarnos todos los poemas que le presuponemos, en consonancia con sus activismo y su velocidad.
Comprendan que recuerde sólo a los ausentes de mi gremio, que también fueron amigos, es que el espacio no me da para más. Y por supuesto que Julio Anguita, por ejemplo, y también su hijo, permanecen en la memoria de estos veinte años. No podemos decir que han pasado como un suspiro, porque no es cierto, que a ratos han sido lentos, muy lentos. Aunque también los ha habido muy rápidos, en exceso tal vez, pero de esos ya no nos acordamos.
Y tendría que hablar de fútbol, y de la fútbol sala, y de música, y de cine, y de empresas, negocios y personalidades varias, pero ni el tiempo ni la memoria me dan para mucho más. Ahora, más que nunca, toca seguir, y mucho más a un medio de comunicación. Lacre de la información, puerta transparente, equilibrio y necesaria honestidad. Sí, necesaria honestidad. Otros veinte años más y los que hagan falta. Salud y vista para poder verlo, y volver a soplar las velas de la libertad. Que las volvamos a soplar.
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